lunes, 31 de agosto de 2009

Lunes 31 de agosto

Servir a dos señores - Dios y la política

A diferencia de los paganos, los primeros cristianos se caracterizaron por no tener más "señor" que a Jesucristo, hasta el punto de que su negativa a adorar el César llegó a ser el motivo del martirio de muchos de ellos. San Pablo lo tenía muy claro cuando proclamaba: «Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra, y toda lengua proclame: Jesús es Señor, para gloria de Dios Padre» (Flp 2, 10-11). También en nuestros días, los cristianos tenemos la misma tentación de "servir a dos señores", sobre la que nos advirtió Jesucristo: «Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro» (Mt 6, 24).

¿Sobre qué peligros concretos nos estaba advirtiendo Jesús? Son muchas las combinaciones a las que cabe aplicar la enseñanza evangélica de los "dos señores": Dios y el dinero, Dios y la fama, Dios y el placer… "Dios y la política".

Desde una perspectiva mediática, al igual que ocurre con otras muchas realidades, los católicos suelen ser juzgados y encasillados en dos bandos: derechas e izquierdas. Sin embargo, la lectura desde el punto de vista evangélico es muy diferente. En realidad, los cristianos se dividen en dos grupos: aquellos para los cuales su adscripción política tiene más peso que su fe católica, y aquellos otros, para los cuales la fe católica es más determinante que su sensibilidad política.

En efecto, la vinculación política llega a tener, en ocasiones, tanta influencia en la vida de muchos creyentes, que limita en gran manera la libertad evangélica necesaria para juzgar y discernir las ideologías de este mundo, desde el espíritu de Jesucristo. Por desgracia, hay creyentes que en la práctica llegan a condicionar la aceptación del Magisterio eclesial, al pronunciamiento –favorable o contrario- del partido político que suscita sus simpatías.

Los católicos no sólo han de valorar y estimar el ejercicio de la política, sino que están llamados a una participación activa en ella. Pero, sin embargo, me estoy queriendo referir a otra cosa en esta reflexión: el cristiano no debe "servir" a la política, cual si ésta tuviese un "señorío" sobre su corazón y sus valores de vida. («Se entregará a uno y despreciará al otro», Mt 6,24)

Una vez concluidas las persecuciones del Imperio Romano a los cristianos, San Agustín -a caballo entre los siglos IV y V- afirmaba que «el mundo tiene dos formas de perseguir al cristianismo: la primera es la violencia y la segunda es la seducción». Sin dudarlo, él entendía que la segunda era más peligrosa que la primera. Es evidente que éste es también nuestro caso. En el momento presente se habla mucho de los ataques y del acoso laicista que está padeciendo la Iglesia, lo cual es cierto y debe ser denunciado. Pero quizás no reparamos lo suficiente en el poder de seducción que tantas ideologías contrarias o extrañas a la fe, llegan a tener sobre los seguidores de Cristo. Recordemos aquellas palabras de reprensión dirigidas por Jesús a San Pedro: «Tú piensas como los hombres, no como Dios» (Mt 16, 23).

El cristiano que es seducido por ideologías o simpatías partidistas, suele ser más fácilmente aceptado y adulado en los ambientes políticos afines, pero, inevitablemente, su identidad se ve diluida, como nos recordaba Jesucristo: «Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres» (Mt 5, 12). En realidad, el cristiano solamente es capaz de transformar el mundo, en la medida en que esté libre de él. Jesucristo nos advirtió: «no podéis servir a dos señores».

[tomado de http://www.revistaecclesia.com/index.php?option=com_content&task=view&id=4827&Itemid=65]

José Ignacio Munilla

Mons. José Ignacio Munilla es obispo de Palencia, España.

Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar

viernes, 28 de agosto de 2009

Viernes 28 de agosto

La fe evangélica, una fe en movimiento

Los que hemos crecido dentro de un entorno cristiano sabemos lo fácil que es caer en la tentación de cuidar la fe como si fuera una reliquia. El ejemplo de todos los que hicieron tanto por transmitírnosla pesa mucho, a veces demasiado. Y cuanto más nos empeñamos en conservarla, más nos damos cuenta de que nos alejamos de ella. Sólo cuando nos atrevemos a tomarla en serio, y estamos dispuestos a ensuciarla con nuestra cotidianidad llena de incongruencias, fracasos y algún que otro éxito, descubrimos que la vivimos como ellos lo hicieron.

Nuestra fe tiene un pasado que no deberíamos menospreciar, somos parte de una cadena de tradición que nos enriquece con sus aciertos y sus errores. Incluso la forma en la que nos acercamos a Dios se la debemos a quienes nos educaron. Nunca podremos agradecerles suficientemente que nos mostraran a un Dios con el que podemos hablar, que nos ama y que está siempre a nuestro lado. Y todo esto sin grandes palabras, simplemente con su ejemplo, que es el método de enseñanza más eficaz.

Si en algo tenían razón, es cuando nos decían que ser cristiano no es recitar el rosario o salir en las procesiones una vez al año. Más bien es una forma de ser, de pensar, de actuar y de vivir, que abarca todas las facetas de nuestra existencia. No hay huida posible, y por mucho que a veces no estemos a la altura, somos seguidores de Jesús en todo momento. Y en primer lugar, lo somos no ante nuestra familia, la sociedad o la iglesia, sino ante Dios.

Pero hemos tenido que aprender también que la fe necesita ser contextualizada, por lo que nuestra manera de vivirla puede ser en muchos aspectos, diferente a la de quienes nos la trasmitieron. Esa es la forma de ser de la fe, que no existe en lo abstracto, sino que aparece cuando se vive en un lugar, en un momento o en un cuerpo determinado. Por eso es triste ver como a veces nos empecinamos en transmitir la fe explicando al pie de la letra lo que antes nos han explicado a nosotros, sin hacerla pasar en ningún momento por nuestra experiencia, por nuestra alma.

Evidentemente si la fe no está dispuesta a madurar; o se abandona, o se opta por cambiar la realidad y no aceptarla tal y como es. Si queremos vivir como los creyentes del siglo pasado tendremos que defender una sociedad del siglo pasado. Y de esta manera nos podemos encontrar reivindicando lo más tradicional, simplemente por que somos incapaces de vivir la fe en el mundo actual. No hay que ser muy observador para ver que la fe de Sara, Moisés, Esther o Amós, tienen muchas divergencias. Y la razón es que, aunque seguían al mismo Dios, vivieron unas circunstancias diferentes y se atrevieron a enfrentarse a ellas con las herramientas que tenían a su disposición.

Lo esencial de la fe evangélica es que seguimos al Dios que nos reveló Jesucristo, y que nos sigue guiando hoy a través de su Palabra. No nos guía la Biblia, sino el Dios que nos habla a través de ella. Y lo hace en medio de nuestro mundo para humanizarnos, y sólo allí aprendemos realmente que significa su Palabra. Realidad y Palabra siempre van unidas enriqueciéndose mutuamente. Por eso tendríamos que preguntarnos si nuestras interpretaciones de esa Palabra que no respetan la realidad, son interpretaciones vinculantes o válidas para los creyentes.

Hacer que la fe sea siempre comprensible, que sea actual, que realmente nos interpele a nosotros y a la sociedad a la que se dirige. Que no sea una fe que necesite de un periodo de aprendizaje para poder entenderla, que no utilice una jerga indescifrable. Que sea fácil, sencilla, y sobre todo humana, muy humana, como la fe de Jesús. Que aporte algo, que se sitúe en medio del mundo para mejorarlo, y no para guiarlo. Una fe de andar por casa, como la fe que aprendimos cuando éramos niños.

Supongo que muchos pensarán que pido mucho, y la verdad es que creo que me he quedado corto. Porque además del pasado y del presente, la fe debería tener una dimensión profética. Casi siempre nos debatimos entre ser fieles a lo que nos enseñaron o actualizarlo ante nuestras circunstancias. Pero esta situación, por muy lógica que sea, pierde de vista el futuro. Y sin propuestas de futuro, sin ir más allá de lo inmediato, o sin construir el Reino que está por venir, los cristianos no aportamos ninguna novedad a nuestro mundo. Somos como parásitos que luchamos contra los avances de la sociedad o que pretendemos alcanzarla.

Propuestas de futuro que sean ingenuas, que estén equivocadas, que sea necesario corregir, pero propuestas que hagan que la fe en Jesús también diga algo en la construcción de lo que aún está por llegar. No hay nada más desalentador que vivir un cristianismo sin futuro, o que sólo trabaje para que todo sea como antes fue. Abrir horizontes de esperanza para todos, ayudar a ver el presente poniendo los ojos en lo que todavía debe ser construido. Tener la valentía de reclamar justicia para los que no la tienen, o de denunciar a los poderes que pretenden construir un mundo sólo a su medida, y en el que sobra mucha gente. Ir hacia el futuro como fueron nuestras familias o nuestras iglesias: cometiendo muchos errores, pero con la confianza de que no iban solas, sino que era Dios quien las acompañaba.

[tomado de http://www.lupaprotestante.com/index.php?option=com_content&task=view&id=1759]

Carlos Osma

Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar

jueves, 27 de agosto de 2009

Jueves 27 de agosto

El católico y la política

"El hombre no puede separarse de Dios, ni la política de la moralidad" Juan Pablo II


Responsabilidad social

Los católicos debemos participar en la política como ciudadanos responsables, por el bien de todos. La solución a la corrupción no es abandonar la política sino participar en ella con principios cristianos. Jesús nos dijo que somos sal y luz del mundo. Esto debe aplicar primero a nuestra vida pero, si esta es auténtica, se manifiesta también en la política. La sal preserva de la corrupción, la luz permite que se vea la verdad.

Es necesario formarse en la fe y la doctrina social de la Iglesia para discernir sin dejarse seducir por las pasiones y las mentiras que se presentan en las campañas electorales. (Cf. Gaudium es Spes, 43). Es sorprendente como la propaganda de los medios engaña a la gente, como creemos las cosas solo porque se repiten. Debemos examinar objetivamente como los candidatos han actuado en el pasado.

Hay una jerarquía de valores. El valor principal es el respeto a la vida humana. Si un candidato favorece el aborto o la eutanasia, no respeta al ser humano y no se debe votar por él aunque en otros aspectos parezca bueno. Los derechos humanos forman parte de la ley natural, la cual es accesible a la razón cuando se busca con sincero corazón. Toda autoridad legítima procede de Dios y debe someterse totalmente a Dios. Cuidado que no sea solo de palabra sino que en efecto demuestre coherencia con la moral.

Ningún gobierno, partido o político se puede confundir con el Reino de Dios. Cuidado con los mesianismos políticos, que se presentan como salvadores de la humanidad. "Ningún partido representa a la Iglesia y los católicos pueden militar o dar su voto libremente al partido o al candidato que mejor responda a sus convicciones personales, con tal de que sean compatibles con la ley moral natural y que sirvan sinceramente al bien común de la sociedad. Nuestra misión, en cambio, ha de ser la de orientar con los principios éticos de la doctrina social cristiana sobre los derechos y deberes políticos de los fieles laicos, ayudando a formar una conciencia social." -obispos mexicanos

Evitar:
1- Apasionarse o preferir la afiliación política por encima de la razón y la moral.
2- Un concepto teocrático de la política. Cardinal Ratzinger: «La justa profanidad de la política excluye la teocracia» Ver diferencia entre laicidad y laicismo

La doctrina social de la Iglesia expone las obligaciones de los gobernantes y de los ciudadanos de promover y defender todos los derechos humanos (el mas fundamental es el derecho a la vida) y buscar el bienestar de todos. Que nadie esté por encima de la ley y nadie fuera de su amparo.

Los obispos de México a los políticos: "A los políticos católicos les recordamos el deber moral que tienen en su actuación pública, especialmente a los legisladores, de mantenerse fieles a la doctrina del evangelio, conservando su compromiso claro con la fe católica y no apoyando leyes contrarias a los principios morales y éticos como son los que atentan contra el derecho a la vida o en contra de las instituciones de la familia y el matrimonio. Solo la adhesión a convicciones éticas profundas y una actuación coherente pueden garantizar una acción pública, honesta y desinteresada, de los legisladores y gobernantes."

«Todo aquel que ha proclamado que quiere prestar un servicio, un servicio a nuestra patria en funciones muy diversas, tiene que mostrar en la práctica que en realidad ha llegado a ese puesto para servir y no para servirse, no para enriquecerse; sino para dar lo mejor que tiene en favor del pueblo que tanto lo necesita» -Cardenal Norberto Rivera Carrera, arzobispo primado de México. VII-03

"El criterio fundamental para configurar la propia conciencia es la obligación de evitar el mal y de favorecer el bien. En temas que afectan a la vida y los derechos de la persona, el criterio básico es el de aceptar y favorecer lo que esté conforme con la ley natural, según una valoración moral apoyada en la misma naturaleza humana que favorece el desarrollo de las potencialidades humanas de acuerdo con el bien de la persona, en verdad y justicia. Según este criterio difícilmente discutible, los católicos tenemos claro que no podemos apoyar programas o proyectos políticos que amenazan el derecho a la vida de los seres humanos desde su concepción hasta la muerte natural, alteran esencialmente la concepción del matrimonio desprotegiendo la realidad de la familia, debilitan las bases de la convivencia. En el caso, nada infrecuente, de que ninguna opción política satisfaga las exigencias morales de nuestra conciencia, la recta conciencia nos induce a votar aquella alternativa que nos parezca menos contraria a la ley natural, más apta para proteger los derechos de la persona y de la familia, más adecuada para favorecer la estabilidad social y la convivencia, y mejor dispuesta para respetar la ley moral en sus actividades legislativas, judiciales y administrativas.

...Para votar responsablemente, es preciso anteponer los criterios morales a las cuestiones y preferencias opinables y contingentes de orden estrictamente político. Habrá cuestiones secundarias que tengamos que dejar en un segundo plano para atender en primer lugar a los aspectos y consecuencias de orden moral de nuestro voto. Esto ocurre siempre que las propuestas de los partidos desbordan sus legítimas competencias y afectan a cuestiones de orden moral que tienen que estar por encima de los avatares políticos." -Monseñor Fernando Sebastián Aguilar, arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela

Examinar la verdad. Se deben estudiar las propuestas antes de apoyarlas. Hablar es fácil, obrar en la verdad cuesta la vida. Hay que buscar la verdad con la mayor objetividad posible. Más que basarse en lo que dicen los políticos, hay que analizar lo que han hecho para ver si son coherentes, íntegros y honestos. El malvado siempre disfraza sus intenciones con argumentos hermosos.

Evitar la demagogia. Los políticos saben qué teclas tocar para encender las emociones, muchas veces irresponsablemente. Cuidado con la manipulación de los sentimientos hacia la patria, la raza, el sufrimiento de los pobres, la libertad, etc. Con frecuencia se crea un mito en torno a un político o se destruye su reputación basado en la repetición de falacias. El cristiano no se debe llevar por las emociones ni por la fiebre que incita a las masas. No debe dejarse engañar por promesas. La prosperidad de los pueblos requiere un largo proceso de construcción y fortalecimiento de un sistema de gobierno, de educación, de trabajo, etc. bajo un estado de derecho que proteja justamente a todos los ciudadanos. Esto no se consigue con la demagogia. Hay que estar preparado para tomar opciones que no sean populares pero que sean justas. Recordemos como Jesucristo fue condenado por las masas porque matarlo "era conveniente".

El fin no justifica los medios. Nunca será aceptable utilizar un medio en sí mismo perverso para lograr un bien. Por eso debemos condenar, por ejemplo, el terrorismo, el aborto, el secuestro, la mentira y la difamación.

Ordenar las prioridades. El bien común debe estar por encima de intereses personales. Al mismo tiempo no se deben violar los derechos naturales de ninguna persona. No se debe votar por quien viola la ley natural aunque por otra parte tenga buenas propuestas. Un católico no debe votar por candidatos que favorecen la inmoralidad, tal como es, por ejemplo, el aborto. En casos, como ocurre con frecuencia, en que todos los candidatos carecen de una clara posición moral que cubra todos los campos, el votante debe decidirse por el que al menos promueva los valores fundamentales.

Obligación de participar en la política. En una democracia los gobernantes son elegidos por el voto popular. Por eso todo ciudadano tiene la responsabilidad de votar habiendo seriamente estudiado los temas y conocido la posición de los candidatos. Un católico no puede eludir su responsabilidad civil ya que eso sería cederle el paso al mal. El hecho de que haya mucha corrupción en la política no exonera al cristiano de su responsabilidad. Más bien le debe retar a trabajar por un mundo mejor. El que no vota o vota sin atención a las leyes de Dios es culpable de los resultantes males. "Los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la política" (Vaticano II, Ch L 42).

Los obispos de Estados Unidos declararon en 1995: "En la tradición católica, la ciudadanía es una virtud y la participación en el proceso político es una obligación" (Documento "Political Responsibility")

La libertad. La libertad es un don que conlleva una gran responsabilidad. Como católicos estamos comprometidos a ejercer nuestra libertad siempre para hacer el bien y nunca para violar los derechos ajenos.

« Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres » (Hch 5, 29)

No cedáis en cuestión de principios; tened las puertas abiertas pues la democracia significa colaborar.
En 1946, Pío XII dijo a un grupo de jóvenes que comenzaban en la política, entre ellos el que luego fue gran estadista italiano, Alcides De Gásperi: «Id al Parlamento para servir; no cedáis en cuestión de principios; tened las puertas abiertas pues la democracia significa colaborar; no penséis en vuestros intereses particulares, sino en los de la comunidad. Id al Parlamento con espíritu ágil: capaz de subir escalones si os piden desempeñar puestos de responsabilidad, pero también de bajar con elegancia y humildad cantando alabanzas al Señor... sin romperos el "fémur espiritual" que es una de las fracturas más peligrosas», con mayor razón si se trata de cuestiones referidas a la defensa de la verdad y de la libertad de conciencia.

Respetar la persona humana, especialmente los más débiles e indefensos.
En su visita a Estados Unidos en 1987 Juan Pablo II retó a los Estados Unidos a vivir completamente los nobles preceptos de su Constitución respetando la dignidad de todo ser humano:

"Por esta razón, América, tu más profunda identidad y verdadero carácter como nación se revela en la postura que tomes como nación hacia la persona humana. La prueba máxima de tu grandeza está en la forma que trates a cada ser humano, pero especialmente a los mas débiles y mas indefensos"1

2- Más documentos en inglés sobre este tema

Algunos dicen que no se debe votar basándose en un solo tema
Aunque es cierto que se deben considerar los diferentes temas que afectan a la nación, hay temas que son más importantes que otros y en los que se fundamentan los demás. Hay algunas posiciones políticas que por sí solas son tan graves que deberían ser suficientes para no votar por el candidato que las sostenga. Por ejemplo: no podemos votar en buena conciencia por un candidato que promueva la "limpieza étnica", aunque tuviese un gran plan para la economía. Por esta razón un católico no debe votar por un candidato que promueva el aborto. -Padre Jordi Rivero

Notas:

1- Juan Pablo II en Estados Unidos, 1987. Original en inglés: "For this reason, America, your deepest identity and truest character as a nation is revealed in the position you take toward the human person. The ultimate test of your greatness is the way you treat every human being, but especially the weakest and most defenseless ones."

2- English documents

The bishops of the United States, pastoral letter "Living the Gospel of Life":

"Bringing a respect for human dignity to practical politics can be a daunting task. Good people frequently disagree on which problems to address, which policies to adopt and how best to apply them. But, for citizens and elected officials alike, the basic principle is simple: We must begin with a commitment never to intentionally kill, or collude in the killing, of any innocent human life, no matter how broken, unformed, disabled or desperate that life may seem.

"any political agenda which hopes to uphold equal rights for all, must affirm the equal rights of every child, born or unborn... our nation's declaration of God-given rights, coupled with the command "Though shall not kill" are the starting point of true freedom. To choose any other path is to contradict our own identity as a nation dedicated to "Life, liberty and the pursuit of Happiness".

Bishop Eusebius J. Beltran, Archbishop of Oklahoma City, Pastoral letter, November, 1994:
If one issue is big enough and important enough and capable of overshadowing other issues, then it should be addressed. If one issue is so fundamental that it affects every other issue, then it should be given prominence. If one issue perpetrates a grave injustice to anyone, then it has to be stopped. If one issue is a matter of life or death, then life has to be chosen. The one issue that is reflected in each of these situations is abortion. Therefore I am proud to be called a "single issue voter" in this regard for there is no other issue as basic, as fundamental and as urgent."


[tomado de http://www.corazones.org/diccionario/politica_iglesia.htm]

Padre Jordi Rivero

Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar

miércoles, 26 de agosto de 2009

Miércoles 26 de agosto

De qué hablamos cuando hablamos de discriminar

Por definición, la discriminación es el acto que nos permite distinguir y diferenciar una cosa de otra. Esto, claro, mientras no encierre ningún juicio de valor. Al contrario, discriminar lo positivo de lo negativo es de manera cabal lo que exige el más elemental sentido de la realidad. Es más, en cualquier tradición religiosa el acto de "santificar" es el resultante de una discriminación. Santificar representa el evento de discriminar, separar y distinguir lo sagrado de lo profano. Por ejemplo, y aunque suene duro, un varón cuando "santifica" a una mujer en el acto del matrimonio la "discrimina" del resto de las mujeres.

Por supuesto que en determinados contextos lo discriminatorio exige un profundo juicio de valor. El recordado filósofo italiano Norberto Bobbio sostuvo la diferencia entre discriminación "positiva" y "negativa", afirmando que el derecho prohíbe solamente la "negativa", a la que él denomina "desigualdad injusta" o "discriminación arbitraria", es decir, una discriminación introducida o no eliminada sin justificación, o sea, una discriminación no justificada (y en este sentido "injusta"). Otros filósofos llegan a considerar que basta con diferenciar entre "distinción" y "discriminación" para que las palabras queden claras: la primera sería justa; la segunda, siempre injusta, por definición.

Aceptando las convenciones lingüísticas, y para saber de qué estamos hablando, determinados grupos sociales, por ser tan laxos, postergamos los problemas y nos entrampamos en el devaneo entre las verdaderas "distinciones" y "discriminaciones" (no las lingüísticas). Infinitas veces en aras de la "buena conciencia", que no resulta ser otra cosa que un óptimo instrumento de dominio, determinamos "distinciones" que producen una discriminación negativa de la que conviene no hablar, y "discriminaciones" que son distinciones positivas. Lo que quiero destacar, simplemente, es que debemos ser sinceros, y con dignidad y coraje intelectual no disfrazar las "antidiscriminaciones" bajo actos de buena acción, jugando con supuestas "distinciones" justificadas, ya que ninguna danza lingüística evita enfrentar los profundos conflictos, las discriminaciones indominables y que siempre son injustas. Para ser más claro vaya el ejemplo: horrorizarse por la segregación racial (cosa que obviamente es válido) pero la convivencia con la implacable segregación económica y de clase social es lo "honestamente aceptable", porque resulta sólo una mísera e indigna "distinción" (obviamente digo esto con ironía). La antidiscriminación en un sentido profundo debe ser un proyecto político-social-económico-religioso-cultural. En definitiva, cualquier política antidiscriminatoria tiene que ser clara, batalladora y tiene la obligación de incomodar, para no transmutarse en una herramienta que tranquilice las "santas almas" de los que dicen no discriminar pero que ejercen la "bobbiana" forma negativa como instrumento cotidiano, cuando la discriminación de verdad atenta contra sus propios poderes e intereses.

Identidad y discriminación

Vale la pena también volver brevemente a la cuestión de la identidad, pensamiento tan útil en los dorados años '60. La "identidad" es un concepto muy usado en la lógica, la filosofía, la psicología, que designa el carácter de todo aquello que permanece único e idéntico a sí mismo, pese a que tenga diferentes apariencias o pueda ser percibido de distinta forma.

Lo idéntico se contrapone a lo distinto y siempre supone un rasgo de permanencia e invariabilidad. Desde Parménides hasta Heráclito, por tomar algunos filósofos, trabajaron esta idea de identidad en su vínculo con la variabilidad del ser.

La identidad tiene un carácter universalizador y disciplinario que exhibe la aceptación de los individuos a valores, sean éticos o morales o soportes referenciales, para preservar determinado orden como también para ayudar a orientar nuestra memoria, constituyendo una ideología que permita proyectar acciones futuras, responsables y creativas. En este sentido, la función de la ideología, al decir de Paul Ricoeur, es la de servir como posta a la memoria colectiva, con el fin de que el valor inaugural de los acontecimientos fundadores se convierta en objeto de la creencia de todo el grupo. La identidad nos constituye y nos diferencia de los otros. Y es la propia identidad la que limita, clasifica y segrega. La diferencia –sostiene Lacan– la debemos pensar no como una afirmación ontológica, sino como una variación sobre el mismo sustrato humano. El "otro" es lo distinto, pero también es lo amenazador, lo que debe permanecer en el sitio que el "poder" le asigna. Otras razas, otro género, otras opciones sexuales, otras maneras de mirar el mundo. Cuando la otra identidad parece amenazadora, discriminar (la negativa, por supuesto) implica la incapacidad de aceptar las formas de ser de otras personas y la imposibilidad de respetar las culturas, siendo esta actitud de discriminación la que puede derivar en genocidio. Bajo un sistema de representación, lo que recubre y encubre al eje de la diferenciación es una "distinción" que se basa únicamente en prácticas discriminatorias concretas y articuladas por clases sociales y políticas. Por eso, si raza, etnia, clase y género son construcciones sociales centrales para la identificación de la propia identidad y su diferencia con otras, la cultura es el resultado de la forma en que se interpreta esa diferencia, siendo lo peligroso y lo que está en juego la situación de cómo se asume al otro, al diferente, al supuestamente distinto, al que tiene una piel extraña, al que es más gordo o más desgarbado, para ahí derivar a otro tipo de diferencias, las sexuales, las de religión, o las políticas. Por eso la combinación de identidad y poder en la cultura, si no es transmitida con amplitud espiritual y de criterio, puede derivar en un juego letal que conduzca al genocidio.

Discriminación, memoria y educación

El rabino Marshall T. Meyer, en un acto organizado por el Movimiento Judío por los Derechos Humanos en la Plaza de la República en el año 1984, sostenía que "hemos decidido recurrir a nuestros recuerdos, porque como argentinos judíos creemos que la memoria colectiva del pueblo judío puede encerrar una enseñanza inestimable para la Argentina toda, una acción que puede ser aprendida, que debe ser aprendida. Nadie puede vivir en libertad o seguridad o comodidad mientras a su semejante les son prohibidos esos privilegios". Estas palabras sirven para comprender cómo la memoria permite que las raíces de la discriminación tengan un profundo sentido en la práctica real y no la conceptual, ya que prejuicios arraigados en nuestra sociedad provienen de la falta de una modificación social, que desde la particularidad judía se sostiene como valor de cambio a través de la tradición profética y rabínica. Y en toda memoria colectiva existe un acto de denuncia.

En este sentido la propia Biblia propone una dialéctica esencial, en donde sus fronteras son, precisamente, por un lado el acto de recordar y por otro lado su opuesto, que no es la amnesia, sino la acción de no olvidar. El "recuerdo" como práctica activa y el "no olvidar" como actitud pasiva. La pedagogía bíblica, como ejercicio de transmisión, nos asigna una misión abarcativa que indica que no se puede vivir todo el tiempo recordando, pero a su vez resulta obsceno ejercitar el olvido. El profesor Jaim Iosef Yerushalmi, en su célebre libro Zakhor, realiza un desarrollo magistral sobre este tópico. Como dato ilustrativo, nos cuenta Yerushalmi que la palabra "zajor" (recordar, memorizar, rememorar), en todas sus variantes hebreas, aparece 273 veces en la Biblia hebrea. El uso reiterado de este concepto da cuenta de la insistencia simbólica del mensaje. A su vez, el otro de los ejes centrales de la Biblia está enraizado en la práctica de la denuncia como actividad permanente, en oposición al sometimiento del ser humano al conformismo mediocre y al autoritarismo ejercido por ciertos poderosos de la historia, quienes a través del autoritario mecanismo de la corrupción y la instrumentación del prejuicio obstruyeron la capacidad del pueblo de escandalizarse. Fue la palabra de los profetas –desde el ejemplar enfrentamiento de Moisés con el faraón hasta la acusación de Jeremías al poder terrenal, y desde la tensión ejercida por Samuel ante el rey hasta el grito de incomodidad de Amos frente a la opulenta obscenidad material de su época– la que impregnó el desafío de responsabilidad en períodos de decadencia y en tiempos de crisis para que se ejerza la dignidad entre los individuos.

En este sentido, soy un convencido de que la insistencia en una pedagogía del recuerdo, en este cruce de la particularidad de lo argentino y lo judío como también en general de cada colectividad, siendo ésta parte de una enseñanza oficial sobre el origen y el aporte de los de las diversas inmigraciones a este país, colaboraría de manera extraordinaria a la superación de paradigmas discriminatorios que tanto daño provocan. Unido a esto, el tema de la Shoá debería ser uno de los puntos significativos, ya que la dimensión que este acontecimiento tuvo en la conciencia universal, sumado al tema la versión del nazismo nacional y sus implicancias en los aciagos días de la dictadura militar, debería ocupar un lugar importante en ese espacio curricular, como ya lo desarrolló el Ministerio de Educación.

Se me ocurre que "un plan general de la memoria lejana y cercana" permitiría en un presente desarrollar la energía social para que la denuncia individual y colectiva pueda tener eco en la propia sociedad de modo tal que los vulnerados por los profundos prejuicios puedan ocupar el lugar comunitario que les corresponde.

Daniel Goldman

Daniel Goldman es rabino de la comunidad Bet-el, Buenos Aires, Argentina.

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martes, 25 de agosto de 2009

Martes 25 de agosto

Declaración sobre mayordomía de la creación y cambio climático

Nosotros, miembros de la Red Miqueas procedentes de 38 países de los cinco continentes, nos reunimos en Limuru, Kenya del 13 al 18 de julio de 2009 en la Cuarta Consulta Global Trienal. Sobre el tema de Mayordomía de la Creación y Cambio Climático, buscamos la sabiduría de Dios clamando por la guía del Espíritu Santo al reflexionar sobre la crisis ambiental global. Como resultado de nuestras discusiones, reflexiones y oraciones, hacemos la siguiente declaración:

1. Creemos en Dios--Padre, Hijo y Espíritu Santo en comunidad—, que es creador, sustentador y Señor de todo. Dios se deleita en Su creación y está comprometido con ella (Colosenses 1:15-16 y Romanos 11:36).

2. En el principio, Dios estableció relaciones juntas entre todo lo creado. Tanto las mujeres como los hombres, como portadores de la imagen de Dios, somos llamados a servir y amar al resto de la creación, y somos responsables de rendir cuenta a Dios como mayordomos. Nuestro cuidado de la creación es un acto de adoración y obediencia a nuestro Creador (Génesis 1:26-30 y 2:15).

3. Sin embargo, no siempre hemos sido mayordomos fieles. Debido a nuestra ignorancia, negligencia, arrogancia y codicia, hemos hecho daño a la tierra y hemos quebrantado las relaciones de la creación (Génesis 3:13-24). Nuestro fracaso en ser mayordomos fieles ha causado la actual crisis ambiental, que ha llevado al cambio climático y ha puesto en peligro los ecosistemas de la tierra. Toda la creación ha sido sujeta a frustración y corrupción debido a nuestra desobediencia (Romanos 8:20).

4. Sin embargo, Dios permanece fiel (Romanos 8:21). En la encarnación, vida, muerte y resurrección de Jesucristo, Dios reconcilió todas las cosas consigo mismo (Colosenses 1:19-20 y Filipenses 2:6-8). Escuchamos el gemido de la creación como con dolores de parto. Esta es la promesa que Dios actuará y que El ya está trabajando para renovar todas las cosas (Romanos 8:22 y Apocalipsis 21:5). Esta es la esperanza que nos sostiene.

5. Confesamos que hemos pecado. No hemos cuidado de la Tierra con el amor sacrificial y abnegado de Dios. En vez de esto, hemos explotado, consumido y abusado de ella para nuestro propio beneficio. Con demasiada frecuencia hemos cedido ante la idolatría de la codicia (Colosenses 3:5 y Mateo 6:24). Hemos abrazado falsas dicotomías de la teología y la práctica, separando lo espiritual y lo material, lo eterno y lo temporal, lo celestial y lo terrenal. En todas estas cosas, no hemos actuado de manera justa con nuestros semejantes y con la creación, y no hemos honrado a Dios.

6. Reconocemos que la industrialización, la creciente deforestación, la agricultura y la ganadería intensificadas, como también el consumo ilimitado del petróleo y sus derivados, han roto el equilibrio de los sistemas naturales de la Tierra. El rápido incremento de las emisiones de gases de efecto invernadero está causando el incremento de la temperatura global promedio, con los impactos devastadores que hoy se experimentan especialmente en las poblaciones más pobres y marginadas. El incremento proyectado de 2° C dentro de las próximas décadas alterará sustancialmente la vida en la Tierra y acelerará la pérdida de la biodiversidad. Aumentará el riesgo y la severidad de eventos climáticos extremos, como sequías, inundaciones y huracanes, causando desplazamientos de poblaciones y hambrunas. Los niveles del mar continuarán elevándose, contaminando las fuentes de agua y sumergiendo islas y comunidades costeras. Probablemente veremos migraciones masivas, lo cual llevará a conflictos por la escasez de recursos. Profundos cambios en la frecuencia de lluvias y nevadas, como también el derretimiento de los glaciares, ocasionarán una aceleración de la escasez de agua para muchos millones de personas.

7. Nos arrepentimos de nuestra teología egocéntrica de la creación y de nuestra complicidad en las relaciones económicas injustas a nivel local y global. Nos arrepentimos de aquellos aspectos de nuestro estilo de vida personal y social que deterioran la creación, y de nuestra falta de acción política. Debemos cambiar radicalmente nuestra vida en respuesta a la indignación y la tristeza de Dios por la agonía de su creación.

8. Nos comprometemos ante Dios, y llamamos a toda la familia de la fe a dar testimonio del propósito redentor de Dios para toda su creación. Buscaremos formas apropiadas de restaurar y construir relaciones justas entre los seres humanos y con el resto de la creación. Nos esforzaremos por vivir responsablemente, rechazando el consumismo y la explotación que resulta de él (Mateo 6:24). Enseñaremos y modelaremos la mayordomía de la creación como parte de la misión integral. Intercederemos ante Dios por las personas que más sufren los efectos de la degradación ambiental y el cambio climático, y actuaremos con justicia y misericordia entre ellas, con ellas y por ellas (Miqueas 6:8).

9. Unimos nuestra voz a la del resto de la sociedad para demandar a los líderes locales, nacionales y globales que cumplan la responsabilidad que tienen de enfrentar la crisis del cambio climático y la degradación ambiental mediante los mecanismos y convenciones acordados a nivel intergubernamental, y de asegurar los recursos necesarios para garantizar un desarrollo sustentable. Sus reuniones como parte del proceso del Convenio Básico de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático deben producir acuerdos justos, comprehensivos y adecuados. Los líderes deben apoyar los esfuerzos de las comunidades locales para adaptarse al cambio climático, y deben actuar para proteger la vida y el sustento de las personas más vulnerables al impacto de la degradación ambiental y el cambio climático. Reconocemos que entre ellas las más afectadas son las mujeres y las niñas. Hacemos un llamado a los líderes a invertir en el desarrollo de nuevas tecnologías y fuentes de energía limpias y sustentables, y a proveer apoyo adecuado para que los grupos pobres, vulnerables y marginados hagan un uso efectivo de ellas.

10. Ya no hay más tiempo para postergaciones o indiferencia. Trabajaremos con pasión, persistencia, oración y creatividad para proteger la integridad de toda la creación, y legar un ambiente y un clima seguro para nuestros hijos y los hijos de sus hijos.

Los que tengan oídos para oír, oigan (Marcos 4:23).

[extraído de http://www.micahnetwork.org/sites/micahnetwork.org/files/Mayordomiadelacreacionycambioclimatico-Declaración.pdf]

Red Miqueas - 17 de julio de 2009

Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar

lunes, 24 de agosto de 2009

Lunes 24 de agosto

Características del político y de la política cristiana

Las motivaciones del político cristiano, sus cualidades de orden intelectual y sus virtudes morales. La Política como Ciencia como arte, como técnica, como virtud y como providencia


La vocación personal para la política, en cuanto incide en el quehacer político, no es universal. No todo los cristianos tienen la dotación imprescindible para ella, es decir, capacidad subjetiva y afición personal, que permitan convencer y mandar. El perfil de esta vocación se hace necesario para definir al político verdadero y no confundirlo con quien le sustituye, a la manera como lo hace el producto sucedáneo con la mercancía auténtica. Ello nos lleva, lógicamente, para evitar todo confusionismo, a una fijación de límites entre la verdadera y la falsa política. Por eso, un esquema completo de la cuestión que nos ocupa nos obliga a hablar de sujeto activo del quehacer político, es decir, del político y de la tarea que se propone realizar con dicho quehacer y, por tanto, de la Política.

El político

Las causas que mueven al quehacer político son muy diversas: responder a una vocación, hacer una carrera profesional, embarcarse en una aventura, procurarse una distracción. El quehacer político es, en el primer caso, respuesta a una llamada; en el segundo un "modus vivendi"; en el tercero, oportunismo pragmático; y en el cuarto y último, un simple divertimento ocasional.

Sólo en el primer caso se define el político auténtico, atraído por "la necesidad, fecundidad y nobleza de la acción política" (Pablo VI a la "Unión Interparlamentaria europea", 23-IX-72).

Ahora bien; en tanto en cuanto la acción política es algo más que administración, orden público, abstracción ideológica, instrumentalización técnica o halago a la multitud, al político no le puede remplazar, so pena de que la acción política degenere, ni el burócrata, ni el policía, ni el intelectual, ni el técnico, ni el demagogo.

La acción política requiere a su servicio: una buena administración, pero que no puede reducirse a pura burocracia mecanicista; orden en la calle, pero fruto del orden interno que surge de la justicia de la comunidad; ideas que presidan la tarea, como impulso y como meta, pero sin caer en el sueño engañoso y desmoralizante de una utopía imposible; técnica adecuada, como especialización operativa y nunca como ídolo que acaba convirtiendo al hombre en "robot"; poesía emocional, que cautive al pueblo y lo incite a construir, pero nunca descargas pasionales que lo envilezcan o discursos o medidas de gobierno aduladoras y serviles para el logro de la simpatía y un aplauso ocasional y utilitario.

Cualidades del político

Si el político es el que tiene capacidad subjetiva para su quehacer propio, es decir, para la tarea de gobernar, aquélla requiere determinadas cualidades, sin las que resulta imposible que el hombre que responde afirmativamente al llamamiento satisfaga las exigencias de su vocación. Siguiendo en parte a Leopoldo-Eulogio Palacios en su libro "La prudencia política" (Editorial Gredos, Madrid, 1978, págs. 119 y ss.), las cualidades de los políticos han de ser, en el orden cognoscitivo y en el preceptivo, las siguientes:

a) De orden cognoscitivo:

  • Buena memoria que le depare una información correcta del pasado;
  • Intuición que le permita contemplar sin dificultades el presente;
  • Profetismo que le faculte para vislumbrar y gobernar de cara al futuro;
  • Docilidad que le haga prestar atención al magisterio de otros;
  • Agilidad mental que sin perjuicio de ese magisterio, le habilite para el estudio;
  • Razón industriosa que le facilite el uso hábil de los conocimientos adquiridos.
b) De orden preceptivo:
  • Circunspección para atender a las múltiples y variantes circunstancias de tiempo y lugar;
  • Cautela para evitar los obstáculos, distinguir el amigo del enemigo público, lo que es nocivo y lo que es útil a la república;
  • Valor sereno ante el peligro;
  • Voluntad para superarlo.
  • Mística y acción del político
El político auténtico sabe conjugar, casi de modo intuitivo, la mística con la acción sobre la materia fluida en que la misma acción se proyecta; y tal conjunción se produce porque la mística no se identifica con el mito, que es falso, sino con lo místico, que, no obstante permanecer oculto e invisible, es verdadero. De esta forma, el político por vocación no deserta, aunque trepide su intimidad profundamente sensible ante la obra ardua y jamás conseguida de informar plenamente y de conformar de un modo absoluto los materiales que se le ofrecen según el arquetipo doctrinal que admira y desea.

El político puede y debe tener, en determinadas circunstancias, espíritu revolucionario, pero no debe ser tan sólo un revolucionario. El político que es tan solo un revolucionario, no realiza jamás la revolución proyectada, porque, falto de visión o su puesto lo ocuparan quienes gozan de talento práctico, o, siguiendo al frente de la misma, la convierte en un caos que acaba resolviéndose con la tiranía.

El político auténtico, y me refiero al político cristiano, conjuga igualmente el "finis operis" con el "finis operantis", es decir, el fin de la obra política, con sus leyes propias, que a veces permiten calificarla de neutral, como una ley de transportes que podría subscribir un político ateo, y el fin que el político se propone con esa ley, y que no es otro, en nuestro caso, que un servicio al bien común.

El político se entrega a su labor con ánimo de sacrificio. Sabe que aquél que se mete a redentor es crucificado y, no obstante, acepta de antemano la crucifixión, con tal, si es posible, de redimir. Ese espíritu de servicio y de sacrificio de que hablaba un gran pensador, le hace traspasar plenamente su vocación de las virtudes cardinales:

Virtudes cardinales del político
  • Fortaleza, que evita o frena el efecto desmoralizador de la incomprensión, de la ingratitud y de la traición;
  • Templanza , que evita o frena el orgullo que puede deparar el éxito y la desesperación que puede producir el fracaso;
  • Justicia , que evita o frena la tentación de inclinarse por lo útil, beneficioso o conveniente, sacrificando la obligación de dar a cada uno lo suyo;
  • Prudencia , que evita o frena el desbocamiento intemperante, que lo mismo precipita a la acción, que la anquilosa por abulia o cobardía.
El político cristiano, en fin, como ha escrito Leopoldo-Eulogio Palacios (Ob. Cit. Página 161), "cuando alcanza el punto de su perfección, obra impelido por una ola espiritual en cuya cresta reluce el sol de la abnegación, renuncia al egoísmo en aras del bien común y hasta se entrega a la muerte por su pueblo". Tal es el caso, entre otros, de los que podríamos llamar héroes nacionales.

La política

Si el quehacer político postula como sujeto estimulante un hombre con la dotación expuesta, conviene que ahora expongamos qué es y en qué consiste la Política con mayúscula para no confundirla con alguno de sus ingredientes, que al identificarla con ellos la transforma en farsa.

En esta línea, es preciso señalar que la Política puede contemplarse desde el plano filosófico, y entonces se define como Ciencia; desde el punto de vista de la sensibilidad, y entonces se define como Arte; desde su operatividad instrumental, y entonces se define como Técnica; desde los valores que moviliza y entonces se define como Virtud; desde la participación que comporta en la tarea superior de gobierno, y entonces se define como Providencia.

La política como ciencia

La política como ciencia descubre, enumera, da a conocer y estudia los principios en que se apoya y el objeto que con ella se persigue. En síntesis, y como ya tuvimos ocasión de decir, tales principios son: el del origen divino de la comunidad civil y del poder político; el de la naturaleza social del hombre; el de la consideración del gobernante como ministro de Dios; y el del bien común integral, inmanente y transcendente, como fin de la comunidad política, de la autoridad que la rige y del ordenamiento jurídico.

La Política, ciencia arquitectónica, según Aristóteles, es para Santo Tomás "la principal de todas las ciencias prácticas y la que dirige a todas, en cuanto considere el fin perfecto y último de las cosas humanas (pues) se ocupa del bien común, que es mejor y más divino que el bien de los particulares".

Ahora bien; no basta poseer la Ciencia política para ser político, como no basta ser un magnifico profesor de derecho para ser un gran abogado; y ello por la sencilla razón, como dijo Pablo VI (Discurso a la Asamblea de la Unión Interparlamentaria, 23-09-1972), de que la acción política no se desarrolla en abstracto, sino mediante el contacto con la realidad humana concreta... Una acción política separada y extraña a la realidad humana sobre la que pretende ejercerse, deja de ser acción política (y se queda) en una acción en el vacío, con todos los peligros que este vacío encierra".

Ello quiere decir que la Política, además de Ciencia, y por ser Ciencia práctica, que pone en acción los principios para conseguir los fines, se comporta como Arte y como Técnica.

La política como arte

Acierta, pues, el Cardenal Enrique y Tarancón (Ob. Cit., página 105), en una de sus "Cartas cristianas", cuando dice que "la política es principalmente arte de realidades más que de principios. Existen principios que habrán de orientar toda actuación política (pero) ésta deberá atemperarse por necesidad a las realidades de cada país, de cada época histórica y aun a las posibilidades de una gestión eficaz".

Por ello la política -"arte difícil y noble" ("Gaudium et Spes", nº 75)- es una creación artística previa a la proyección exterior, y luego a modo de obra presentida, esbozada en la intimidad, a la manera del cuadro, de la escultura, del poema o de la música, que surgen de la sensibilidad herida y excitada, pero que aún no se han manifestado en el lienzo la piedra, la estrofa o el violín; y precisamente porque a la luz de los principios, contemplando la realidad, la política demanda una manifestación que la haga tangible, hay que considerar también a la política como técnica.

La política como técnica

Una técnica que permite manejar hábilmente los recursos de la comunidad, como maneja el pintor los pinceles y colores, a fin de dar vida al esquema alumbrado en su interior.

Ahora bien; reducida la Política a simple arte -desconectada de su Ciencia-. No tiene más explicación que el éxito, y el éxito se reconduce al esquema interior aludido.

La política así, como arte y como técnica, se convierte en maquiavelismo sin escrúpulos, que santifica la razón de Estado, o en activismo, que busca su justificación solo en las obras, tanto más eficaces cuanto más sofisticado sea el rigor técnico empleado par lograrla. Identificada la política con el arte o con la técnica, o con ambas a un tiempo, la política se desarraiga de su territorio moral, independizándose de toda preceptiva superior. Si la política es tan sólo instrumentalidad operativa, se hace tecnocracia y burocratismo para el desarrollo, la acumulación de bienestar y el aumento de la riqueza y del consumo.

En cualquier caso, la política, vaciada de su propio contenido, es incapaz de cumplir con su tarea ordenadora de la nación, cuando, como arte, no consigue el éxito de la obra perfecta o cuando, por fallar los elementos disponibles, el desarrollo se detiene o aniquila. Sólo la política como haz de Principios y de fines -es decir, como Ciencia, que pone en acción un temperamento artístico, sirviéndose de la técnica-, puede ofrecer garantías de estabilidad a un pueblo en los trances difíciles de su historia apelando a la virtud -palabra que significa fuerza y también virilidad- que ha cultivado con esmero. De aquí la consideración de la política como virtud.

La politica como virtud

Como virtud cardinal o moral y como virtud teologal, la política es una realidad moral, que como indica Leopoldo Eulogio Palacios, debe moralizar el arte que la impulsa y la técnica que utiliza, toda vez que la moralidad de los principios y de los fines de la Política verdadera postula la moralidad de los medios empleados. Pues bien; sólo la prudencia permite que el arte y la técnica funcionen como medios al servicio de la Política, y que la política se ordene, no tanto al éxito o al desarrollo -que cuentan, naturalmente- como a la bondad intrínseca que proporciona a los súbditos.

Pero la Política verdadera es un desbordamiento de la Caridad. Pío XI, en su discurso de 1927 a la Federación Universitaria italiana, decía: "El dominio de la política... mira los intereses de la sociedad entera, y bajo este aspecto es el campo de la más vasta caridad, de la caridad política, de la que podemos decir que ninguna otra supera, salvo la de la religión. Y así -concluye Pío XI- deben considerar la política los católicos".

Esta incursión de la Política en la caridad, la vislumbró Donoso Cortés, como explica Alberto Caturelo ("El hombre y la historia", Editorial Guadalupe, Buenos Aires, 1959, págs. 183-4), al denunciar la progresiva "represión exterior" que supone la fuerza física, representada por los Cuerpos de seguridad del Estado -cada día más numerosos, con más y mejores medios represivos- como único recurso para mantener el orden perturbado diaria y gravemente, por la falta de aquel espíritu de apacible convivencia que produce y extiende la "charitas" política en el seno de la comunidad.

La tragedia que supone el Estado absorbente y totalitario, que destroza hasta la intimidad del ciudadano, que extorsiona y publifica todo y que todo lo invade, no tiene más explicación que la ausencia de la "charitas". El desplazamiento y alejamiento de la política de la órbita que la vincula a la teología, la proyecta como una bola de nieve que se precipita al abismo y engloba y engulle en su descenso, cada vez más veloz, cuanto encuentra a su paso. Solamente una detención varonil al descenso degradatorio de la falsa política, y una corrección de su rumbo, puede situarla en la órbita que le corresponde y transformarla en Política verdadera, es decir Política como prudencia y "charitas", y por ello, en la Política como Providencia.

La politica como providencia

Si la política es gobernar, y gobernar es prever y proveer, previsión y provisión; si la política supone autoridad en la comunidad, y la comunidad y la autoridad pertenecen al orden querido por Dios, la política ha de comportarse como participación humana -al modo de causa segunda- en el plan divino para el gobierno de la humanidad; como agente activo y promotor de la historia de cada pueblo; como adivinación programada o intuida en el momento preciso, de aquello que hace de lo futurible futuro y del futuro presente dominado, con aquella dominación o soberanía que al hombre le fue concedido, conforme al relato del Génesis.

Quizá sea un gran pensador, como hemos dicho en tantas ocasiones, quien ha esbozado en términos más sugestivos este encuadramiento teológico del quehacer político. La referencia a la política como restauradora del sabor de la norma, indica ya su pensamiento clarividente acerca del papel subordinado de aquélla a una preceptiva superior.

Pero donde este pensamiento alcanza la cima es cuando concibe la acción política como fruto del amor de perfección a la Patria, es decir, como desbordamiento de la caridad. Para este gran pensador, hay que distinguir entre "los que aman a su patria porque les gusta (y) la aman a golpe de instinto, por un oscuro amor a la tierra... con una voluntad de contacto... física y sensualmente" y los que -decía- "la amamos, aunque no nos gusta, con una voluntad de perfección".

Ese amor es el que ha de movilizarnos a nosotros como movilizó a los héroes nacionales y a tantos españoles, conocidos o desconocidos, en el curso de su historia, tantas veces secular. Esa movilización, que la caridad urge, pretende la predicación -en una sociedad apática, corrompida o estragada- de la buena nueva, que mantiene la esperanza -que no la espera marxista- en un resurgimiento nacional. Con ese amor esperanzado, sobre una fe teologal robusta, hay que encender amor, y encenderlo, como quería este gran pensador, no de una manera suave, sino resuelta, enérgica y viril, estando dispuestos, con ese amor y por amor a España, a ofrecer, incluso, el sacrificio del tiempo, del bienestar y de la fama.

Tal es la única interpretación auténtica desde el plano del quehacer político, de la estimación del hombre - que, con la Nación, uno de los Ejes del Sistema-, como un ser "portador de valores". Tales valores, en el hombre, gobernante o gobernado, no se alojan en un equipaje que llevamos con nosotros. Se trata, más bien, de valores incorporados a nuestra esencia, por no decir que son nuestra esencia misma. Tales valores deben funcionar como los talentos de la parábola.

No pueden enterrarse, para conservarlos. Hay que ponerlos en juego. De aquí que, como sugiere Horia Sima ("El hombre cristiano y la acción política"), el alma no puede abandonarse a la mediocridad; ni el servicio a la Patria reducirse a una emoción lírica, pero inoperante; ni el amor a Dios, a una estratagema hábil para conciliarlo y hacerlo compatible con el amor a Belial. Tal es la predicación, que no la propaganda, que se precisa para cumplir el deseo de la "Gaudium et Spes" (nº 75); "educar políticamente al pueblo y, sobre todo, a la juventud".

De otro lado, la consideración de la Política como Providencia, que la levanta a su mayor dignidad, la intuyó también el pensador citado, cuando a partir de la dinámica de los valores eternos, que son los que definen al hombre, integra todos los quehaceres y, por tanto, el quehacer político, en el pálpito universal de la obra divina, ya que con ese quehacer político, hasta en la más humilde de las tareas diarias que impone, "estamos sirviendo, al par que nuestro modesto destino individual, el destino de España, de Europa y del mundo, el destino total y armonioso de la Creación".

Conclusiones

Las conclusiones que podemos formular, al termino de nuestro estudio sobre el quehacer político, son las siguientes:
  • El quehacer político, por ser político, contempla unos principios y unos fines que la Política ofrece como Ciencia; pero por tratarse de un quehacer, de un "agere", se mueve en el terreno de las realidades y de las posibilidades, como arte y como técnica. Por hallarse amparado por una Ciencia la política no convierte el quehacer político en arbitrariedad u oportunismo. Pero por tratarse de una Ciencia practica, no paraliza dicho quehacer, sublimándolo y elevándolo a la nube de la especulación teórica.
  • El quehacer político, por encaminarse a la construcción y a la actividad de un Sistema al servicio del hombre y de la comunidad política, ha de regirse por la virtud moral de la prudencia -ordenadora de los medios y de los fines- y por la virtudes de la caridad, que aspira al mejoramiento perceptivo, en todos los órdenes, el material y el espiritual, del hombre, portador de valores eternos, y de la nación en que el hombre vive e incoa su destino transcendente.
  • El quehacer político es una participación del hombre que lo asume, en el plan divino o esquema providencial de la historia.
  • El quehacer político no es un cometido profesional estricto, ni aventura pragmática u ocasional, ni distracción o pasatiempo de coyuntura, sino vocación sacrificada, compromiso servicial -para servir y no para ser servido-, y abnegación heroica.
  • El quehacer político no es astucia maquiavélica que permite aparentar virtudes, o es una estrategia para engañar y triunfar, pero tampoco es falsa prudencia o "prudentia carnis", que reduce dicho quehacer a un pacto consensuante con el mal, a una cesión ideológica permanente, a una entrega concertada de posiciones al enemigo, a una adulación a la masa, que hace del político, no el conductor de un pueblo sino el monigote de la plebe.
  • El quehacer político, inflexible en los principios, pragmático en sus aplicaciones, y moral en sus criterios, buscará siempre la edificación de un Sistema que la razón práctica, la prudencia política, el saber histórico, el talante personal y nacional y la circunstancia externa, aconsejan como el más idóneo y apropiado para el hombre y la comunidad en que dicho quehacer político ha de proyectarse, rechazando el mimetismo importador y los esquemas universales abstractos y ateniéndose al lema "revitalizar la tradición creando futuro".
  • El quehacer político bueno descarta la ideología marxista y el "status quo" del liberalismo y nos exige aceptar la grandeza y servidumbre de un movimiento que de conformidad con las pautas expuestas en este artículo, sin vacilaciones ni cobardías se identifique, y comparezca ante la opinión pública, como un movimiento de carácter nacional y cristiano.
[tomado de http://es.catholic.net/empresarioscatolicos/464/997/articulo.php?id=11145]

Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar

viernes, 21 de agosto de 2009

Viernes 21 de agosto

Jesucristo, Luchador por la justicia

"Juzga con justicia, y pelea"
(Ap 19:11)

La figura de un Cristo armado con espada, que viene a combatir, choca contra las sensibilidades de nuestra mentalidad moderna. Preferimos a un Jesús más simpático, amable y agradable, que amenaza menos nuestra tranquila seguridad. Tomás Münzer, de la Reforma Radical en Alemania, denunció la "bondad ficticia" que cree en un Cristo dulce y desconoce al Cristo amargo de los evangelios. Se nos olvida que el Jesús bíblico se enojaba más de una vez (Mr 3:5; 10:14; Stam 2004B:203-204) y vivía consumido por el celo de la casa de su Padre (Jn 2:17). Él tuvo enemigos, y provocaba constantemente la ira de ellos. ¿Dónde está ahora el Jesús que tomó el látigo, revolcó las mesas y purificó el templo?

El Hijo de hombre armado no se presenta sólo contra la bestia sino también ante la iglesia para "pelear contra ellos con la espada de mi boca" (Ap 2:16). En 2:23 ese "Jesús amargo" amenaza con "herir de muerte" a los hijos de Jezabel, la falsa profetisa. ¿Estará tan inmaculada la iglesia de hoy que Cristo haya podido envainar para siempre su espada de juicio? ¿No será que algunos sectores "evangélicos" predican un Cristo domesticado?

Una tensión paradójica marca la figura del Jesús bíblico: es el Príncipe de Paz, pero a la vez dijo, con gran énfasis, que no había venido a traer paz a la tierra sino espada (Mt 10:34):

No crean que he venido a traer paz a la tierra.
No vine a traer paz sino espada.
Porque he venida a poner en conflicto
al hombre contra su padre,
a la hija contra su madre,
a la nuera contra su suegra;
los enemigos de cada cual
serán los de su propia familia (Mt 10:34).

Según esas palabras de Cristo, la división no era sólo una consecuencia accidental de su venida. Al contrario, ¡a eso vino! En los versículos siguientes Jesús rechaza a los que aman más a sus familiares que a él (Mt 10:37) De hecho, aun en su propia familia, su persona trajo espada y división (Lc 2:14; Mr 3:31-35; Jn 7:3-5). A diferencia de nuestra sociedad moderna, cuando muchos tienen a la familia como el valor supremo, Jesús siempre la pone en un segundo lugar. Por mucho que se intente explicar estas declaraciones de Jesús, siguen siendo profundamente subversivas de nuestro actual orden social. Como observa Mounce (1998:98), "el llamado al compromiso total siempre ha traído división".

Esta conflictividad de Jesús se veía en todo su ministerio. Denunciaba incansablemente la corrupción, la injusticia y la hipocresía de los líderes nacionales. Su vida era de constantes controversias. Era ferozmente agresivo ante los poderosos (Mt 13) pero siempre tierno y compasivo con "los de abajo", con los pobres, rechazados, los marginados. Pensaba con cabeza propia, atrevidamente: "Maestro, sabemos que eres un hombre íntegro... No te dejes influir por nadie porque no te fijas en las apariencias" (Mt 22:16). Por falta de esa criticidad rigurosa, muchos cristianos hoy, incluso muchos líderes y políticos, son inocuos e inofensivos. Por cobardía mental, nos hemos acomodado al mundo, al sistema vigente, sin la claridad y la valentía para pelear por la voluntad de Dios.

Si pelear es malo, entonces Dios mismo es el peor de los malos y los profetas le siguen. El Antiguo Testamento repite constantemente, desde el momento del éxodo (Ex 14:14,25), que Yahvéh es hombre de guerra y pelea contra los enemigos de su pueblo. Los profetas, por su parte, eran luchadores que vivían en constantes pleitos. Atacaban sin pelos en la lengua, a veces en términos realmente insultantes, como cuando Amós llama a las mujeres ricas de Samaria "vacas de Basán" (Am 4:1). Condenaban a los que vivían tranquilos en Sión (Am 6:1) y que dicen "Paz, paz, cuando no hay paz" (Jer 6:14; 8:11). Para Jeremías, esta llamada conflictiva le causó serias depresiones:

¡Ay de mí, madre mía,
que me diste a luz
como hombre de contiendas y disputas
contra toda la nación!
No he prestado ni me han prestado,
pero todos me maldicen (Jer 15:10).

Hoy el Señor nos llama a una presencia profética inmersa en las controversiales realidades de nuestro tiempo. Cuando Cristo nos dijo, "Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia" (Mt 6:33), no quiso decirnos que nos afanáramos para ganar al cielo cuando nos muramos sino que nos esforzemos por promover ese reino y su justicia aquí en el mundo de hoy. Cuando oramos, "Venga tu reino" (Mt 6:10), no estamos invocando la segunda venida de Cristo sino comprometiéndonos a luchar para que la voluntad de Dios se haga en nuestras tierras, como en el cielo. Ese es un llamado muy desafiante.

El ejemplo del Jesús combativo nos inspira a orar, con la popular canción,

Sólo le pido a Dios
Que el dolor no me sea indiferente,
Que la reseca muerte no me encuentre
Vacío y solo, sin haber hecho lo suficiente.

Sólo le pido a Dios
Que lo injusto no me sea indiferente...

Ni la guerra, ni el engaño, ni el futuro,

Ni la corrupción, ni la avaricia,

Ni la teología de la prosperidad,
No nos sean indiferentes,

¡sino que nos consuma el celo por el reino de Dios y su justicia!

Juan Stam

El Dr. Juan Stam es teólogo, profesor, escritor y miembro de la Fraternidad Teológica Latinoamericana. Vive en Costa Rica (www.juanstam.com)

Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar

jueves, 20 de agosto de 2009

Jueves 20 de agosto

Misión integral

La misión integral o transformación holística es la proclamación y la demostración del evangelio. No es simplemente que la evangelización y el compromiso social tengan que llevarse a cabo juntos. Más bien, en la misión integral nuestra proclamación tiene consecuencias sociales cuando llamamos a la gente al arrepentimiento y al amor por los demás en todas las áreas de la vida. Y nuestro compromiso social tiene consecuencias para la evangelización cuando damos testimonio de la gracia transformadora de Jesucristo. Si hacemos caso omiso del mundo, traicionamos la palabra de Dios, la cual nos demanda que sirvamos al mundo. Si hacemos caso omiso de la palabra de Dios, no tenemos nada que ofrecerle al mundo. La justicia y la justificación por la fe, la adoración y la acción política, lo espiritual y lo material, el cambio personal y el cambio estructural están unidos entre sí. Ser, hacer y decir están en el corazón mismo de nuestra tarea integral.

Nos hacemos un llamado a regresar a la centralidad de Jesucristo. Su vida de servicio sacrificado es el paradigma del discipulado cristiano. En su vida y por medio de su muerte, Jesús modeló la identificación con los pobres y la inclusión del otro. En la cruz Dios nos muestra la seriedad con que él mira la justicia, y reconcilia consigo mismo a ricos y pobres al cumplir con las demandas de su propia justicia. En nuestro caminar con los pobres, servimos en el poder del Señor resucitado por medio del Espíritu, y encontramos nuestra esperanza en el sometimiento de todas las cosas a Cristo y en la derrota final del mal. Confesamos que con demasiada frecuencia no hemos llevado una vida digna de este evangelio.

La gracia de Dios es lo que impulsa la misión integral. Como recipientes de un amor inmerecido, debemos ser personas caracterizadas por la gracia, la generosidad y la aceptación de los demás. La gracia redefine la justicia no solamente honrando un contrato, sino ayudando al que está en situación de desventaja.

Misión integral con los pobres y marginados

Los pobres, como todos los demás, son portadores de la imagen del Creador. Tienen conocimiento, habilidades y recursos. Tratar a los pobres con respeto significa empoderarlos para que sean los arquitectos de cambio en sus comunidades en lugar de imponerles soluciones. Trabajar con los pobres involucra construir relaciones que conducen a un cambio mutuo.

Apoyamos actividades asistenciales como importantes en el servicio con los pobres. Tales actividades, sin embargo, deben ampliarse para incluir avances hacia la transformación de valores, el empoderamiento de las comunidades pobres y la cooperación en cuestiones de justicia aún más amplias. En vista de su presencia entre los pobres, la iglesia está en una posición singular para restaurar en ellos la dignidad que les ha dado Dios, empoderándolos para producir sus propios recursos y crear redes de solidaridad.

Rechazamos cualquier uso de la palabra "desarrollo" que implica que algunos países son civilizados y desarrollados mientras otros son incivilizados y subdesarrollados. Esto impone un modelo económico reducido de desarrollo y falla en reconocer la necesidad de transformación en los así llamados países "desarrollados". Aunque reconocemos el valor de la planificación, la organización y la evaluación y otras herramientas similares, creemos que éstas deben estar al servicio del proceso de construir relaciones, cambiar los valores y empoderar a los pobres.

El trabajo con los pobres involucra contrariedades, oposición y sufrimiento. Pero también nos hemos sentido inspirados y motivados por testimonios de cambios. En medio de la desesperanza, tenemos esperanza.

Misión integral y la iglesia

Dios por su gracia ha dado a la iglesia local la tarea de la misión integral. El futuro de la misión integral se define en términos de plantar iglesias locales y capacitarlas para que transformen las comunidades de las cuales forman parte. Las iglesias como comunidades de cuidado e inclusivas están en el corazón de lo que significa hacer misión integral. La gente es a menudo atraída a la comunidad cristiana antes de ser atraída al mensaje cristiano.

Nuestra experiencia de caminar con las comunidades pobres nos plantea un interrogante sobre lo que significa ser iglesia. La iglesia no es meramente una institución u organización, sino comunidades de Jesús en las cuales se hacen carne los valores del Reino. La participación de los pobres en la vida de la iglesia nos está forzando a encontrar nuevas maneras de ser iglesia en el contexto de nuestras culturas en vez de ser un mero reflejo de los valores de una cultura o subcultura dominante. Nuestro mensaje tiene credibilidad en la medida en que adoptamos un acercamiento encarnacional. Confesamos que con demasiada frecuencia la iglesia se ha dedicado a la consecución de dinero, éxito e influencia. Sin embargo, el reino de Dios le ha sido dado a la comunidad que Jesucristo denominó su rebaño pequeño.

No queremos que nuestras tradiciones eclesiásticas estorben el que trabajemos juntos por el reino. Nos necesitamos mutuamente. La iglesia puede enfrentar mejor el problema de la pobreza cuando trabaja con los pobres y otros actores tales como la sociedad civil, los gobiernos y el sector privado, sobre la base del respeto mutuo y el reconocimiento del papel de cada socio. Ofrecemos la Red Miqueas como una oportunidad de colaboración para el beneficio de los pobres y la causa del evangelio.

Misión integral y defensoría

Confesamos que en un mundo de conflictos y tensiones étnicas, con frecuencia hemos fallado en la tarea de construir puentes. Estamos llamados a trabajar por la reconciliación entre comunidades divididas étnicamente, entre ricos y pobres, entre opresores y oprimidos.

Reconocemos el mandato de hablar por quienes no pueden hablar por sí mismos, por los derechos de todos los que han sido destituidos en un mundo que ha colocado los "derechos del dinero" por encima de los derechos humanos. Reconocemos la necesidad de defensoría tanto para abordar la injusticia estructural como para rescatar al prójimo necesitado.

La globalización es en realidad, con frecuencia, el dominio de culturas que tienen el poder de promover sus productos, tecnologías e imágenes más allá de sus fronteras. A la luz de este hecho, la iglesia con su rica variedad desempeña un papel singular por ser una comunidad verdaderamente global. Exhortamos a los cristianos a formar redes y cooperar con el fin de encarar juntos los desafíos de la globalización. La iglesia necesita una voz global unida para responder a los daños causados por la globalización a los seres humanos como al medio ambiente. Esperamos que la Red Miqueas fomente un movimiento de resistencia al sistema global de explotación.

Afirmamos que nuestra lucha contra la injusticia es espiritual. Nos comprometemos a orar y a interceder por los pobres no sólo ante los gobernantes de este mundo sino también ante el Juez de todas las naciones.

Misión integral y estilo de vida


La misión integral es la preocupación de todo cristiano. Queremos mirar a los pobres con los ojos de Jesús, quien al ver las multitudes tuvo compasión de ellas porque estaban maltratadas y desvalidas como ovejas sin un pastor.

Hay necesidad de un discipulado integral que involucre el uso responsable y sustentable de los recursos de la creación de Dios y la transformación de las dimensiones morales, intelectuales, económicas, culturales y políticas de nuestra vida. Para muchos de nosotros esto incluye la recuperación de un sentido bíblico de mayordomía. El concepto bíblico del Sábado nos recuerda que debemos poner límites a nuestro consumo. Los cristianos ricos, tanto en Occidente como en el Mundo de los Dos Tercios, deben usar su riqueza y su poder en el servicio de los demás. Tenemos el compromiso de trabajar para liberar a los ricos de su esclavitud al dinero y el poder. La esperanza de tesoros en el cielo nos libra de la tiranía de mamón.

Nuestra oración es que, en nuestro día y en nuestros diferentes contextos, podamos hacer lo que el Señor requiere de nosotros: actuar con justicia y amar la misericordia y caminar humildemente con nuestro Dios.

[extraído de http://www.micahnetwork.org/node/3123]

Declaración de la Red Miqueas de la Misión Integral

Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar

miércoles, 19 de agosto de 2009

Miércoles 19 de agosto

¿Una teología de la vida pública?

Cuando se trata el tema del cristiano en la vida pública suele darse una doble reacción: 1) Para unos todo cuanto atañe a asuntos públicos es ajeno a la fe, ya que ésta tiene su radio de acción únicamente en el ámbito privado de la conciencia, en la que el hombre se relaciona con Dios. Esta actitud es compartida por quienes desde el secularismo piensan que es la ausencia de la fe, que debe reclamar en exclusiva el espacio público. 2) Otros, por el contrario, consideran que la fe tiene que informar toda la vida del cristiano que, como cualquier hombre, es fundamentalmente un ser social.

Es decir, que con todas las complejidades y riesgos que conlleva hacerse presente en la vida pública, el llamamiento a servir y encontrar a los demás dondequiera que se encuentren, significa extender el amor de Dios al mundo. Es en este sentido que la recuperacion del sentido de la vida pública a la luz de la fe adquiere una enorme importancia. En pocas palabras, necesitamos una teologia de la vida pública.

Pero este esfuerzo por vivir la fe en la sociedad tiene que hacerse explícito. A este respecto cito el pensamiento de Hannah Arendt para quien la acción (praxis) sólo es política cuando va acompañada de la palabra (lexis), en la medida en que esta última convierte en significativa la praxis. Es decir, que cuando la acción se hace acompañar por el discurso, los hombres pueden revelar lo que son y lo que desean para el mundo.

En nuestro contexto, esto significa que la acción social y política de los cristianos en este pais debe explicitarse en un discurso que retome el valor que tiene actuar en la sociedad y a favor de la sociedad. Un discurso que explicite las tres virtudes fundamentales en la vida cristiana que son la fe, la esperanza y el amor.

La fe en Dios que se traduce en autoconfianza colectiva para un pueblo que cree muy poco en si mismo. La fe que produce obras para una super espiritualidad a la guatemalteca que arranca del pasado precolombino – religiones mayas-quichés fatalistas- y ahora se encarna en una evasión del mundo ("Más allá del sol") que no es bíblica ni justa.

La esperanza de un pueblo cuando las ideologías y los hombres hemos fallado. Solamente la confianza en la verdad y la justicia de Dios puede llenar de expectativas positivas a los ciudadanos para emprender una y otra vez la reforma de la sociedad y de sus instituciones en una sociedad presa de la desesperanza.

Para Mathewes (2007:146) la vida pública en el mundo contemporáneo no solamente es testimonio sino que es principalmente la actividad que la iglesia, como el cuerpo de Cristo, emprende en alabanza de Dios como Creador, Sostenedor y Redentor.

En la medida en que podamos empalmar nuestras acciones, que emanan de practicar la vida cristiana de amor, fe y esperanza, con un mensaje referido a la situación de la sociedad guatemalteca, se habrá abierto seguramente la ruta por la que la comunidad protestante en este pais incida en las estructuras sociales y políticas. Mientras tanto, nuestras acciones no tendrán metas explícitas y la sociedad tampoco podrá comprenderlas ni sentirse desafiada a cambiar.


Marco Tulio Cajas L.

El Lic. Marco Tulio Cajas L. trabaja en el Centro de Formación Esdras, en Guatemala.

Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar

martes, 18 de agosto de 2009

Martes 18 de agosto

Los principios religiosos en la actividad política

...Más fundamentalmente, la incomodidad de algunos progresistas con cualquier indicio de religión a menudo nos ha impedido abordar eficazmente temas en términos morales. Parte del problema aquí es retórico: si despojamos al lenguaje del contenido religioso, perdemos el simbolismo y la terminología a través de los cuales millones de estadounidenses entienden tanto su moral personal como la justicia social.

Imagine el Segundo Discurso Inaugural de Lincoln sin referencias a "los juicios del Señor". O el discurso de King "Yo tengo un sueño" sin referencias a "todos los hijos de Dios". Sus invocaciones a una verdad superior ayudaron a inspirar lo que parecía imposible y llevó a la nación a abrazar un destino común.

Sin embargo, el hecho de no recurrir a los fundamentos morales de la nación por parte de los progresistas no es simplemente retórico. Nuestro temor a sonar como predicadores podría llevarnos también a desechar el papel que juegan los valores y la cultura en algunos de nuestros problemas sociales más urgentes.

Después de todo, los problemas de la pobreza y el racismo, la falta de seguro o de empleo, no son simplemente problemas técnicos que esperan el plan perfecto de diez puntos. Están arraigados tanto en la indiferencia social como en la insensibilidad individual, en las imperfecciones del hombre.

Resolver estos problemas requerirá cambios en la política del gobierno, pero requerirá también cambios en los corazones y cambios en las mentes. Yo creo que debemos mantener las armas fuera de nuestros centros urbanos y que nuestros líderes deben decirlo frente a las presiones de los fabricantes de armas, pero también creo que cuando un pandillero dispara a una multitud indiscriminadamente porque siente que alguien le faltó el respeto, tenemos un problema moral. Hay un agujero en el corazón de ese joven, un agujero que el gobierno solo no puede arreglar.

Creo en la implementación vigorosa de nuestras leyes contra la discriminación. Pero también creo que una transformación de la conciencia y un compromiso genuino con la diversidad de parte de los máximos responsables de las empresas de la nación podrían producir resultados más rápidos que un batallón de abogados. De todos modos, ellos tienen más abogados que nosotros.

Creo que debemos dedicar más dólares de nuestros impuestos para educar a niñas y niños pobres. Creo que la obra que Marian Wright Edelman ha hecho toda su vida es inequívocamente cómo debemos priorizar nuestros recursos en la nación más rica de la tierra. También pienso que debemos darles la información sobre contracepción que pueda evitar embarazos no deseados, reducir las tasas de abortos y ayudar a asegurar que todo hijo sea amado y valorado.

Pero, saben, mi Biblia me dice que si educamos a un niño en el camino que debe seguir, cuando sea mayor no se alejará de él. Así que creo que la fe y la orientación pueden ayudar a fortalecer la autoestima de una joven, el sentido de responsabilidad de un joven y un sentido de reverencia que todos los jóvenes deberían tener por el acto de intimidad sexual.

No estoy sugiriendo que todo progresista de pronto se ponga a usar terminología religiosa; eso puede ser peligroso. Nada es más transparente que las expresiones de fe inauténticas. Como mencionó Jim, algunos políticos vienen y aplauden –fuera de ritmo– con el coro. No necesitamos eso.

De hecho, porque no creo que los religiosos tengan un monopolio de la moral, prefiero que una persona fundamentada en la moral y la ética, y que sea secular también, afirme su moral, su ética y sus valores sin simular ser algo que no es. No necesita hacerlo. Ninguno de nosotros necesita hacerlo.

Pero, lo que estoy sugiriendo es esto: los secularistas están equivocados cuando piden a los creyentes que dejen su religión en la puerta antes de entrar al ambiente público. Frederick Douglas, Abraham Lincoln, Williams Jennings Bryant, Dorothy Day, Martin Luther King –por cierto, la mayoría de los grandes reformadores de la historia estadounidense– no sólo fueron motivados por la fe, sino que usaron repetidamente lenguaje religioso para argumentar a favor de sus causas. Así que decir que los hombres y mujeres no deberían inyectar su "moral personal" en los debates de política pública es un absurdo práctico. Nuestra ley es, por definición, una codificación de la moral, gran parte de la cual está basada en la tradición judeocristiana.

Además, si los progresistas nos despojamos de algunos de estos prejuicios, podríamos reconocer algunos valores que comparten tanto las personas religiosas como seculares que se superponen cuando se trata de la dirección material y moral de nuestro país. Podríamos reconocer que el llamado al sacrificio en aras de la próxima generación, la necesidad de pensar en términos de "tú" y no sólo de "yo", resuena en congregaciones religiosas de todo el país. Y podríamos darnos cuenta de que tenemos la capacidad de acercarnos a la comunidad evangélica e interactuar con millones de estadounidenses religiosos en el proyecto mayor de la renovación estadounidense...

[extraído del discurso "Nuestro pasado, nuestro futuro y nuestra visión para Estados Unidos" , pronunciado el 28 de junio de 2006]

Barack Obama

Barack Obama es el actual presidente de Estados Unidos (2009-2013)
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Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar

lunes, 17 de agosto de 2009

Lunes 17 de agosto

La política sin ética no es política

Entrevista al intelectual estadounidense George Weigel, experto en ética y vida pública

¿Queda todavía espacio para la ética en la política de la aldea global? ¿Es posible ser honesto y político? ¿Se puede ser católico y meterse en ese mundo de acuerdos, pactos e intereses? Estos son los interrogantes que ha planteado con fuerza el Jubileo de los parlamentarios y gobernantes .

Para responder a estas cuestiones decisivas para la democracia, Zenit ha entrevistado a un experto en ética y vida pública, George Weigel. Este intelectual estadounidense, antes de dedicarse en cuerpo y alma a escribir su último libro, la biografía más completa sobre Juan Pablo II, «Testigo de esperanza», fue presidente durante siete años del Ethics and Public Policy Center (http://www.eppc.org) en Estados Unidos, un observatorio privilegiado desde el que seguía las grandes cuestiones éticas que tiene que afrontar el escenario internacional en estos momentos: derechos humanos, guerra justa, libertad y capitalismo, etc. Temas que sigue afrontando desde las columnas de autorizadas publicaciones como «Los Angeles Times», «First Things», «The Washington Quarterly», etc.

--Zenit: La política es el arte del compromiso, del acuerdo. ¿Es posible ser buen católico y buen político al mismo tiempo? ¿No son dos términos contradictorios?

--Weigel: Yo creo que tenemos que regresar a una definición más antigua de política. La política, según Aristóteles, es la deliberación mutua sobre los deberes que plantea nuestra vida pública. En este sentido, la política entendida en su auténtico significado tiene una esencia moral irrenunciable. La política no es algo mecánico. La política es deliberación mutua sobre cómo tenemos que vivir juntos, como comunidad civil. Según este concepto, no cabe duda de que los católicos serios pueden meterse en política. De hecho, no sólo es posible, sino que es un imperativo. Es sumamente importante que haya personas que entiendan que la política no es sólo el arte del acuerdo. La política se mueve en una dimensión ética y esta es la contribución que deben ofrecer los cristianos a la arena política hoy. Es una ley moral.

--Zenit: Eso es teoría, pero en la práctica, ¿es posible ser honesto e íntegro en el mundo político actual?

W:--Claro que sí. De hecho, yo creo que el ambiente político actual, que está sumamente dominado por una especie de comercio o de mentalidad publicitaria está desesperadamente abierto a la política de convicciones morales, y yo creo que ciertamente en Estados Unidos los ciudadanos están ansiosos de apoyar a líderes políticos que no son simplemente manipuladores de la opinión pública, sino que aportan convicciones morales serias a la vida pública.

--Zenit: Según usted, ¿cuál es la contribución que pueden ofrecer los católicos a la política? ¿Cuál es su aportación específica con respecto a creyentes de otras confesiones, como pueden ser los judíos, protestantes o musulmanes?

--Weigel: Yo diría que las personas que creen en la Biblia, entre los que se encuentran judíos, protestantes y católicos, ofrecen una comprensión de la política según la cual la democracia no es una máquina que camina por sí sola. La democracia no es simplemente un asunto de instituciones. La democracia es una cuestión de cultura política. Para que haya una democracia que funcione bien se requiere que exista una masa crítica de ciudadanos que hayan aprendido los hábitos intelectuales y afectivos que hacen posible el autogobierno. Estos hábitos de la mente y del corazón son, en pocas palabras, las virtudes. De este modo, la visión de la persona humana que surge de la religión bíblica, la visión de los seres humanos creados a imagen y semejanza de Dios, capaces de conocer el bien y de escoger el bien, es un don esencial que ofrecen los creyentes en la Biblia a la vida política hoy.

La contribución especial que pueden ofrecer los católicos a la vida política en estos momentos es la doctrina social de la Iglesia, la expresión filosófica más desarrollada de esa noción bíblica de vida pública que gira en torno a la dignidad humana, del hombre, imagen de Dios, capaz de conocer y escoger el bien. La doctrina social de la Iglesia ha desarrollado esa idea bíblica de una manera particularmente completa y convincente. Esta es la aportación que pueden ofrecer los católicos en el debate actual.

--Zenit: Un presidente debería representar a los ciudadanos de su país. En Estados Unidos, existe una gran diversidad de religiones. ¿Cree usted que un católico podría representar a los estadounidenses sin dejar de ser católico?

--Weigel: La labor de un presidente no consiste en reflejar las creencias del 51 por ciento de la población. La tarea de un presidente consiste en guiar, y esto, en ocasiones, significa confrontar a los ciudadanos con duras verdades. Creo que un católico puede ofrecer a la política este compromiso por decir la verdad.

--Zenit: Tomás Moro se ha convertido en el patrón de los políticos. ¿No cree usted que constituye un modelo imposible de seguir para los políticos de hoy?

--Weigel: No. Creo que es importante comprender que Tomás Moro murió por esa verdad que hace que un gobierno justo sea posible. Todos nosotros estamos llamados a ser testigos en razón de nuestro bautismo. No todos nosotros nos encontraremos en situaciones que hacen que este testimonio incluya la entrega de nuestras vidas de manera sangrienta, como lo hizo Tomás Moro. Ahora bien, todos nosotros podemos imitar su convicción, según la cual la verdad es aquello sobre lo que gira el mundo y, por consiguiente, aquello sobre lo que gira la vida pública y la política.

[tomado de http://es.catholic.net/abogadoscatolicos/722/2233/articulo.php?id=40934]

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