lunes, 30 de noviembre de 2009

Lunes 30 de noviembre

Historia de la santa mediación

Las largas negociaciones que siguieron a la decisión de la Argentina y de Chile de pedir la mediación del papa Juan Pablo II tuvieron como protagonista al infatigable cardenal Antonio Samoré. Sólo la restauración democrática aseguró la paz.


La mediación del papa Juan Pablo II fue providencial para la Argentina: no sólo evitó una guerra de agresión contra Chile, que estuvo a punto de consumarse a finales de diciembre de 1978, sino que permitió a nuestro país lograr un acuerdo razonable que mejoró notablemente la catastrófica situación en que había quedado tras el laudo arbitral de 1977 de los cinco jueces de la Corte Internacional de La Haya, totalmente favorable a los intereses chilenos.

La posición de Chile era muy fuerte. Había hecho más de setecientos ejercicios de soberanía en la zona en disputa hasta 1915 y contaba con una nutrida batería de mapas de vieja data, en los que figuraban bajo su imperium las islas Nueva, Picton y Lennox, en el canal del Beagle. La Argentina carecía de esos mapas y poco y nada se había interesado por aquellas remotas tierras. La chapucería dominante era tan grave que, como contó a Clarín en 1979 uno de los delegados argentinos en la mediación, en un mapa lujosamente encuadernado en cuero rojo, que desde Buenos Aires le enviaron al cardenal Antonio Samoré, las tres islas figuraban bajo soberanía chilena. Menos mal que nuestro representante, el general Ricardo Etcheverry Boneo, decidió tras un mal presentimiento examinar el documento, que nunca llegó a manos de Samoré, al menos por parte de los argentinos.

Resulta un inquietante misterio saber entonces por qué, en lugar de dejar las cosas en el ambiguo statu quo en que se encontraban y negociar una solución bilateral, el gobierno militar del general Agustín Cano Lanusse aceptó convertir al encuentro en Salta del 22 de julio de 1971 con el presidente constitucional chileno Salvador Allende, en la oportunidad para hacer el pedido conjunto de los dos países de un laudo arbitral a la corona británica. La reina Isabel II no puede ser acusada, como se hizo en aquella época, de parcialidad pro chilena, ya que se limitó a suscribir, el 18 de abril de 1977, el laudo de la Corte Arbitral integrada por cinco jueces de la Corte Internacional de La Haya, como habían pedido las partes.

Cuando el 2 de mayo siguiente el fallo fue consignado a los dos países, los argentinos advirtieron que el desastre era completo. Los jueces de La Haya dieron a Chile las tres islas en disputa, más todas las islas e islotes que se encontraban al sur, hasta el cabo de Hornos, con la isla del mismo nombre, naturalmente bajo absoluta soberanía chilena. Peor aún, Chile adquiría el derecho a la proyección marítima, que le aseguraba una penetración de 200 millas en el océano Atlántico, cuando el principio binacional que defendía la Argentina sostenía para los chilenos una vocación exclusiva por el océano Pacífico.

Nuestro país ya padecía para entonces la peor dictadura militar de su historia: la de talante más rígido, feroz y sangriento. Ese estilo fue aplicado para salir del atolladero en que la Argentina había sido metida por otro gobierno militar con el pedido del laudo arbitral. El conflicto limítrofe con Chile amenazó rápidamente con desembocar en una guerra después que el fallo fue rechazado por la junta militar que presidía el general Videla, hasta que surgió la mediación papal.

Superado el momento más dramático, el 4 de mayo de 1979 Juan Pablo II aceptó oficialmente la mediación tras constatar que de las fronteras habían sido retirados los principales contingentes millitares y que el ánimo bélico, al menos por el momento, había sido puesto a bañomaría. El primer acto fue nombrar como su representante y jefe operativo en las negociaciones al cardenal Antonio Samoré.

El pequeño purpurado, a quien los pocos periodistas vaticanistas que se ocupaban del tema habían bautizado con afecto Topo Gigio, comenzó a trabajar con las mismas tenacidad, paciencia, imaginación y buena voluntad que había demostrado en los días difíciles en que logró sacar adelante el sí a la mediación. Nunca serán suficientes los elogios a la grandeza del cardenal Samoré, que prácticamente sacrificó su vida por la paz entre la Argentina y Chile, dominado además obsesivamente por la idea de no causarle un daño irreparable al flamante papa Karol Wojtyla.

El intríngulis era tremendo porque Chile contaba ya con el fallo del tribunal arbitral que los mismos argentinos habían pedido. Y tenía una poderosísima carta de reserva, si la mediación fallaba: acudir directamente a la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Fuera de la mediación, la dictadura militar argentina seguía contando sólo con la guerra.

El escenario de las largas negociaciones entre las dos delegaciones fue la Casita de Pío IV, la sede construida en el siglo XVII que alberga desde entonces la Pontificia Academia de las Ciencias. La mediación se inició con una fase exploratoria: las delegaciones de la Argentina y de Chile, por separado, se sentaban en una amplia mesa ante el cardenal Samoré y le entregaban documentación de todo tipo, que estudiaba para presentar una propuesta de solución que suscribiera el Papa. En el Archivo Secreto, donde está guardada toda la historia de la mediación, hay más de treinta metros de carpetas, según contó después el propio cardenal Samoré.

En su óptimo libro El delirio armado, el periodista argentino Bruno Passarelli recuerda que en dos años de tratativas hubo sólo seis comunicados de prensa firmados por el cardenal Samoré. Ellos demuestran que, en las cuestiones fundamentales, no se avanzó ni un milímetro. Los argentinos querían discutirlo todo, incluso las soberanías terrestres sobre las islas. Los chilenos aceptaban entablar negociaciones sólo sobre los espacios marítimos, fuertes de la victoria obtenida en el laudo arbitral que les había otorgado todas las islas en disputa y aún más.

A pedido de Samoré, Juan Pablo II hizo un primer llamado ante las dos delegaciones, el 27 de setiembre de 1979, para que adoptaran un nuevo método de trabajo. Como había ocurrido durante los dramáticos momentos previos al comienzo de la mediación, mientras los chilenos demostraban un comando único (el de Pinochet) y un sistema de reflexión y decisiones ágil y eficiente, del lado argentino sobresalían todas las internas de los caciques militares, la atomización de las responsabilidades y la parálisis de las decisiones, que mantenían enjaulados a los negociadores en el Vaticano.

Además, el cardenal debía recibir a los secretarios generales del Ejército, la Marina y la Aeronáutica, que, enviados por sus respectivas armas, monitoreaban cada tanto la marcha de la mediación, demostrando cuánto se desconfiaban institucionalmente entre ellos. Los halcones militares utilizaban en Buenos Aires la línea dura, contraria a cualquier concesión. Las críticas feroces comenzaban a insinuar que Samoré era pro chileno, pero lo peor estaba aún por venir. "Los argentinos no me entregaron un solo mapa anterior a 1955, ni uno solo, que probara que las islas Nueva, Lennox y Picton estaban bajo su soberanía", contó tiempo después el cardenal.

Samoré quiso compensar el desequilibrio implícito, la flaqueza absoluta de la posición argentina, con nuevas ideas que incluso le aportaron algunos expertos europeos vinculados a la Pontificia Academia de las Ciencias. De allí surgió la idea de una zona marítima de gestión común.

Hubo una nueva exhortación del Papa a los dos países el 14 de noviembre de 1980 y el 12 de diciembre, en una ceremonia solemne que se realizó en el Palacio Apostólico del Vaticano, Juan Pablo II entregó su propuesta de solución como mediador. Aquélla fue una jornada negra para los argentinos, porque pese a que la propuesta del Papa mejoraba ya en un 50% el laudo arbitral en lo que se refiere a las fronteras marítimas, como era inevitable Juan Pablo II, asesorado por el cardenal Samoré, reconocía la soberanía chilena sobre todas las islas e islotes en disputa. El Papa habló durante 50 minutos con Carlos Washington Pastor, el brigadier canciller de la dictadura argentina. Los argentinos se concentraron después en la embajada ante la Santa Sede y los periodistas captaron de inmediato la derrota que vivían, pese a que la carpeta con la propuesta papal estaba sellada y podía ser vista sólo por Videla en Buenos Aires.

La propuesta papal se convirtió en la Argentina en un arma tremenda en manos del general Leopoldo Fortunato Galtieri, comandante en jefe del Ejército, que ambicionaba destronar algún día al futuro presidente, general Roberto Viola, que debía asumir la presidencia en unos meses, según estipulaba el método burocrático de sucesión militar. El cardenal Samoré no había advertido la gravedad y la intensidad de las luchas intestinas entre los militares argentinos, ni se imaginaba de lo que eran capaces Galtieri y los duros que lo secundaban. Uniformados y diplomáticos argentinos -junto con una patrulla de periodistas- lanzaron una campaña contra Samoré. "No se puede tratar así al Papa", se lamentaba Samoré, quien comenzó a sufrir descompensaciones cardíacas y achaques originados en su avanzada edad. No faltó la versión que asignaba a una inexistente empleada chilena del cardenal el papel de Rasputín con polleras, ni la visita de miembros de los servicios de información de la Marina disfrazados de periodistas que hasta fueron a Bardi, la ciudad natal de Samoré, donde pasaba el verano con sus familiares, para hurgar en su vida privada y utilizar después los datos que obtuvieran en la campaña. Lo que consiguieron fue aumentar la amargura y las angustias de Samoré.

En los oídos del cardenal resonaban las proféticas palabras de Ricardo Balbín, líder de los radicales, que lo había visitado en su despacho del Archivo Secreto. "No se engañe: Argentina no podrá decirle nunca que sí a la propuesta del Papa hasta que no haya en la Casa Rosada un gobierno democrático". Balbín contó esta anécdota, acompañado por dos familiares durante un almuerzo con Clarín, cerca del Vaticano, poco después de saludar a Juan Pablo II en una de las audiencias generales.

Chile había aceptado la propuesta del Papa el 8 de enero de 1981. Del lado argentino, Samoré recibía hostilidad y difamación, mientras comenzaba a crecer un clima de recíproca hostilidad, con militares y civiles arrestados por ambos países con acusaciones de espionaje. El cardenal Samoré renunció al menos tres veces ante el Papa, quien le reiteró su confianza. El delirio armado culminó el 28 de abril con la decisión del general Galtieri de cerrar la frontera con Chile, de norte a sur, sin avisarles ni al presidente de facto de la dictadura, general Viola, ni a los comandantes de las otras armas, que estaban furiosos con el colega del Ejército. "Me calenté", se justificó Galtieri ante el fastidiado comandante de la Marina, almirante Lambruschini, quien le preguntó: "Pero se da usted cuenta que el país se encuentra así envuelto en una peligrosa escalada?".

En el Vaticano la noticia del cierre de la frontera cayó como una bomba, lo que aumentó las angustias del cardenal Samoré, que se acentuaron el 11 de diciembre de 1981, cuando el general Roberto Viola fue cesanteado como presidente por la Junta Militar y su cargo fue ocupado por Galtieri. En 1982 se acentuaron los problemas de salud y el cardenal Samoré fue internado varias veces en una clínica romana, donde murió de un paro cardíaco el 4 de febrero de 1983, a los 78 años de edad. Para entonces la mediación estaba más en manos del cardenal Agostino Casaroli, secretario de Estado, equivalente al primer ministro del Papa.

Pero Samoré había dado una última contribución fundamental: había logrado que Chile aceptara no recurrir a la Corte Internacional de La Haya mientras el Papa continuara adelante con la mediación. Por el otro lado, la Argentina, que había denunciado a su término el tratado de arbitraje obligatorio con Chile de 1972, se comprometía a prorrogarlo exclusivamente en la cuestión del Beagle. La guerra de las Malvinas y su resultado desastroso para la Argentina liquidaron a Galtieri y a los duros. Agotada la dictadura en el desprestigio y el repudio general, los militares anunciaron que el acuerdo por el conflicto en el que mediaba el Papa lo dejaban en herencia al futuro gobierno constitucional.

Así ocurrió y fue el presidente democrático Raúl Alfonsín el que tomó las riendas que llevaron al éxito final de la mediación, incluso con una inédita consulta al pueblo argentino en un referéndum que arrojó una saludable y abrumadora mayoría en favor del acuerdo. El canciller Dante Caputo y el embajador Hugo Gobbi, secretario de Estado y amigo personal de Alfonsín, nombrado jefe de la delegación argentina, pilotearon esta última fase, que culminó el 23 de enero de 1983 con la Declaración Conjunta de Paz y Amistad, que suscribieron los cancilleres de la Argentina y Chile en el Palacio Apostólico Vaticano delante del Papa, y en la firma del tratado que puso fin al conflicto, el 29 de noviembre de 1984, también en una ceremonia realizada ante Juan Pablo II en el Vaticano.

[tomado de http://www.clarin.com/suplementos/zona/1998/12/20/i-00801e.htm]

Julio Algañaraz, 20 de diciembre de 1998.

El 29 de noviembre de 2009 se cumplieron 25 años de la firma del Tratado de Paz y Amistad entre Argentina y Chile.

Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar

viernes, 27 de noviembre de 2009

Viernes 27 de noviembre

La espiritualidad en la política

El político que sabe trascender realiza una profunda actividad espriritual


Cuando la política está llena de convulsiones, conviene aportar reflexiones que supongan un cambio de paradigma en la concepción dominante sobre la misma. Y no sólo en períodos electorales, sino siempre. Quizás se podría aplicar a la política aquella máxima que afirma que no hay nada más práctico que una buena teoría.

Y la teoría sobre la que me gustaría realizar alguna reflexión es que urge aportar una concepción espiritual de la política, como parte evidentemente de una concepción global de la vida.

Hablar de espiritualidad en la política puede parecer paradójico, en una actividad sometida a tanto descrédito. Hoy la política se concibe mayoritariamente como una lucha por el poder, con pocas ideas sólidas y muchas estrategias, estadísticas e intrigas, aplicándose a menudo el criterio de que todo vale, se note o no, para acceder y mantenerse en el poder.

Ante esta situación me interesa proponer el cambio de paradigma mencionado. Un cambio en la manera de entender la política y especialmente un nuevo lenguaje, más positivo (que por otro lado comporta volver a los clásicos
"premodernos").

Estoy convencido de que es urgente aportar a la sociedad actual una nueva manera de entender la política para dotarla de mas prestigio, de mayor sentido constructivo, de manera especial para que promueva valores humanos y actitudes responsables.

Como es conocido, la política es una palabra que proviene del griego, y que significa gobierno de la comunidad. Pero hoy nos encontramos con una ausencia importante de sentido de comunidad y de pertenencia.

Por ello, se necesita resituar la política en la construcción del país, de la nación, de la comunidad, en definitiva. Si no se produce dicho sentimiento de pertenencia, no hay comunidad y la política entra en crisis. La política puede convertirse entonces en una gestión del conflicto social a partir de la desvinculación de las referencias comunitarias (algunos hablan incluso de una etapa postnacional), sin una preocupación real por los demás, ni por el bien común (que, recordemos, no es la suma de los intereses particulares, sino los intereses generales o comunitarios).

Con una mayor referencia comunitaria, el político debería ser una persona preocupada por los demás y por el país, que actúa en un sentido constructivo y que, en consecuencia, realiza una actividad muy trascendente.

Al vivir más allá de su estricta individualidad, lleva a cabo una actividad espiritual, de donación a los demás, de servicio, lo cual es, sin duda alguna, una de las facetas más nobles y excelsas de la vida humana. Ese actuar para los demás, deviene algo trascendente y, por tanto, espiritual. No nos iría mal releer a Mounier y su personalismo comunitario en las actuales circunstancias de la vida política.

Pero resulta que la palabra no hace la cosa, y podemos observar políticos que no hacen política, que más bien viven de ella, o de la dependencia de lo que en ocasiones se ha llamado "la erótica del poder". Para mi estos tipos humanos son una muestra de decadencia personal, que repercute negativamente en el país.

En contra de ellos, propongo una nueva manera de hacer política que se fundamente en el retorno a la comunidad. El político que sabe trascender porque no se ocupa de sus intereses propios o egoístas, incluso sólo de partido, sino de esa comunidad, realiza una profunda actividad espiritual.

Ante los nuevos retos que se nos avecinan en nuestro país y en el mundo entero, podríamos tener en cuenta las consideraciones anteriores para valorar qué nos está pasando. La baja calidad de la democracia, pervertida en partitocracia, sectarismo y demagogia, necesita a mi juicio un nuevo anclaje espiritual, en políticos y en ciudadanos.

[tomado de http://es.catholic.net/abogadoscatolicos/722/2233/articulo.php?id=31679]

Joan Lluís Pérez-Francesch

Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar

jueves, 26 de noviembre de 2009

Jueves 26 de noviembre

Fe y política

La actividad política, en cuanto se convierte en imperativo del amor cristiano al prójimo y en misión en pro del Reino de Dios, deja al descubierto un aspecto que con frecuencia se pasa por alto en el amor interpersonal: el problema de las mediaciones.

Amor mediado

Todo amor –lo sabemos por experiencia–, si quiere ir más allá de los deseos, tiene que traducirse en prácticas, y éstas requieren medios, instrumentos adecuados, es decir, mediaciones. Al final, amar bien, adecuadamente, eficazmente, exige una reflexión acerca de la situación y de los medios aptos para realizar el amor pretendido. Luego la reflexión y discernimiento de la situación y de los medios pertenece a la realización del amor. Más simplemente: amar supone reflexionar, analizar, ponderar, escoger los medios más adecuados para lograr el objetivo al que tiende el amor.

No se puede pensar en una actividad política seria sin un conocimiento mínimo de la situación, sin reflexionar sobre las consecuencias de las acciones, sin ponderar las medidas más adecuadas para alcanzar un objetivo en pro de la libertad, la justicia, la igualdad, etc. Proceder de otro modo sería tanto como ser irracional o insensato en el servicio a los demás.

No debemos olvidar, con todo, que –dada la necesidad de prestar una atención reflexiva a la situación social y de elegir los medios más adecuados para resolver los problemas– la práctica política plantea un problema de análisis social y de medidas. Aquí radica, en realidad, el difícil tema de las mediaciones.

Nunca se tiene la seguridad de que el diagnóstico que se efectúa sobre la realidad es todo lo objetivo que debiera ser. El apelar a la ciencia social o política no resuelve el problema, pues sabemos que no existe la objetividad pura y que todo análisis social es deudor de una serie de inevitables presupuestos y paradigmas, además de manejar numerosos datos que se mueven en un marco cambiante; es perfectamente posible –como sabemos desde T.S. Kuhn– estar mirando el mismo fenómeno y ver cosas diferentes. El peligro es mayor, si cabe, cuando esa "realidad social" está mezclada de "intereses" en los que el propio observador está implicado y que ya le han hecho tomar postura inconscientemente (A. Giddens, 1987, 160s; J.M. Mardones, 1991).

La misma inseguridad rodea a las medidas que puedan arbitrarse para solucionar un problema social, político o cultural, o para alcanzar un objetivo en cualquiera de estos campos. No existen medios "científicamente neutros", sino que todos participan de una determinada visión y un determinado diagnóstico y acarrean unas consecuencias más o menos entrevistas.

La consecuencia de esa inseguridad radical que rodea al diagnóstico político-social es la discusión y la diversidad de posturas y alternativas. No se puede descartar a priori que, frente a una misma situación socio-política, se presenten diversos análisis y medidas de actuación con visos de racionalidad y de objetividad. El pluralismo ideológico y de partidos, con sus diferentes programas de actuación, es la manifestación de esta realidad. Y la aceptación del pluralismo político entre los cristianos es la conclusión sensata de ese pluralismo de diagnósticos y propuestas (F. Sebastián, 1991, 224).

El Concilio refrendó ese pluralismo y esa libertad de cada creyente de elegir responsablemente aquel diagnóstico y aquellas mediaciones políticas que juzgue adecuadas: "Son muchos y diferentes los hombres que se encuentran en una comunidad política y pueden, con todo derecho, inclinarse hacia soluciones diferentes" (GS, 74b). "El cristiano debe reconocer la legítima pluralidad de opiniones temporales discrepantes y debe respetar a los ciudadanos que, aun agrupados, defienden lealmente su manera de ver". (GS, 75e).

El recurso a la ética no resuelve el problema de las mediaciones y del pluralismo de diagnósticos y propuestas. Sin embargo, el recurso a la ética cristiana no es banal, dado que, tras las visiones y opciones políticas, están los valores y concepciones del mundo, de la sociedad y del hombre. La moral cristiana puede funcionar como elemento discriminador negativo –mostrando los límites que no hay que traspasar–, más que como elemento discernidor positivo de la opción política adecuada. Siempre hay unos márgenes para la discusión y la alternativa que no se pueden solucionar apelando a los principios morales.

El criterio cristiano en el compromiso político: la causa de los pobres

Si ni el evangelio ni la moral cristiana nos pueden ofrecer soluciones técnicas a los problemas políticos, ¿qué ofrece la perspectiva cristiana, más allá de una motivación a favor de la justicia y la libertad?

Ofrece un interés liberador que se centra en la causa de los pobres. Es decir, el punto de mira no es tanto el pobre aislado y solitario, cuanto las mayorías pobres y sufrientes de este mundo. Su causa, su clamor de situación injusta e indebida, que solicita una reestructuración de este mundo, desata el anhelo liberador. No es exclusivo del creyente, pero sí tiene la peculiaridad de que recoge el clamor bíblico contra la injusticia y la opresión que brota, sin aceptar componendas, de las víctimas de la historia. Pide además liberación para todos, incluidos los muertos. De ahí que no se contente con menos que con la resurrección (W. Benjamin, 1973, 183). Este anhelo de justicia total (M. Horkheimer, 1976, 70.104) que informa toda la tradición judeocristiana parece poco político. Y lo es... si permanece alejado de las mediaciones, siempre concretas y provisionales. No obstante, desarrolla un principio de motivación e impulso que se hace criterio de toda política, ligada necesariamente a lo coyuntural: la causa de los pobres.

Al final –y aunque la evaluación sea ardua, y en ella estén implicados el mismo evaluador y la teoría utilizada–, la acción política se medirá en función de si ha favorecido o no la suerte de los oprimidos, los pequeños y los pobres de este mundo.

Esta universalidad, que agarra lo humano desde abajo, desde "las víctimas de la historia" (M.R. Mate, 1991, 17s), es la garantía de que se ha estado defendiendo los intereses de lo realmente humano. Los demás intereses no pasan de ser intereses "provincianos", incapaces de universalización, si no cumplen este requisito.

La moral y la sensibilidad evangélicas se unen en este punto. Indican un criterio radicalmente humano con el que tiene que confrontarse la acción política para validarse en su empeño práctico-moral por crear la "vida buena". (No hay tal vida buena si es sólo para unos pocos privilegiados, aunque sea una minoría millonaria del Primer Mundo.) Y es un criterio con el que se pueden confrontar las políticas regionales y nacionales.

La dificultad de esta preferencia ética por los pobres está en objetivarla políticamente. De lo contrario, se puede quedar en una valiosa estimación ética o en un falso absoluto verbal. De esta crítica no se libran ni las teologías más bienintencionadas. Por esta razón, el esfuerzo por encontrar las políticas que realmente favorezcan la causa de los pobres debe seguir consecuentemente el enunciado del principio ético.

[tomado de http://www.jesuitasuruguay.org/rafa/mision/archivos/fepolitica.pdf]

José María Mardones

José María Mardones es Doctor en Sociología y Teología. Profesor de ambas disciplinas en diferentes universidades. Investigador en el Instituto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de Madrid.

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miércoles, 25 de noviembre de 2009

Miércoles 25 de noviembre

Sé fiel a tus principios, sé fiel a tus creencias

"Se hace necesario tomar una decisión, pues nuestras opiniones difieren... Venid, vosotros... los que habéis sido abandonados, los que habéis perdido a la Iglesia, queremos volver a las Santas Escrituras, queremos buscar juntos la Iglesia... Iglesia, ¡permanece siendo Iglesia!¡Sé fiel a tus principios... Sé fiel a tus creencias!"


(Dietrich Bonhoeffer, sermón pronunciado el 23 de julio de 1933)


El 30 de enero de 1933, el presidente del Reich, von Hindenburg, nombra a Adolf Hitler canciller del Reich alemán. Dos días más tarde Hitler pronuncia su primer discurso radiofónico dirigido al pueblo alemán. Coincide que ese mismo día también está programada una conferencia de Bonhoeffer en la radio. El tema: "El Führer y la individualidad en la generación joven". Bonhoeffer no puede terminar su conferencia en la radio; la emisión es interrumpida por la dirección.

El 27 de febrero arde el Reichstag (= Parlamento) en Berlín. Al día siguiente se publica el "decreto-ley de la protección del pueblo y del Estado", que seguirá en vigor durante los próximos doce años. Constituye la base "legal" del incipiente terror nacionalsocialista, que se caracteriza por las restricciones de los derechos fundamentales, como por ejemplo, la violación del derecho a la libertad de expresión, a la libertad de prensa, de asociarse y reunirse, así como por la violación del secreto epistolar, postal, telegráfico y telefónico. Además se legitima el allanamiento de morada, así como la confiscación y privación de bienes.

Mientras se llega a un concordato con la Iglesia Católica, el 20 de julio de 1933, el Estado nacionalsocialista, con ayuda de los "Cristianos alemanes", una agrupación vinculada a la NSDAP, intenta asimilar a la Iglesia Protestante. Bajo la influencia de los "Cristianos alemanes" se procede a unificar las diferentas iglesias regionales, hasta entonces independientes, en una Iglesia centralizada del Reich. En las elecciones eclesiásticas, que son convocadas de inmediato, los "Cristianos alemanes" arrasan. En el "Sínodo Marrón" de la Iglesia regional prusiana se decreta la "ley aria" para la comunidad eclesiástica. El 27 de septiembre de 1933, el sínodo nacional alemán en Wittenberg nombra obispo del Reich alemán al pastor de la Marina Ludwig Müller. [1]

Debido a ese intervencionismo en los asuntos internos de la Iglesia, así como a la casi total aceptación de la ideología nacionalsocialista por parte de los "Cristianos alemanes", en el seno de la Iglesia se forma una oposición, a la que también pertenece Dietrich Bonhoeffer. A partir de esta oposición se constituye la Iglesia Confesional, que se disgrega necesariamente del Cristianismo Alemán, en los sínodos confesionales de Wuppertal-Barmen a principios de 1934 y de Berlín-Dahlem en octubre de 1934. Los representantes más significativos de la Iglesia Confesional son Karl Barth y el pastor de Dahlem, Martin Niemöller. Barth es el autor de la Declaración de Barmen, en la que sostiene que la unión de la fe y de la Iglesia está sujeta únicamente a "Jesucristo tal como se nos da a conocer en las Santas Escrituras". Martin Niemöller es el fundador del "Pfarrernotbund", una federación que va a apoyar –también económicamente– a los pastores afectados por la represión de las autoridades eclesiásticas cristiano-alemanas o incluso por la ley aria.

[1] Para que conste: La constitución de la Iglesia Protestante Alemana ya no existe, como tampoco existen ya sus órganos legales. Los hombres que se han apoderado de la gestión de la Iglesia del Reich y de los estados federados, por su forma de actuar, se han disgregado de la Iglesia cristiana.

[tomado de http://www.g-daf-es.net/bonhoeffer/se_fiel.htm]

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martes, 24 de noviembre de 2009

Martes 24 de noviembre

La política, al servicio del bien común

La razón de ser de la política está en el bien común. Por eso resulta radicalmente pervertida cuando se pone al servicio de intereses particulares, personales o partidarios, con daño del interés general, como ponen de manifiesto los graves y frecuentes casos de corrupción en la actividad política, o en ámbitos vinculados con ésta. Pero esta corrupción, que tanto escandaliza a la sociedad, pone a la vez de relieve la pasividad política y la anemia moral de esta misma sociedad.

Servir al bien común es crear y asegurar las condiciones de la vida social que hagan posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección. Exigencias y elementos esenciales del bien común son ante todo el respeto y promoción de los derechos y libertades fundamentales de la persona, el bienestar social, subordinado al bien de cada persona. Sin el respeto a los derechos y libertades fundamentales, no es posible un verdadero orden democrático en el que ninguna voz quede excluida del debate público. La libertad hemos de conquistarla y defenderla cada día, hemos ejercerla cada día.

En estos momentos, aun en Estados que se dicen democráticos, y de manera muy clara en España, la libertad de conciencia, la libertad religiosa, la ideológica, la educativa son objeto de preocupantes restricciones, cuando no de grave vulneración, por la ofensiva laicista que intenta imponer como ética pública una particular opción que se quiere hacer pasar por común, simplemente por el hecho de que aparece desvinculada de toda referencia religiosa. Defender la libertad religiosa contra los frecuentes ataques a los que se ve hoy sometida, desde los más burdos y ofensivos hasta los más encubiertos, no es desatar ninguna guerra de religión sino sencillamente proteger una fundamental libertad constitucional, sin respeto a la cual la democracia no subsiste.

Una política al servicio del bien común ha de asegurar el derecho fundamental, primero y primario, de toda persona humana, a la vida desde el instante mismo de su concepción, en el que ya ha de reconocérsele su dignidad ontológica de persona, hasta la muerte natural. Esto exige desarrollar una política eficaz de protección integral a la maternidad, mediante un sistema coherente de ayudas que permita a toda mujer, por desfavorables que sean sus circunstancias, acoger y educar a sus hijos. Una política al servicio del bien común es la que defiende y protege a la familia, constituida sobre el matrimonio verdadero que une a un hombre y a una mujer. Para la vida y la familia constituye hoy una amenaza especialmente grave -frente a la que lanzamos una apremiante alerta- la difusión de la llamada ideología de género que ha conseguido en España imponer un conjunto de leyes absolutamente incompatibles con el respeto a la vida humana, con la dignidad de la mujer, con una recta concepción del matrimonio y de la institución familiar.

Bajo la luz y el impulso de la encíclica Caritas in veritate, subrayamos la dimensión moral de toda la actividad económica, la necesidad ineludible de que el mercado atienda a las exigencias éticas que lo ordenen al bien común, la necesidad de una nueva economía cuya dinámica esté marcada por la solidaridad y la subsidiariedad.

No basta denunciar la corrupción política, en todas sus vertientes, incluida la culpable pavorosa incapacidad de no pocos para la gestión de la cosa pública; no basta esa denuncia, ni aun podremos hacerla con autoridad, si no asumimos todos la grave responsabilidad moral que a cada uno nos corresponde de hacer que toda la actividad política esté orientada a la consecución del bien común.

Y ésta es la hora en que resulta imperiosamente necesaria la presencia de los católicos en el ámbito de la Política en su más estricto sentido, entendida como actividad específica, orgánica e institucionalmente consistente en la ordenación del todo social a la consecución del bien común, mediante los diversos modos de ejercicio del Poder. La actividad política estricta ha de vivirse como una auténtica vocación y un compromiso moral. Las exigencias de orden moral a las que debe atenerse el político católico no son distintas de las que debe atender el no católico, si bien la fe le proporciona al creyente especial luz para percibirlas con toda claridad y la gracia, especial fuerza para cumplirlas. Más aún: en la perspectiva de la fe, la actividad política constituye un lugar de santificación y medio privilegiado para lograrla, en cuanto la política es lugar e instrumento para la realización estructural de la caridad, la caridad política, mediante decisiones y actuaciones que permiten crear "estructuras de gracia" que hagan más seguro y pleno el logro del bien común. La presencia de católicos en la Política será verdaderamente eficaz y relevante cuando ellos y la comunidad a la que pertenecen estén poseídos por la convicción de la fuerza política del amor. Con ella serán capaces de ofrecer no una mera alternancia política, mera variante de lo mismo, sino una verdadera alternativa cultural, axiológica, moral.

En la presente situación, proclamamos la necesidad de la actuación urgente de todos y cada uno para regenerar moral y democráticamente la vida y las instituciones políticas.

Por último, reiteramos nuestra disposición al diálogo y a la colaboración con cuantos, desde sus diversas opciones religiosas e ideológicas, están comprometidos en la lucha contra la corrupción política y en la realización del bien común; con cuantos reconocen en la persona el "principio, sujeto y fin de todas las instituciones"; con cuantos afirman la dignidad de la persona en todos los momentos de su existencia, desde la concepción, hasta la muerte natural y los derechos fundamentales radicados en esa dignidad; con cuantos, desde este respeto incondicionado a la persona, apuestan por la justicia y la libertad en una sociedad auténticamente democrática.


Manifiesto del XI Congreso Católicos y Vida Pública organizado por la Fundación Universitaria San Pablo CEU, obra de la Asociación Católica de Propagandistas, 22 de noviembre de 2009

Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar

lunes, 23 de noviembre de 2009

Lunes 23 de noviembre

Konrad Adenauer (1876-1967)

Hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, la política exterior en Europa estuvo marcada por la imposición a la fuerza de los intereses nacionales. Konrad Adenauer, nacido en la era del imperialismo del siglo XIX, sin embargo, tenía una visión política vanguardista diferente. Sus intereses políticos se caracterizaron desde muy temprano por una intercesión a favor de una Europa de las patrias. Tras la ruptura civilizacional, causada por la Segunda Guerra Mundial, Adenauer reanudó estas pautas de comprensión política europea, contribuyendo en gran medida a recuperar la seguridad exterior, la soberanía y la igualdad de derechos de la República Federal de Alemania y, además, a convertir al país en uno de los motores decisivos del proceso de unificación europeo.

El nombre de Konrad Adenauer está intrínsicamente unido a la recuperación de Alemania, levantándose de los escombros morales y políticos en los que quedó sumida tras el nacionalsocialismo. Adenauer reconoció que la nueva Alemania solamente podía nacer de la reconciliación con los estados vecinos europeos. El primer Canciller de la República Federal de Alemania persiguió por lo tanto sin vacilar el objetivo de reconciliarse con Francia, país que durante años había sido un "enemigo histórico".

La amistad germano-francesa no fue para Adenauer solamente un medio para conseguir la soberanía en materia de política interior y exterior - por lo menos para Alemania Occidental -, sino más bien se arraigaba en la percepción decenaria del renano de que solamente así era posible garantizar un futuro pacífico para todos los europeos. La integración económica, resultado de la fundación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), fue para Adenauer siempre un instrumento destinado a la consecución de este objetivo superior. En materia de política de seguridad, Adenauer acompañó esta política de integración europea intercediendo a favor del rearmamento de Alemania Occidental y de la adhesión a la OTAN, una actitud que le valió muchas críticas.

Inicios políticos

Konrad Adenauer nació el 5 de enero de 1876 en Colonia y creció con sus tres hermanos en condiciones modestas. Tras finalizar sus estudios de derecho, su origen y educación lo condujeron a afiliarse al Partido del Centro, la patria política del catolicismo alemán. Adenauer inició su carrera política en la ciudad de Colonia asumiendo diferentes cargos. El político alemán pudo acreditarse gracias a su ingenio y creatividad, sobre todo durante la crisis ocasionada por la Primera Guerra Mundial al lograr la organización del abastecimiento de Colonia con víveres. Su nombramiento como primer alcalde en 1917 lo convirtió en el jefe más joven de una ciudad prusiana.

Durante la República de Weimar, Adenauer figuró entre las personalidades políticas más destacadas de Alemania. Convirtió a Colonia en la "metrópolis del occidente". Durante su cargo se logró la nueva fundación de la universidad en 1919, se reestructuró el antiguo terreno de la fortaleza convirtiéndolo en un cinturón verde, se reactivó la feria de Colonia, se amplió el puerto del Rin, se construyó otro puente sobre el Rin y se asentaron empresas industriales.

Los enemigos de la República de Weimar lo odiaron por su convicción federalista y cristiano-social. En 1931 se produjeron los primeros mayores enfrentamientos con los nacionalsocialistas cuando éstos embanderaron los puentes del Rin con banderas de cruz gamada en una acción nocturna. Adenauer mandó a retirar las banderas de inmediato, colocándose en el punto de mira de la SA. Tras la "subida al poder", los nazis cesaron a Adenauer de sus cargos políticos por haberse negado a apretar la mano de un dirigente nacionalsocialista con motivo de la visita de éste en Colonia.

Reconstrucción tras la guerra

Adenauer y su familia sobrevivieron los años de la tiranía nazi y la guerra en la pequeña ciudad de Rhöndorf, cerca de Bonn. Tras el fracasado levantamiento contra Hitler el 20 de junio de 1944, Adenauer fue detenido por la policía secreta de estado e internado en uno de los campos de concentración de Colonia donde al poco tiempo enfermó de gravedad. El comunista Eugen Zander le salvó la vida al impedir su deportación a Buchenwald. Tras la capitulación incondicional de Alemania, los americanos volvieron a nombrar a Adenauer – quien se encontraba a la cabeza de una lista de políticos sin pasado nacionalsocialista - primer alcalde de la casi por completo destruida ciudad de Colonia. Sin embargo a los pocos meses fue despedido de su cargo por el entretanto responsable gobierno militar británico por haber criticado su política de ocupación, por lo que el septuagenario se dedicó por completo a su trabajo en el CDU al cual se había adherido poco después de su fundación.

La contribución histórica de Adenauer consistió, no en último término, en haber logrado convertir el elemento cristiano – que, en gran parte, logró salir sin manchas del nacionalsocialismo - en un movimiento político que armonizó la ideología conservadora, social y liberal.

Los años de canciller

El paso decisivo en el camino de Konrad Adenauer a la cima del emergente estado germanoccidental fue su nombramiento como presidente del Consejo Parlamentario, constituido en 1948 por orden de los tres aliados occidentales con el encargo de elaborar una ley fundamental para la República Federal de Alemania. En este cargo ganó gran prestigio ante la opinión pública. El 15 de septiembre de 1949, Adenauer fue nombrado canciller federal por el Bundestag alemán.

Bajo su gobierno se sentaron las bases necesarias para la exitosa reconstrucción de la nueva democracia. Durante la "era de Adenauer" se tomaron las decisiones más importantes de la época que condujeron a la estrecha unión con los Estados Unidos, a la reconciliación con Francia y a la reconciliación con el pueblo judío, posibilitando el regreso de los alemanes a la comunidad de naciones y convirtiéndolos en una parte importante de la integración europea. La integración de los expulsados y refugiados así como la construcción de la economía social de mercado como nuevo orden económico que hizo posible el "milagro económico alemán" gracias al fomento de la libre competencia y a la responsabilidad del estado social, figuran entre los grandes éxitos de la política interior de Adenauer.

Cuando en 1963 Adenauer dimitió de su cargo a la edad de 87 años había allanado el camino hacia un mejor futuro para la Alemania de la posguerra, derrumbada tanto económica como moralmente. Al morir cuatro años más tarde fue honrado a nivel mundial como el hombre de estado al cual los alemanes de la República Federal debían su libertad, bienestar y seguridad social.

[tomado de http://www.kas.de/proj/home/home/50/4/webseite_id-7041/index.html]

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viernes, 20 de noviembre de 2009

Viernes 20 de noviembre

Felipe Berríos: "La pobreza es responsabilidad de todos"

¿No vai a poner nada malo, cierto?", me dice riéndose Catalina, la encargada de prensa de Un Techo para Chile, cuando salimos de su oficina, ahí en Santa Rosa con Departamental. No es que un periodista esté obligado a poner algo malo, pienso, pero sí a tomar distancia, a que la entrevista no quede mamona, que no sea una pieza de relaciones públicas, como ocurre muchas veces por tantas razones despreciables. Es cierto que ahora eso es más difícil porque si hay alguien transversal, con licencia para criticar a moros y cristianos (cristianos, sobre todo), es este cura que iba a casar a Iván Zamorano con Kenita Larraín. El cura de moda, lo bautizaron entonces, porque el tipo es rostro, es carismático y es ondero, porque todos le dicen Felipe y porque va a comer a las mansiones más empingorotadas y se codea con la creme de la creme del poder, y les habla de las injusticias, de la pobreza, y después de la sopa de cebollas les dice que la moral no está debajo de la cintura, sino abajo de la ciudad. "Obviamente, tú en la mañana puedes estar conversando con una señora que no tiene qué echarle a la olla, y en la noche llegas a una casa y primero saludas de beso a la empleada, y la gente se incomoda por eso", cuenta él con su voz pausada y baja, pero que no por eso tiene menos fuerza.

Berríos es jesuita, cómo no, y es la cara de esta organización que construye mediaguas y que esta semana entregó su propia radiografía sobre el mundo de los campamentos, los más pobres de los pobres en Chile. Su centro de operaciones, en la comuna de San Joaquín, tiene un aire al centro de la NASA donde se monitorean los lanzamientos espaciales: muchos computadores, diferentes niveles, ninguna puerta ni separación y toda la gente trabajando afanosa y motivada.

–Pablo Longueira dice que eres la persona más influyente de Chile.

–Si lo fuera no habría más campamentos.

–Probablemente alude a tu capacidad de abrir puertas, de que gente de agenda copada te reciba y conteste el teléfono.

–Pero a mí me encantaría tener esa influencia para, por ejemplo, haber conseguido algo por la buena para estas señoras que me estaban esperando afuera, que han luchado por meses para poder tener un sitio mientras construimos las casas definitivas. Pero ahora tenemos que ir por la mala.

–¿Qué significa a la mala?

–Tenemos que empezar a protestar, a presionar, que ellos ejerzan sus derechos, hacer que se cumpla la justicia.

–¿Un cura subvirtiendo el orden?

–El orden debería estar para cumplir la justicia, pero hay autoridades que son elegidas para ayudar a la gente y no las ayudan. Hay alcaldes que ni siquiera saben que en sus comunas existen campamentos, y otros que los ven como un estorbo.

–¿En la política hay mucha insensibilidad hacia la pobreza?

–Necesitamos rescatar la política como un medio de servicio, por eso me opongo a esa onda que hay hoy de hablar en contra de la política. Todos los defectos y las miserias que tienen los políticos, también los tienen los empresarios, los curas, son parte de la condición humana. Necesitamos que los mejores jóvenes se metan en la política, porque sin buenos políticos nunca vamos a resolver la pobreza ni la exclusión social. Es ahí donde se cambian las estructuras.

–El catastro de campamentos habla de 28.500 familias que viven en estos lugares. ¿Cuántos individuos son?

–Debería corresponder a 4,5 personas por familia.

–O sea, unas 130 mil personas. ¿Son menos que antes o está estancado?

–Mucho menos que antes, pero no debiera haber ninguna. El problema de Latinoamérica no es que sea un continente pobre, sino que es un continente injusto. Yo viví en el África negra, que es pobre, pero Latinoamérica no es pobre, es injusta.

–¿Qué te parece la discusión política sobre si ha bajado o no la pobreza, a propósito de la encuesta Casen?

–Me parece una mezquindad tremenda. Yo creo que la pobreza es responsabilidad de todos.

–Decir de todos es en el fondo decir de nadie.

–Me refiero que no significa decir "pago mis impuestos y que lo resuelva el Estado". No es solamente una variable económica, educacional o de trabajo. En medio hay metido clasismo y muchas cosas que influyen en la pobreza.

–¿Y por qué hay mezquindad?

–Hay mezquindad porque deberíamos estar orgullosos; si bien es cierto que los últimos gobiernos han tenido la responsabilidad en la disminución de la pobreza, también tenemos que ser generosos y reconocer que eso se ha debido a que hemos llegado a acuerdos políticos con la derecha. Por eso me parece mezquino que no se reconozca esta baja, que además es una cuestión objetiva.

–La Casen dice que si ganas sobre 47 mil y tantos pesos, ya no eres pobre: si ganas 50 mil estás fuera de la estadística. ¿Te parece una cifra adecuada?

–No, es una cifra muy precaria, pero tiene la ventaja de que es una medición, y si la cambiamos estaríamos midiendo peras con manzanas. Lo importante es que refleja una tendencia a la baja. Ahora, eso no refleja calidad de vida. Es un termómetro que muestra que la temperatura va bajando; pero que no nos quedemos tranquilos hasta que no haya infección es otra cosa.

–La encuesta no refleja la sensación de pobreza, las subjetividades involucradas. ¿Qué le pasa a la gente que se siente pobre?

–Yo hago una distinción entre pobreza y miseria. Pobreza es la falta de oportunidades; si a mí me dan la oportunidad de trabajar o estudiar, por ejemplo, yo tomo esas oportunidades, les saco el jugo y las aprovecho. Miseria es una persona que por mucho tiempo ha estado en la pobreza, generaciones que se han deteriorado humanamente, que no tienen amor propio ni seguridad en sí mismos. Aunque les ofrezcas oportunidades no van a saber tomarlas, no están en condiciones de tomarlas. En Chile a todo le llamamos pobreza, pero la mayoría de las veces lo que tenemos es miseria.

–La miseria está comprendida dentro de la pobreza, ¿no?

–Claro, lo complicado es que las mediciones objetivas tienen el defecto que pueden considerar pobre a una persona que es miserable.

–¿Un Techo para Chile saca a la gente de la miseria construyendo mediaguas?

–Lo que pasa es que la mediagua es un primer paso, nunca un fin. La mediagua es una herramienta pedagógica que permite que una persona por primera vez tenga algo propio: por primera vez conoce lo que es la propiedad privada, por primera vez ahorró algo de plata y tuvo de inmediato un resultado. Ahí empezamos a trabajar con ellos, a reforzar sus organizaciones, hacemos un sistema de microcrédito, redes de bibliotecas, reforzamiento escolar, capacitación; empieza todo un mundo de cosas que llamamos habilitación social. La meta no es la vivienda definitiva, es el barrio, es una comunidad organizada que puede protegerse de la delincuencia y la droga.

–Mirando las cifras, entre 1990 y 2000 la creación de campamentos se dispara de 85 a más de 200, y luego empieza a bajar. ¿Por qué?

–Hay un factor político. Hasta antes de 1990 la gente se tomaba terrenos, estaba el miedo a la dictadura. Durante el Gobierno militar, sin respetar a las personas, se trasladó gente de un lado a otro. Viene la democracia y la gente se hace visible, empieza a perder el miedo y a actuar, por eso hay un aumento. Y después empieza una disminución, porque se empiezan a aplicar políticas sociales.

–¿Qué te pareció el programa de Canal 13 que denuncia los problemas del Programa Puente?

–Creo que el Programa Puente de Chile Solidario ha sido tremendamente efectivo y eficiente. Yo he sido testigo de eso. Gran parte de la disminución de la pobreza drástica de este último tiempo se debe a ese programa.

–¿Fue injusto el tratamiento de "Contacto"?

–Sí, yo creo que fue injusto. La televisión hace un bien enorme en mostrar a sinvergüenzas y gente fresca, porque estos programas no tienen un ciento por ciento de efectividad, pero creo que les faltó mostrar la parte de efectividad que sí han tenido.

–¿Se justifica entonces la ira de Lagos?

–El ex Presidente Lagos no necesita que yo lo ande justificando, pero es lo mismo que si a nosotros, de las 30 mil o 40 mil mediaguas, de repente nos tomaran 30 casos en que quedaron mal construidas y a partir de eso, que es una realidad, se juzgue todo un programa o quede la sensación de que todo sea así.

El tarrito en la letrina

–El otro gran problema de Chile es la desigualdad. ¿Cómo la vives tú, una noche vas a comer a La Dehesa y luego viajas hasta acá, y vas viendo el contraste por la ventana, como Machuca, el de la película?

–Es que hay dos Chiles. Un Chile al que le brilla la estrella de la bandera y uno al que no le brilla. Participamos de un sistema injusto y no basta que haya personas de buena voluntad, no basta con ser bueno y decir la verdad, no robar y pagar los impuestos. Además, tengo que preocuparme de cambiar las estructuras que son injustas.

–¿Te impacta ese contraste del paisaje urbano?

–Claro que impacta. Recuerdo cuando fui a Argentina a recibir un premio, y del aeropuerto me fui a una comida con una cantidad de tenedores y vasos que no sabía cuál agarrar. Termina esa comida y me voy a un campamento a 15 o 20 minutos de ahí, a una villa miseria donde la gente se alimentaba de la basura y a los niñitos les comían los dedos las ratas. Por eso creo que es reimportante hacer que uno se ponga en el lugar del otro.

–Debes darte cuenta que el discurso dominante no es el de cambiar las estructuras.

–Yo noto que hay bastante conciencia social. Los grandes empresarios -que en el fondo hay repocos, porque los que nosotros llamamos empresarios son inversionistas-, que han sido capaces de crear empresas y han tenido contacto con los trabajadores desde un comienzo, tienen mucha conciencia social. Lo complicado son los ejecutivos que están a cargo de empresas y que quieren mostrar rendimiento, quieren aparecer en un ranking de ejecutivos exitosos. A ese gallo le da lo mismo si la empresa la venden o si reduce personal, sólo quiere mostrar resultados.

–¿Y no hay un problema en el modelo económico también?

–En Chile hemos pasado por todos los modelos y la solución va a venir del fin del clasismo que tenemos, del egoísmo y el individualismo. No es una cuestión que uno diga "cambiamos esta ley", porque si cambiamos la ley y la persona es una fresca va a buscar la forma de burlarla igual.

–Pero con esta tasa de impuestos, por ejemplo, la desigualdad puede disminuir un poquito, pero no cambia en lo sustancial.

–Sí, son estructuras. El otro día me tocó una religiosa que vive entre los pobres y se quejaba de que a esa gente no le pagan los sueldos correctos. Pero esa misma religiosa me mostró una radio que se había comprado para la parroquia, marca Kaiwa. Y yo le hice ver que no era Aiwa, porque Aiwa es más caro, ya que paga los impuestos correctos y paga las imposiciones correctas a sus empleados. Kaiwa es una imitación de la otra que hacen unos obreros por un plato de arroz, por eso es más barata. Esa misma religiosa se aprovechaba del sistema.

–Muchas empresas que se asocian a ustedes y los apoyan lo hacen por la imagen, por estrategia de marca. No porque quieran cambiar las estructuras, sino porque la caridad es marketing, ¿o no?

–Puede ser, pero es una imagen que involucra un compromiso. Nosotros nunca pedimos sólo plata, pedimos también que vayan a construir, que se metan en los campamentos, que dialoguen con la gente que está construyendo. Te aseguro que el que ha visto eso sale distinto. La otra vez a una chiquilla que le llegó la regla y estaba muy complicada; yo me desentendí del problema, pero después vino a hablar conmigo llorando porque le había dicho a la dueña de casa donde estábamos y ella le prestó la letrina. La puerta no cerraba del todo, y allí la niña tuvo que cambiarse la toalla higiénica y lavarse con un tarrito con agua. Esa mujer nunca más en la vida volvió a ser la misma. LND.

[tomado de http://circulosocialre.blogspot.com/2007/08/felipe-berros-la-pobreza-es.html]

Mirko Macari

Felipe Berríos es un sacerdote jesuita fundador y capellán de la ONG Un Techo para Mi País .

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jueves, 19 de noviembre de 2009

Jueves 19 de noviembre

La Declaración de Pasadena sobre Migración, Misión y Comunidad

Los participantes en la consulta "Migración, Misión y Comunidad", auspiciada por la Fraternidad Teológica Latinoamericana, reunidos en el Seminario Teológico Fuller (Pasadena, California) los días 27 y 28 de marzo, 2008, le agradecemos a Dios por el privilegio de haber participado en este encuentro . Nos hemos reunido para compartir nuestras experiencias y reflexiones sobre la tarea que el Señor nos ha encomendado y con un espíritu de amor fraternal y con esperanza en el Dios de justicia, emitimos la siguiente declaración como una expresión de lo que su Espíritu nos ha mostrado y de nuestro compromiso contraído con Él.

Nosotros/as, seguidores de Jesucristo, pastores/as, profesores/as, teólogos/as, y líderes denominacionales aquí representados/as, creyendo que Dios es el Señor soberano de la historia, las naciones y la tierra, queremos responder en fe a la enseñanza bíblica de llevar a cabo la misión de Dios. Por lo tanto, entendemos y reconocemos que como líderes pastorales y discípulos de Jesús, nuestro primer llamado es amar a Dios sobre todas las cosas y, como corolario, servir a quienes Dios ha traído a nuestras congregaciones. Así, reconocemos que nuestro compromiso de "obedecer a Dios antes que a los hombres" nos lleva a ministrar a los extranjeros en nuestro medio. La Biblia nos exhorta a que amemos y no maltratemos al extranjero. Las Escrituras también afirman que Dios defiende la causa de los huérfanos y las viudas, y que ama al extranjero. Para comprender la realidad actual en que viven muchos inmigrantes indocumentados, nos comprometemos a acompañarlos en las diversas áreas de sus vidas. Buscaremos formas de apoyar la dignidad intrínseca de cada persona, porque todo ser humano ha sido creado a la imagen de Dios. (Génesis 1:26-27; Éxodo 22:21-22; Levítico 24:22; Deuteronomio 10:18-19; Salmo 146:9; Rut; Ester; Marcos 12:30-31; Hechos 5:29; 20:28)

Contexto

En todo el mundo hay un movimiento migratorio continuo, no sólo entre países sino al interior de los mismos. Al emigrar de regiones rurales a centros urbanos para lograr mejores condiciones de vida, el migrante frecuentemente experimenta prejuicio y rechazo. De manera similar, hay un gran flujo migratorio desde nuestros países latinoamericanos hacia los Estados Unidos y esto genera, a menudo, las mismas reacciones negativas que no permiten una integración plena de los inmigrantes a la sociedad estadounidense. La visión del Reino de Dios que incluye a gente de toda nación y lengua nos motiva a crear iglesias y comunidades que valoren las diferencias del estilo de vida de los inmigrantes. Mientras que en los Estados Unidos la ley le cierra el camino al inmigrante, en el Sur global se abren vías legales cada vez más amplias a las compañías multinacionales. Se logran acuerdos de comercio que facilitan la migración libre de capital, recursos, productos y ganancias. Sin embargo, se bloquea el tránsito libre de la mano de obra, del inmigrante, quien se ve cada vez más presionado a desplazarse por el efecto económico de estos mismos acuerdos. Lejos de tomar como marco inmutable las leyes actuales, y como iglesia que cree en el poder del Resucitado quien traspasó la frontera entre Dios y la humanidad, debemos ser los primeros en promover cambios en las leyes y en buscar otras alternativas que fomenten la integración de los inmigrantes en nuestra sociedad. Reconocemos también la necesidad de reformas migratorias integrales que tomen en cuenta los temas de trabajo, familia y seguridad entre otros. (Éxodo 1:8-14; Levítico 23:22; Ester 4:12-14; Rut 2:1-23; Jeremías 29:7; Lucas 10:1-12; Apocalipsis 7:9-17)

Dentro de este marco migratorio, la mujer enfrenta desafíos particulares, pues muchas de ellas se quedan solas en sus países esperando la ayuda económica de sus esposos, hermanos e hijos que han emigrado. A menudo interpretan la ausencia de sus seres queridos como un abandono emocional, y les toca jugar el papel de padre y madre para los hijos e hijas. Cuando se da el caso que la mujer emigra a otro país, ella tiene que enfrentar un nuevo entorno y debe aprender nuevas reglas de juego para sobrevivir y sacar adelante a su familia. Si es indocumentada, es muy difícil que encuentre protección legal en caso de abuso doméstico o de violación. Otro desafío se presenta dentro de la iglesia cuando las mujeres cristianas reciben el llamado al ministerio. Ellas tienen que enfrentar las restricciones del modelo patriarcal tanto en la cultura inmigrante como en la mayoritaria. Entonces ellas, bajo la guía del Espíritu, son pioneras en abrir camino para servir a su propio pueblo con la autoridad de pastoras y predicadoras. (Hechos 18:26; Romanos 16:1-2, 7; Gálatas 3:28)

Fundamentos bíblico/teológicos

La iglesia, el pueblo de Dios, es un pueblo peregrino, tanto en el sentido histórico/geográfico, como en el sentido escatológico, dado que su identidad primaria es el Reino de Dios. Así, encontramos en la Biblia el mandato de cuidar al inmigrante o extranjero con compasión, igualdad y justicia de la misma manera que al huérfano o la viuda. La ley del Antiguo Testamento con relación a los extranjeros era el medio para revelar el corazón de Dios y expresaba el amor y la disciplina, buscando siempre aceptar y proteger al extranjero y procurar medios para su integración al pueblo de Dios. El pueblo debía recibir al extranjero en su medio -sin por ello desviarse de la adoración exclusiva de Dios-, y el extranjero debía, a su vez, someterse a la ley de Dios. Reconocemos que, a través de la historia, el proceso de inmigración, intencional o no, ha sido un medio para el cumplimiento de la misión de Dios. Dios llama al inmigrante no sólo a ser objeto sino más bien a ser sujeto de misión y renovación de las congregaciones y denominaciones. El llamado de Abraham y Sara sigue siendo un paradigma para nuestro llamado de ser bendición para todas las naciones. La naturaleza mestiza, familiar, transnacional y apostólica de la iglesia latina nos capacita para ser agentes de misión que se adaptan a los contextos cambiantes. Aunque la iglesia reconoce la complejidad institucional de la situación de los inmigrantes indocumentados, ella está llamada a recibirlos y protegerlos, mientras espera el cielo nuevo y la tierra nueva donde todos los pueblos, de todas las lenguas y naciones, adorarán juntos al Rey de reyes y Señor de señores. (Génesis 12:1-3; Éxodo 22:21-22; Hechos 18:2; Efesios 2:19; Hebreos 11:8-10, 13; 1ª Pedro 2:13)

Afirmaciones

  • Celebramos la presencia de las iglesias de los inmigrantes con su vitalidad y testimonio en los Estados Unidos.
  • Celebramos el esfuerzo y diálogo que muchas iglesias han logrado para dar atención pastoral y ayuda legal a los indocumentados.
  • Reconocemos que somos partícipes en los pecados estructurales, sistémicos, eclesiales, y familiares que afectan la situación de explotación de los inmigrantes.
  • Aceptamos el reto de combatir el temor y el desconocimiento del "otro" que es diferente a nosotros. Nos comprometemos a promover un diálogo y acercamiento con las iglesias y los sectores no latinos de la sociedad.
  • Reconocemos el llamado y ministerio de las mujeres dándoles las mismas oportunidades de educación, liderazgo y ministerio que los varones, reconociendo que su llamado viene del Espíritu.
  • Declaramos que las iglesias deben emprender un proceso de educación continua sobre la situación de los inmigrantes con el fin de concientizar a nuestras comunidades de sus derechos y responsabilidades civiles.
  • Reconocemos que las leyes actuales de inmigración contienen elementos abusivos e injustos; por lo tanto nos comprometemos a tomar iniciativas que promuevan cambios significativos en la legislación vigente.
  • Declaramos que las iglesias deben facilitar la integración de los inmigrantes dentro de la sociedad así como el aprecio de su riqueza cultural por parte de la cultura mayoritaria.
En espíritu de humildad y arrepentimiento, nos consagramos de nuevo a Dios Padre que ama al extranjero, a la viuda y al huérfano, a Jesucristo que nos amó hasta la muerte, y al Espíritu Santo que renueva a su pueblo, impulsándolo a cumplir su misión, para la gloria de Dios.

[tomado de http://www.lupaprotestante.com/index.php?option=com_content&task=view&id=1282&Itemid=128]

Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Miércoles 18 de noviembre

Alcide De Gasperi. La humanidad del cristiano

La fe y la religiosidad de De Gasperi eran transparentes en todas sus acciones, tanto ordinarias como extraordinarias. Formaban parte de su planteamiento general, y era fácil intuirlas en cada iniciativa suya, aunque no alardeaba nunca de su fe y consideraba muchas veces que no tenía que añadir palabras o gestos que demostraran su pertenencia a la Iglesia. Especialmente cuando hablaba a los jóvenes ajustaba sus discursos a las encíclicas sociales de los papas, pero como llegamos a percatarnos claramente de su coherente línea política, que yo definiría naturaliter christiana, es considerando todas sus grandes ideas reformadoras, desde la tierra para los campesinos al progreso del sur o el proceso europeo de unificación.

Recuerdo, por ejemplo, que cuando la beatificación de María Goretti subrayó con gozo que la reforma agraria había cancelado aquel nomadismo de los braceros que había tenido que padecer la familia de la santa. Y, en cierto sentido, también la ley que impulsó para luchar contra las publicaciones escandalosas o que pretendieran turbar la sensibilidad de los adolescentes (1947-48) indica claramente su preocupación por preservar la fe del pueblo. También el hecho de que la política no le quemara, ni el poder se le subiera a la cabeza hasta hacerle perder la serenidad y la objetividad es una señal de su grandísima fe, de sus costumbres integérrimas, de que era una persona extraordinariamente correcta. Hubo un episodio en el que me manifestó su modo de vivir el cristianismo. Ocurrió un día en que el papa Pío XII proclamaba en la plaza de San Pedro el dogma de la Asunción de María. De Gasperi me dijo en voz baja: «Esperemos que esto no sirva de obstáculo para el camino de diálogo con los protestantes». Luego, quizá preocupado por haberme creado algún problema, añadió: «Date cuenta, sin embargo, de que mi libro de meditación es La imitación de Cristo, y que de muchacho no me acostaba nunca sin haber rezado antes el rosario, incluso cuando estaba muy cansado».

Que De Gasperi no hiciera alarde de su religiosidad lo confirma también el hecho de que iba a misa por su cuenta y, a menudo se acercaba los domingos con su familia a San Pedro como un fiel cualquiera. En las manifestaciones religiosas que implicaban por algún motivo a los políticos casi nunca estaba presente. Fue una excepción el que aceptara uno de los turnos que entonces se hacían para la adoración nocturna del Santísimo Sacramento reservado a los políticos católicos. En cambio promovió, en la apertura de la Asamblea Constituyente, el Veni Creator colectivo, motivándolo con la frase de Benedetto Croce según la cual no podemos por menos que llamarnos cristianos.

Hubo algunos sacerdotes con quienes De Gasperi tuvo familiaridad en un plano estrictamente religioso: recuerdo al padre Caresana, párroco de la Iglesia Nueva, y al padre De Bono. Sobre todo fue el obispo de Trento, monseñor Endrici, el elemento base de toda su vida, su mentor de muchacho, la persona que estuvo junto a él cuando, bajo el fascismo, comenzaron sus problemas de tipo político. De Gasperi sentía también una gran amistad por don Giovanni Battista Montini, pero quizá más que estar ligado al Montini sacerdote y al Montini hombre de la Secretaría de Estado, con quien los católicos podían contar para volver a formar un movimiento político, lo estaba al monseñor Montini hijo de su gran amigo diputado popular.

Otro punto de referencia esencial para De Gasperi fue su familia, por la que sentía un cariño especialmente vivo: hablaba a menudo de los sacrificios que había hecho su mujer durante los años difíciles de la persecución fascista y del desempleo. Yo vi cómo se conmovía profundamente cuando su hija Lucia entró en el convento de la Asunción. Está claro que el gran trabajo político sacrificaba grandemente la vida familiar, pero el apego por su mujer e hijas era fortísimo, y a ellas les dedicaba su tiempo libre, y nunca se permitía ningún momento para sí mismo. Su único entretenimiento eran la petanca en verano o alguna comida dominical con Bonomelli en Castelgandolfo.

Aludía antes a las dificultades económicas que afrontó durante el fascismo. De Gasperi es un ejemplo precisamente por esta coherencia suya personal: nunca dio su brazo a torcer en cuanto a principios, y cuando llegó al poder jamás se aprovechó de su vida pública para conseguir lo que quizá podía ser una justa recompensa por los momentos en que la sociedad le había quitado los bienes materiales y sus derechos de ciudadano. Quisiera recordar una frase, casi de escarnio, que siempre me ha parecido muy negativa, dicha una vez por el comandante Lauro sobre De Gasperi: «Se dice siempre "bien por De Gasperi", pero si uno llega a los setenta años y no ha conseguido forrarse de dinero será que no lo ha hecho muy bien». De Gasperi, es cierto, nunca amasó ningún patrimonio, la casa donde vivía en Roma, en la via Bonifacio, era una modesta casa en alquiler. Cuando la DC le regaló un pequeño chalet cerca del lago de Albano, en las proximidades de Roma, a De Gasperi le encantó, y aquella fue la primera vez que era propietario de un inmueble. Pero nunca fue un victimista, solo alguna que otra vez demostró amargura, pensando en quienes habían escurrido el bulto durante la instauración del régimen fascista y hacían como si no le conocieran. Fueron también, como he dicho, tiempos de grandes dificultades económicas para él, y, debido a la persecución política, ni siquiera el Vaticano lo tuvo fácil a la hora de encontrar un escamotage para ofrecerle un pequeño trabajo en la biblioteca. Y sin embargo nunca sintió deseos de venganza o desquite. Todo lo contrario, cuando muchos "ex" volvieron a aparecer solo porque el fascismo estaba ya agonizando, los volvió a recibir con los brazos abiertos. Aquí me viene a la mente la parábola del hijo pródigo.

Además de la observancia regular del precepto festivo, también en otros aspectos de la vida religiosa me dio ejemplos personales de relieve. Recuerdo que cuando en 1951 Ivanoe Bonomi, laico socialista, estaba gravemente enfermo, me mandó buscar urgentemente a monseñor Barbieri (un conocido del período clandestino) para que fuera a verlo como sacerdote. También se preocupó del contacto con la Iglesia de otro "no practicante", el ministro Sforza, hallando en el cardenal Celso Costantini (que había trabajado en China, país al que Sforza se sentía muy ligado) al sacerdote más adecuado para establecer contactos. Y cuando visitaba los restos mortales de Giuseppe Grassi, ministro liberal que había muerto con los sacramentos, De Gasperi me dijo que había no-democristianos respetabilísimos, y que siempre tenemos que preocuparnos de su vida religiosa, con una palabra dicha en el momento justo, pero más que nada atrayéndolos con la ejemplaridad de nuestra vida.

En relación a esto hablaba a menudo de sus años juveniles y del apostolado que desarrollaba con los estudiantes y también con los trabajadores, tanto en Trento como en Austria. Estaba orgulloso de estos antiguos orígenes de apostolado sindical.

De Gasperi era distinto y superior a los demás, y quien tenía la suerte de trabajar junto a él sentía la fascinación de un compromiso apasionado, profundo, incansable. Ya he aludido a su severidad, de la que él era el primero en dar ejemplo. Una vez, asombrado por la opinión negativa que yo daba de nuestros colegas adversarios, le dijo a mi mujer: «De viejo su marido será más maligno que Nitti». Cito este pequeño episodio solo para decir que De Gasperi quería que tampoco nosotros, sus colaboradores, rompiéramos las formas, y que en nuestro comportamiento personal teníamos que hacer incluso más de lo que era nuestro deber. En esto era más un superior religioso que un líder político. Era parco en alabanzas, pero una palabra de aprecio suya, en él que era de costumbres tan enjutas, valía más que una alabanza solemne. A la hora de elegir a las personas acudía a veces a viejos conocidos de familia, pero para los cargos de responsabilidad en los ministerios valoraba rigurosamente solo la capacidad de los candidatos.

Como líder de la mayoría y de la DC despertaba también envidias e intentos de defenestración. Especialmente tras la victoria democristiana en las elecciones de 1948. Personalmente estaba satisfecho del éxito y de la posición de poder, pero no los usaba nunca para fines propios. Sentía que tenía una misión, la de desarrollar un servicio al prójimo (cosa fácil de decir, pero más difícil de practicar) según un designio de Dios que otorga para esto carismas y oportunidades. La gente lo percibía, y sus comicios estaban siempre abarrotados de manera excepcional.

Bajo otro aspecto, no había situaciones de necesidad concreta de las que tuviera conocimiento en las que no intentara aportar su ayuda. "Hay que encontrar siempre soluciones", decía. Fue noticia la llamada telefónica de De Gasperi al alcalde de Nueva York, Fiorello La Guardia, para conseguir barcos cargados de harina para poder hacer el pan de la cartilla de racionamiento (fuente de sustento de la población italiana durante la posguerra); pero las intervenciones de este tipo eran cotidianas para él y toda su vida pública estaba inspirada en la elevación de los humildes. La gente lo sabía. Por eso también sus funerales fueron grandiosos: el tren que llevaba sus restos mortales encontraba una inmensa muchedumbre en cada estación. En Roma hubo, tanto en el velatorio que se hizo en la Iglesia del Jesús como en la misa fúnebre y el cortejo hasta la iglesia de San Lorenzo del cementerio del Verano, una abultada presencia no solo de autoridades sino del pueblo llano, conmovido y en oración. Fue un triunfo espontáneo que se unió a las condolencias que llegaron de todos los países del mundo.

De Gasperi fue un gran cristiano. Y lo digo sin entrar en el tema de su causa de beatificación, porque es cierto que De Gasperi nos enseñó a rezar en los momentos difíciles, pero sobre todo fue un gran cristiano porque es el ejemplo más claro de una política entendida con "P" mayúscula. Hasta tal punto que la fe de De Gasperi, como ya he dicho, se percibe sobre todo rememorando su historia política.

Con los adversarios no era nunca agresivo de manera vulgar, incluso cuando lo eran ellos hacia su persona (Togliatti habló de «patadas en el trasero a De Gasperi»).

Por supuesto, era polémico, duro, perseverante. Era intransigente con las ideas opuestas. Después del 45 invitaba a no infravalorar el peligro de un regreso del fascismo con la misma táctica de 1922. Pero no era menos duro con el comunismo, aunque tengo la impresión de que hasta 1947 no creyó en la importancia del peligro comunista.

El terreno de mayor enfrentamiento con los comunistas fue la adhesión italiana al Pacto Atlántico en 1949: De Gasperi fue acusado por los comunistas, y también por algunos ambientes católicos, de llevar a la nación hacia una alianza militar que iba a desencadenar la tercera guerra mundial. En su furor los comunistas vilipendiaron también las leyes de desarrollo social para las clases desprotegidas promovidas por De Gasperi, como la reforma agraria y la Caja para el Sur. El efecto popular de las políticas degasperianas quedaba deslucido por esta perfidia de la izquierda. Incluso el padre Pío, tan cercano a la gente pobre y al mundo campesino, se dejó convencer y habló críticamente de la reforma agraria.

De Gasperi, como buen católico, nunca hubiera hecho nada que perjudicara a la Iglesia o la religión, pero yo no lo definiría un hombre del Vaticano. Tenía conciencia de la responsabilidad autónoma del católico comprometido con la política. Era de la idea de que el Señor concede la gracia de estado por las atribuciones que son específicas para cada vocación. Así pues, prestaba mucha atención a los problemas de la Santa Sede, pero al César había que darle lo que era del César. De este modo, salvo en la polémica mezquina de los comunistas, nadie podía llamarlo clerical. Había valorado positivamente los Pactos Lateranenses y varias veces me dijo que si no se hubiera firmado el concordato entre el Estado y la Iglesia en 1929, para los democristianos hubiera sido muy difícil realizarlo en los primeros años de la recién nacida República. Hubiera sido un gran handicap para la presencia política de los católicos después del fascismo.

Sin embargo, hay un punto delicado; y es el de las relaciones entre De Gasperi y Pío XII, porque todavía hoy muchos siguen pensando que el papa Pacelli no sentía simpatía por el estadista democristiano, y que incluso lo obstaculizase.

Digamos para empezar que el temperamento de Pío XII era más bien autoritario, y que el Papa estaba muy preocupado por el peligro de que ganaran los comunistas, experiencia que ya había vivido en Alemania, en donde durante aquellos años estaban llevando a cabo una tremenda persecución contra la Iglesia, pero esto no quita que Pacelli no apreciara a De Gasperi. En más de una ocasión demostró públicamente su estima hacia él. También hubo detalles de cortesía importantes, como la invitación a De Gasperi para asistir en el Vaticano a una representación privada ante el Papa del Anuncio a María de Claudel.

Con la Curia De Gasperi tenía relaciones de colaboración, aunque no frecuentes, y si se exceptúa la que tuvo con Montini (quien, sin embargo, a principios de los cincuenta no estaba muy bien visto en el Vaticano) y monseñor Kaas, yo no usaría la palabra amistad. Hacia quien lo protegió durante el período de la ocupación De Gasperi sentía agradecimiento, pero no se puede esconder que las críticas a De Gasperi por parte de la izquierda democristiana habían encontrado cierto eco en el Vaticano.

De Gasperi es un personaje irrepetible. Pero, ¿qué queda de él? Sobre todo queda la gran capacidad de mirar lejos, de no conformarse, de ver que los horizontes se agrandan. No le dio tiempo a oír hablar de globalización, pero de hecho su formación tan multicultural lo empujó a ser el promotor más fuerte de la Europa Unida, el defensor más convencido de que la paz sería duradera solo en un ámbito más vasto del ámbito tradicional de las relaciones entre cada Estado. Intuyó que era necesario superar ese nacionalismo que, a su vez, había sido la base para la formación de muchos Estados europeos.

[tomado de http://pdc-cuba.org/primera-plana/34-primera-plana/698-alcide-de-gasperi-la-humanidad-del-cristiano.html]

Giulio Andreotti - 26 de octubre de 2009

Giulio Andreotti fue tres veces Primer Ministro de Italia y es actualmente Senador vitalicio.

Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar

martes, 17 de noviembre de 2009

Martes 17 de noviembre

Robert Schuman, "santo laico" en política

"En la calma de esta residencia lorenesa, Robert Schuman echó las bases de la Europa unida, prenda de prosperidad y de paz en el mundo", puede leerse en la breve placa discretamente oculta por los muros de la casa burguesa de Scy-Chazelles, cerca de Metz, que el "padre de Europa" habitó durante cuarenta años. Casa situada en una terraza que domina el valle de Moselle, río que es símbolo de origen francés cuyas aguas corren hacia Alemania, según alusiones del propio Schuman que sus mejores biógrafos recogen. Allí vivió hasta 1963, año de su muerte, salvo el lapso 1940-45, cuando la casa estuvo confiscada por los nazis. En esa casa ocurrían los encuentros con el canciller alemán Konrad Adenauer, cristiano ferviente como él, luego su amigo y al cabo con él y De Gasperi, padres fundadores de la nueva Europa.

Del otro lado de la calle hay un monasterio de religiosas y una iglesia fortificada del siglo XII dedicada a San Quintin: allí está la tumba de Schuman. Sencilla, lugar de encuentro de peregrinos de toda Europa y de otras zonas del mundo.

Nacido en Luxemburgo en 1886, de madre alsaciana y padre luxemburgués, Robert hubo de ser ciudadano alemán por el hecho del tratado de 1871 con Alemania, estudiante bilingüe que dominaba tanto la lengua de Goethe como la de Balzac. "Es demasiado alemán para ser francés", diría de él Charles de Gaulle. Sin embargo esa doble pertenencia cultural tuvo su rol determinante en las bases de la reconciliacion franco-alemana. Tanto como la fortuna que reunió a aquellos hombres participantes de valores fundamentales comunes, con vocación universalista, puente para caminar desde los particularismos nacionales hacia una comunidad humana mayor.

Abogado brillante, doctorado en derecho, militante católico, diputado, elegido y reelecto varias veces, detenido por la Gestapo en 1940, huye de la residencia vigilada en el 42—, será diputado del MRP en el 45, ministro de Finanzas, presidente del Consejo y entre 1948 y 1952 ministro de Asuntos Extranjeros. Negocia el pacto de Bruselas (1948) y el pacto Atlántico (1949). El 9 de mayo de 1950 anunciará la "construcción de Europa". Tres años después deja el gobierno y se dedica a predicar a favor de la idea europea.

"Europa se hará de un alma en la diversidad de sus cualidades y aspiraciones", dirá. "La unidad de las concepciones fundamentales se concilia con la pluralidad de las tradiciones, y las convicciones con la responsabilidad de las opciones personales". En fin: "La Europa contemporánea será hecha de una coexistencia que no sea simple aglomeración de naciones rivales, periódicamente hostiles, sino como una comunidad de acción, libremente concertada y organizada". Luego: "La democracia no se improvisa. Europa aplicó más de un milenio de cristianismo a inspirarla. Creo", sigue Schuman, con Bergson que "la democracia es de esencia evangélica porque es animada por el amor. La democracia será cristiana, o no será. Una democracia anticristiana sería una caricatura que deriva en tiranía o anarquía".

Y algunas ideas sobre las condiciones para la construcción europea: "Son necesarias cláusulas de salvaguarda para limitar los riesgos cuando el compromiso es el de una nueva competencia. Es preciso armonizar las condiciones de producción, las legislaciones, la masa de salarios y las cargas, a fin de que cada país participante pueda sostener la libre confrontación con los otros. Toda comunidad viable exige que sean primero atenuadas, y eliminadas tanto como sea posible, esas diferencias de situación, para que una industria o una producción que no estarán más al abrigo del antiguo proteccionismo, no corran el riesgo de ser aplastadas…. Europa debe mostrar a la humanidad una ruta nueva, opuesta a todo servilismo, por la aceptación de una pluralidad de civilizaciones en respeto recíproco. Europa se busca, sabiendo que está en sus manos su propio porvenir. Nunca ha estado tan cerca de su objetivo. Dios quiera que no deje pasar la hora de su destino, última chance para su salvación…" (Citas de Pour l'Europe, Geneve, 1963).

El proceso de beatificación de Robert Schuman comenzó en 1990, medio siglo despues de su declaración anunciando la construcción europea. Decenas de testimonios, dictamen de una comisión de historiadores, luego de teólogos, para un trámite que puede demorar tres lustros y sin embargo, vista su complejidad, sería en ese supuesto razonablemente "breve". El capellán del monasterio benedictino de Oriocourt, Moselle, "postulador" de la causa por la beatificación de Schuman, suele describir el proceso: abierto como "servidor de Dios", si se reconoce la calidad de sus virtudes será "venerable", y si se comprueba un milagro físico obtenido despues de la muerte del venerable, por su mediación, "bienaventurado".

Recuerdo haber leído el testimonio del benedictino Bonert al periodismo en entrevista de este año. ¿Cree usted que la política europea de Robert Schuman podría ser considerada como un milagro? Respuesta: para el historiador y para la mayoría de los europeos puede ser interpretada como la intervención de Dios en la historia, pero la Congregación para las causas de los santos no reconocen milagros "históricos". ¿Qué hace entonces que Schuman pueda ser beatificado y eventualmente canonizado? Respuesta: su vida cristiana fue de gran calidad, pero lo más valioso fue la conexión entre su vida personal y su compromiso político, una relación extraordinaria, la expresión de "un santo laico en politica".

¿Qué mensajes evoca el proceso de beatificación de un hombre político? Primero, la vida pública de Schuman demuestra que es posible hacer política y tener las manos limpias; segundo, es oportuno saber que hay dos franceses en examen de beatificación -Schuman y el gaullista Edmond Michelet, republicano y demócrata- lo que para los galos demuestra "la estima y el respeto de la Iglesia por la cosa pública y sus mejores servidores"; por fin, a los responsables de la construcción europea Schuman les recuerda que Europa se construirá sobre la "caridad política". No se trata de "rehacer una Europa cristiana", sino afirmar el sentido comunitario y personalizante que el cristianismo evoca.

"La caridad política", proponia Robert Schuman, "es un lazo 'confederador' que reúne siempre la cultura de los derechos humanos".

[tomado de http://www.revistacriterio.com.ar/cultura/robert-schuman-santo-laico-en-politica/]

Carlos Floria - Criterio, diciembre de 2000

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lunes, 16 de noviembre de 2009

Lunes 16 de noviembre

Ética y espiritualidad de la paz

Luego de habernos puesto al tanto de aquellas nuevas dimensiones y todo aquello que engloba la noción de seguridad humana como un medio para alcanzar la paz, quiero compartir con ustedes una serie de apuntes que resaltan la labor de las comunidades de fe y el gran poder de alcance e impacto que estas pueden tener en la construcción de la paz, a través de la promoción de la seguridad humana.

Una cuestión clave es que entendamos la paz no sólo como la ausencia de guerra o la ausencia un conflicto, sino como la transformación del conflicto mismo. Debemos partir de la idea de que un elemento negativo puede transformarse en uno positivo.

La idea de "Construcción de la Paz" se ha convertido en un tema de interés internacional desde que el Secretario General de la ONU, el señor Boutros Boutros-Ghali, emitió su Agenda por la Paz en 1992. La Agenda por la Paz sugiere que vayamos más allá de las intervenciones tradicionales de la crisis "reconstruyendo las instituciones e infraestructuras de las naciones devastadas por la guerra y la contienda civil; y construyendo lazos de paz de beneficio mutuo entre las naciones que antes estuvieron en guerra". La construcción de la paz, , incluye el desarme, la construcción de la capacidad institucional de los gobiernos y las organizaciones no gubernamentales, incluyendo a las comunidades religiosas; el fortalecimiento de los sistemas legales y las estructuras de gobierno; y el compromiso con la educación a largo plazo, la abogacía y la acción para garantizar una paz real y duradera.

La labor de la Conferencia Mundial de Religiones por la Paz, se avoca a fomentar iniciativas que conduzcan y contribuyan a esta construcción de paz, revirtiendo las situaciones de conflicto.

Religiones por la Paz (WCRP) está dedicada a promover la cooperación entre las religiones del mundo. Fundada en 1970, es la mayor coalición mundial de representantes de las comunidades religiosas que trabajan en la adopción de acciones comunes en las áreas de transformación de conflictos, construcción de la paz y avance del desarrollo sostenible.

Todo ello se desarrolla en un clima de respeto por nuestras diferencias religiosas mientras celebramos nuestra humanidad común, además de compartiendo una serie de valores ético-morales inherentes a todas las religiones: el respeto por la vida, la convicción de la unidad fundamental de la familia humana, y la igualdad y la dignidad de todos los seres humanos.

Con mas de sesenta capítulos nacionales, Religiones por la Paz esta excepcionalmente muy bien posicionada en la asistencia a las comunidades religiosas. Con ellas trabaja en la construcción de estructuras multirreligiosas y las conecta con otras existentes en otros países y a nivel subregional, regional e internacional. Participan regularmente en Religiones por la Paz, creyentes de las religiones y espiritualidades anglicana, baha'i, budista, católica, evangélica, hindú, indígena, jainista, judía, luterana, metodista, musulmana, ortodoxa, protestante, reformada, sintoísta, sij, tradicional africana y zoroastriana.

El rol de las comunidades religiosas

Las comunidades religiosas son las más amplias y mejor organizadas instituciones civiles en el mundo, sobrepasando la diversidad de raza, clase y nación.

Cuando las comunidades religiosas trabajan conjuntamente, poseen una capacidad enorme para promover la paz. Los líderes religiosos se encuentran estratégicamente posicionados para utilizar su influencia y motivar el entendimiento mutuo entre comunidades diversas. Las comunidades religiosas son las instituciones familiares, confiables que pueden proporcionar la cohesión social y la ayuda espiritual, ayudando a la gente a hacer frente al dolor y el sufrimiento y conduciendo a sus comunidades a perdonar lo imperdonable.

Los recursos espirituales de las comunidades religiosas son, ante los ojos de sus comunidades, sus mejores recursos. Desde nuestra propia experiencia como Religiones por la Paz, ha podido revelarse la capacidad de las comunidades religiosas de actuar como activistas efectivos del desarme; de luchar contra la proliferación de armas; de desempeñar un rol importante en los esfuerzos por lograr la justicia y la rendición de cuentas ante la violación de los derechos humanos; de liderar a sus comunidades promoviendo el gobierno participativo; y de actuar como educadores de paz.

Las comunidades religiosas tienen enormes recursos sociales existentes, muy a menudo desestimados por la comunidad secular, que pueden utilizarse para la construcción de la paz. Estas organizaciones sociales varían desde asambleas congregadas de forma regular y frecuente, o diseñadas para el culto y la reflexión, y las organizaciones especialmente dedicadas a la educación, salud, misiones humanitarias o comunicativas. Extender esta colección destacada de instituciones es una red de comunicación y acción. La magnitud de la infraestructura religiosa varía según el país, pero en la mayoría de los países en vías de desarrollo es sin duda la infraestructura más desarrollada, interconectada y socialmente liderada que existe, abarcando desde los pueblitos más pequeños hasta las grandes ciudades.

Las estructuras sociales religiosas, tomadas en conjunto, representan canales significativos de comunicación y acción que, una vez comprometidos y transformados, permiten a los creyentes religiosos actuar como poderosos agentes de cambio. Estos recursos sociales religiosos están siendo usados sobre el terreno para hacer activismo y educación por la paz. La infraestructura religiosa existente también ha sido aprovechada de maneras concretas para la construcción de la paz, como cuando las instituciones actúan para desarmar a los excombatientes y para apoyar los esfuerzos de la justicia transicional.

La educación para la paz

Ya que las guerras se inician en las mentes de los hombres, es en las mentes de los hombres que las defensas de paz deben construirse. Preámbulo, Constitución de Unesco, 1945

La educación por la paz es un elemento esencial de la construcción de la paz. Los esfuerzos por la construcción de la paz pueden tener efectividad limitada si no hay esfuerzos profundos por inculcar una cultura de paz a través de la educación.

Las comunidades religiosas tienen la capacidad especial de oponerse al extremismo religioso y a la intolerancia a través de la educación por la paz.

La tarea educativa es una renovación interna de las mismas denominaciones religiosas. La fuerza conductora de esta renovación permanece en las experiencias principales de cada religión –por ejemplo, el camino de Jesucristo para los cristianos, el camino del Buda para los budistas, la Tora para los judíos, el mensaje de paz del Corán para los musulmanes. Es esencial para la educación religiosa asumir la tarea de familiarizar a los adolescentes con su fe respectiva como un "sistema de responsabilidad". Cuando las personas se sientan como en casa en su propia fe y cuando se familiaricen con las raíces de su propia religión y cultura, podrán proporcionar los fundamentos para un diálogo serio.

Toda educación religiosa debe estar acompañada por una nueva forma de encuentro que respete a las personas de distinta fe, sus valores y modos de vivir. Los adolescentes deben prepararse para un modo de vivir juntos sin el peso de barreras causadas por el prejuicio, sino más bien, escuchando y aprendiendo de los demás, lo que abre nuevos horizontes para todos. Esta forma de superar los prejuicios y las barreras es una contribución esencial para la educación por la paz que las comunidades religiosas pueden realizar de manera especial.

El poder de la cooperación multirreligiosa

Una vez que las comunidades religiosas comiencen a aprovechar sus considerables recursos espirituales, morales y sociales para la construcción de la paz, sus esfuerzos pueden hacerse, dramáticamente más poderosos y efectivos a través de la cooperación multirreligiosa. Los esfuerzos multirreligiosos pueden ser más poderosos, tanto sustancial como simbólicamente, que los esfuerzos de los grupos religiosos que actúan de manera aislada.

Conclusión

El trabajo de construcción de la paz de la red de Religiones por la Paz es un trabajo cooperativo; un trabajo que se realiza allí donde existen comunidades religiosas. Es una labor común que respeta las formas en que las comunidades religiosas pueden organizarse para la acción común a niveles local, nacional, regional e internacional. En cooperación, no renunciamos a ninguno de los impulsos internos más profundos de nuestras creencias y espiritualidades, sino que expresamos nuestros compromisos de acción conjunta para afrontar nuestros problemas en común.

Los invito entonces a unirse a esta tarea, desde sus propias organizaciones y comunidades religiosas, empezando por crear comunidades inclusivas que contemplen una mirada multirreligiosa y la multicultural como ingrediente central para lograr el diálogo y entendimiento que nos conduce a la paz.

[tomado de http://www.comunidadsegura.com/es/node/36452]

Valeria Gatti - Conferencia Mundial de Religiones por la Paz (WCRP) - 28/09/2007

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