miércoles, 30 de septiembre de 2009

Miércoles 30 de septiembre

El compromiso cristiano de los políticos católicos

Cómo pueden vivir los políticos católicos su compromiso cristiano

Entrevista con el vicepresidente del Senado de Australia, John Hogg

BRISBANE, Australia, 8 de marzo de 2003 (ZENIT.org).- ¿Es posible ser político y católico sin traicionar los propios valores o las exigencias de la profesión?

John Hogg, senador federal por Queensland y miembro del Partido Laborista australiano, vicepresidente del Senado de Australia, responde en esta entrevista concedida a Zenit.

La entrevista forma parte de una serie que seguirá la estela de la nota doctrinal publicada recientemente por la Congregación de la Doctrina de la Fe «Sobre algunas cuestiones relacionadas con la participación de los católicos en la vida política».

--Algunos políticos afirman que su función es representar los puntos de vista de sus electores y, por lo tanto, no están en posición de obedecer a la Iglesia o a la doctrina católica. ¿Esto es una excusa o se da realmente un conflicto?

Hogg: Los electores que ellos representan tienen una amplia diversidad de puntos de vista. Los políticos no son elegidos para su cargo por un punto de vista sobre un determinado tema.

Resulta, por lo tanto, absolutamente incorrecto confinar a un político en un cierto punto de vista sobre un cierto tema moral/ético debido a lo que se percibe como punto de vista público. El punto de vista público puede muy bien basarse en hechos poco relevantes o en falsa información o en puros prejuicios.

El político, especialmente en asuntos relacionados con temas morales o éticos, necesita tener el derecho, sin cadenas, al voto en conciencia, sin importar el punto de vista público. Si el público se enfada con la postura tomada por el político, la última sanción que tiene a mano el público es votar para que el político abandone el cargo.

No hay ninguna excusa válida para no actuar correctamente. Puede haber circunstancias atenuantes cuando el político no tiene la capacidad de ir más allá de lo que algunos de sus partidarios puedan querer, pero puede ser necesario limitar el impacto de algunos de los cambios propuestos.

--¿Cómo pueden ayudar la Iglesia y los líderes católicos laicos a los políticos católicos en su tarea de ser fieles a los principios morales?

Hogg: Fácilmente. Sólo con expresar abiertamente lo que creen por dentro. En algunos casos, es difícil para el político ser tan directo cuando la Iglesia está actuando benévolamente en el tema en cuestión.

--El documento vaticano critica el relativismo moral, pero la sociedad de hoy otorga un gran valor a la tolerancia y al respeto por la diversidad de opiniones. ¿Hasta dónde pueden llegar los políticos católicos permaneciendo fieles a los principios morales, pero sin parecer intolerantes?

Hogg: No es algo fácil. Se necesita una postura más dinámica por parte de la Iglesia, porque a veces el político se queda como una hoja en medio de un vendaval, mientras algunas/muchas de las organizaciones, así llamadas católicas, se oponen diametralmente al punto de vista católico establecido y hacen que la postura del político sea difícil de defender.

--El documento vaticano recuerda el ejemplo de Santo Tomás Moro y alaba la manera en que siguió su conciencia, incluso a costa de perder su posición y, en última instancia, la vida. ¿Qué lecciones cree usted que puede dar Moro a los líderes y políticos católicos de hoy?

Hogg: El martirio puede ser algo grande pero no siempre es la respuesta. Santo Tomás Moro enseña al político de hoy la necesidad de informar correctamente su conciencia sobre el tema que se trata.

--¿Podría usted hablar de sus propias experiencias como político católico y sobre cómo intenta vivir su fe en medio de la vida política?

Hogg: Brevemente, en los últimos seis años y medio ha habido cuatro asuntos críticos que puedo recordar. Fueron: eutanasia; disponibilidad para personas no casadas de tratamientos de fertilización in vitro; clonación; e investigación con embriones humanos.

No me fue realmente difícil hacerme una opinión sobre estos temas. Sin embargo, debo subrayar, desde mi perspectiva, que hubo dificultades a causa de los católicos lapsos o que habían sucumbido al argumento secular y popular de moda. Eran generalmente de los que más vociferaban por el cambio propuesto.

En todos menos en uno de los cuatro temas, la disponibilidad para las personas no casadas de acceder a tratamientos de fecundación in vtiro, se ofreció la posibilidad de votar en conciencia.

El trasfondo moral de la disponibilidad de estos tratamientos de fecundación artificial para todas las personas se vino abajo cuando los «lapsos» decidieron que éste no era un tema de moralidad sino de igualdad.

El fundamento de esta opinión, según creo, se ha de buscar en la débil posición sobre el tema, propuesta por la Iglesia, y en la postura debilitada, sino negativa, adoptada por toda una gama de organizaciones y ministros de la Iglesia.

En el tema de la investigación con embriones, había una confusión casi completa porque la postura de la Iglesia o no fue presentada a los católicos o no se les logró explicar, por lo que pocos entendieron realmente nuestra postura. Por ello, prevaleció la opinión populista, es decir, la opinión que llegó a través de los medios de comunicación.

[tomado de http://www.es.catholic.net/empresarioscatolicos/464/997/articulo.php?id=8845]

Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar

martes, 29 de septiembre de 2009

Martes 29 de septiembre

¿Político y cristiano?

Actualmente la iglesia evangélica latinoamericana juega intencionadamente un papel en la política. El autor interpreta que es el crecimiento numérico de la iglesia el que ha contribuído a la participación política del pueblo evangélico, pero lamentablemente este crecimiento no ha significado un énfasis de fe y de vida de la iglesia. Las experiencias política-iglesia en latinoamérica han sido desfavorables, esto por falta de preparación responsable de aquellos que representan a la iglesia. Por lo cual urge establecer criterios para reivindicar la participación del pueblo evangélico en la política latinoamericana.


Llegué a la iglesia hace unos cuarenta años. Era apenas un jovencito y tenía avidez por aprender. El énfasis era lo espiritual. En época de elecciones los pastores y misioneros, que en ese entonces eran muy influyentes, nos decían que la política no era para los creyentes.

Ha pasado mucho tiempo y la iglesia latinoamericana ha crecido en número. Hemos pasado de ser un puñado de hombres y mujeres menospreciados y perseguidos a ser un porcentaje importante de la población. A pesar de ese crecimiento, algunos de los viejos énfasis siguen siendo la base de lo que creen y de lo que viven muchos de los actuales miembros de la iglesia. Veamos algunos aspectos:

  • La predicación ha sido principalmente evangelística. Se promueve la salvación individual y se descuida la dimensión social de la misma.
  • El discipulado, cuando lo hay, se centra en aprender de las Escrituras pero no en vivirlas. Se ha perdido el énfasis en el testimonio personal.
  • El crecimiento numérico ha dado origen a iglesias autóctonas, muchas de ellas, sin un sustento doctrinal sólido. Tenemos ahora un cristianismo popular mezclado con creencias no bíblicas. Nuestro repudio por lo mundano nos ha llevado a olvidar que aun estamos aquí y solo nos preparamos para llegar al más allá. Nos hemos olvidado que el Señor dijo: «no que los saque del mundo sino que los libres del mal». En muchos casos no sabemos como vivir siendo sal y luz, porque nos hemos retirado del mundo. El tamaño de las iglesias nos ha hecho creer que nuestro poder está en los números y no en el Señor. En algunos países el crecimiento numérico nos ha hecho pensar que tenemos en nuestras manos el poder de decidir una elección presidencial.
  • En casi todos los países de Latinoamérica han surgido personas cristianas que quieren ingresar a la política. Algunos se convirtieron siendo políticos, otros han descubierto su «llamamiento» luego de pasar algún tiempo en la iglesia. Debemos reconocer que en la mayoría de las casos la experiencia ha sido catastrófica. Unos pocos han logrado ascender y una vez ahí no han sabido como ser cristianos en círculos de poder y han terminado dando mal testimonio. Otros han usado el poder para beneficiar instituciones o personas cercanas (iglesias particulares, ministerios o amigos) copiando el modelo de los políticos no cristianos.
  • En casi todos los países se ha intentado instrumentalizar la iglesia en busca de respaldo para llegar al poder. Se han levantado partidos políticos confesionales. En no pocos casos personas con supuestas buenas intenciones, pero ingenuas, han hablado en nombre de los cristianos evangélicos y nos han dejado en ridículo.
Me parece conveniente, antes de compartir algunas recomendaciones, recordar algunos síntomas de la realidad política de muchos de nuestros países:
  • Los políticos profesionales y empíricos seguirán tratando de manipular al pueblo cristiano para lograr sus fines.
  • Los partidos políticos ponen poca o ninguna atención a la base política-doctrinal y la lucha por el poder se enfoca más en la capacidad administrativa.
  • El ciclo de esperanza generado por cada elección se está reduciendo. El pueblo, ante la corrupción y el incumplimiento de las promesas de campaña, se está volviendo pesimista, lo cual atenta contra la democracia. Es posible que la gente ponga su esperanza en algún partido alternativo o en líderes más autocráticos (mesiánicos).
  • La Asamblea Legislativa o Congreso, así como el Poder Judicial han estado siendo cuestionados por su corrupción e inoperancia. Las medidas correctivas son de carácter represivo y no existen esfuerzos serios para la recuperación de valores.
¿Qué debemos hacer ante esta realidad? ¿Cómo evitar que las experiencias negativas de los cristianos en la política se sigan repitiendo? Permítanme compartir algunas ideas al respecto:

1. El liderazgo debe tomar conciencia de que hay muchos campos en el mundo en donde es legítimo ser sal y luz. La iglesia debe reconocer que toda actividad humana legítima es un campo de misión. La política no es mala en si, Dios está interesado en gobernantes justos y capaces. Dios desea el bienestar de los pueblos y en esto juegan un papel importante los políticos.

2. La iglesia debe preparar a sus miembros a ser cristianos en el medio social y laboral en el cual les corresponde vivir. Mucho del discipulado que se da hoy día es enseñanza teórica que tiene muy poco que ver con el vivir diario. Gran cantidad de gente ha llegado a la iglesia, pero aun conserva muchas de sus viejas costumbres. Tenemos que enseñar a los miembros de la iglesia a vivir su fe, predicar con ejemplo y con palabra.

3. Debemos organizar las actividades eclesiásticas dejando un espacio para que los cristianos sigan insertos en su mundo social y laboral, de lo contrario no lo podrán cambiar. Cuando la gente se convierte, la queremos tan involucrada en las actividades de la iglesia que ya no tiene tiempo para servir de sal en el mundo. La efectividad de la misión de la iglesia está precisamente en que permanezcamos en el mundo y nos convirtamos en embajadores del Reino de Dios.

4. El liderazgo de la iglesia debe organizar actividades de reflexión sobre como manifestar las señales del reino en medio de la situación cultural y social imperante. No basta con tener buenas intenciones, se necesita preparación y experiencia. Los cristianos interesados en política o que ejerzan algún puesto de servicio deberían de participar de actividades de reflexión sobre problemas nacionales y las posibles alternativas de solución desde una perspectiva cristiana. El pastor interesado en la madurez de sus fieles necesita estar informado y recomendar buenos libros que promuevan la reflexión y profundización de temas sociales.

5. La iglesia debería organizar actividades propias para personas con profesiones específicas. Los profesionales tienen que enfrentar, al igual que otros trabajadores, situaciones que retan su fe, o bien, que necesitan definir como su posición cristiana. Los profesionales y trabajadores en campos específicos son las personas indicadas para asesorar a los servidores en el campo político.

6. Las iglesias deben rechazar todo intento de manipulación política. La iglesia debe mantener su libertad de opinión para poder aconsejar o apoyar a cualquier grupo que haga lo bueno para el país o para la comunidad, así como también para estar en desacuerdo y denunciar a todo aquel que esté haciendo lo perjudicial para la comunidad. Los políticos cristianos deben aprender a respetar la iglesia y no involucrarla en su propio proyecto político. El púlpito y el ministerio son para promover y proclamar a Cristo y su obra, no proyectos políticos partidistas de hermanos en la fe. Los hermanos y hermanas deben sentirse libres para votar y apoyar proyectos de acuerdo a su propia conciencia.

7. Como en todas las cosas, a los miembros de la iglesia se les debe dar instrucción para ejercer sus deberes y derechos ciudadanos en forma responsable. El cristiano está llamado a pensar en beneficio de los demás y de la comunidad. La iglesia debe tener una actitud semejante de buscar el beneficio comunal y nacional, antes que el beneficio propio. Se debe recordar a los miembros que no por ser cristiano un candidato será un buen funcionario. En la historia bíblica el Señor usa como sus instrumentos aun a inconversos, mientras que algunos miembros del pueblo de Dios tuvieron que ser desechados.

8. Los líderes cristianos deben evitar la tentación de involucrarse en la lucha por puestos en partidos políticos. Si deciden esa vía, lo más aconsejable es que no estén al frente de iglesias o ministerios cristianos específicos.

9. La iglesia debe asumir un papel profético al denunciar todo aquello que se opone a lo enseñado en la Palabra de Dios (pecado) y de apoyo a proyectos en beneficio de la comunidad (el bien común). Esto requiere un esfuerzo en el estudio e interpretación de la Biblia, pero esto es precisamente lo que Dios espera de nosotros.

10. Los líderes de la iglesia deben estar atentos al desarrollo de la vocación de los miembros de sus congregaciones. Estas vocaciones incluyen la del servicio público.

Si deseamos bendecir a nuestras naciones latinoamericanas tenemos que prepararnos responsablemente. Una participación irresponsable afecta el testimonio y avance de la obra de Dios. La no participación tampoco es una opción, ya que estamos llamados a ser bendición en medio de nuestros pueblos.

Ideas básicas de este artículo
• La iglesia latinoamericana contemporánea juega de forma intencionada un papel en la política, ahora más fuerte y más frecuentemente.
• El crecimiento numérico de la iglesia ha sido una de las razones por las cuales el pueblo evangélico se ha incorporado a la vida política de la las naciones.
• El crecimiento numérico no ha significado un crecimiento en los énfasis de fe y de vida de la iglesia.
• Las experiencias política-iglesia en latinoamérica no han sido favorables, gracias a la falta de una preparación responsable de aquellos que representan la iglesia.
• Debemos establecer criterios para reivindicar la participación de la iglesia evangélica en la política latinoamericana.

Preguntas para pensar y dialogar
1. ¿Tiene su iglesia una postura con respecto a la política? Si tiene una escríbala.
2. Defina con una palabra la política de su país.
3. Defina con una frase la función de su iglesia en la política de su país.
4. Como cristianos y como ciudadanos responsables ¿cuáles serían algunas acciones que se podrían desarrollar en nuestra iglesia y en la política?

[tomado de http://www.desarrollocristiano.com/articulo.php?id=225]

Alberto Reyes

Alberto Reyes es pastor e ingeniero agrónomo de profesión, ha trabajado por veintidós años con las Sociedades Bíblicas Unidas.

Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar

lunes, 28 de septiembre de 2009

Lunes 28 de septiembre

Señor, ¿qué quieres que haga?

Algunos santos tienen el privilegio de tener al Señor como interlocutor directo. Sí, ¡hablan con Dios! Un caso particular es "el mínimo y dulce" Francisco de Asís, que, nos cuenta su historia, dialogaba con una imagen de Cristo crucificado, en el templo de San Damián.

La Iglesia medieval de sus tiempos estaba controlada, jerárquicamente y en buena medida, por los poderosos, quienes enviaban a sus hijos no-primogénitos, es decir no herederos del poder terrenal, a incorporarse al clero. Tenían suficiente poder de influencia para conseguir que cargos eclesiásticos importantes quedaran en sus manos. Ello creaba muchos problemas a la Iglesia para cumplir su misión, y sufría grandes peligros.

Así, nos cuenta la historia, en algún momento Jesús dijo a Francisco de Asís. "Francisco, ¡repara mi Iglesia!". ¿Qué podía hacer un sencillo monje como Francisco, en un pequeño pueblo de Italia, para sacudir a la Iglesia que Jesús fundó y hacerla reaccionar? Pero pudo hacerlo. Cristo le encargó que actuara humanamente, pero con el poder divino tras él.

¡Qué encargo! Nosotros, los "simples mortales" de este siglo, podemos también pensar que, como los profetas y muchos santos, vinimos a este mundo para llevar a cabo alguna misión especial de Dios. A veces, toda una vida se concreta en un solo hecho o un pequeño periodo de tiempo, en que hicieron lo que Dios les había destinado hacer.

Así, pensando en que debemos obedecer al Señor y cumplir nuestra misión en el mundo, la que sea, pequeña o grande, humanamente trascendente o conocida solamente en el ámbito de Dios, podemos pensar: " ¿No sería bueno que el Señor me dijera qué es lo que espera de mi?".

Podemos entonces ponernos frente a un crucifijo, o hasta frente a un sagrario, en donde, bajo la especie de pan, está verdaderamente Cristo resucitado, y preguntarle: "Señor ¿qué quieres que haga por ti y mis hermanos los hombres?". Qué bueno sería, pero lo más probable es que el Señor no nos lo diga de viva voz, como a Francisco de Asís. Ni siquiera como mensaje, digamos, "telepático". Sin embargo, el Señor tiene maneras de presentarnos su expectativa de vida para nosotros sin usar palabras. A veces, su manera de pedírnoslo, es un entusiasmo "espontáneo" que "nos nace", de hacer alguna cosa por Cristo y los hombres.

Hay, por supuesto, ocasiones en que podemos escuchar, como dijimos "telepáticamente", en nuestra mente, la voz de Dios, que nos dice qué desea de nosotros en algún momento, o nos dé una señal indiscutible de la vocación, el llamado que hace de nuestras vidas.

Pero, para efectos prácticos, para la vida diaria y normal del "ciudadano de a pie", el Señor no nos dirá directamente lo que espera que hagamos por Él. Más bien, pondrá frente a nuestros ojos, los físicos y los del alma, situaciones que aparezcan como "oportunidades" especiales para hacer el bien.

Algo sí podemos esperar; de alguna forma, en una situación particular, vía nuestra conciencia, Dios nos hará ver lo que desea que hagamos. Casi siempre se tratará de hacer algo, de no quedarnos impasibles ante alguna necesidad de otros, próximos o desconocidos, ajenos a nosotros, o ante los ataques contra la fe.

Esas "oportunidades" pueden ser casos como ver la necesidad de un buen consejo, que esté a nuestro alcance; una limosna que dar, tender una mano, dar una sonrisa, una alegría al entristecido. Puede ser combatir un desastre natural, para salvar vidas y bienes. Abogar por el inocente de la acusación injusta; defender la vida como derecho humano primigenio. Difundir su doctrina o de alguna forma predicar su palabra. Se trata quizá de orar, para que Él intervenga.

Yendo más lejos, en un momento de crisis, vemos que la "oportunidad" es salvar a otro de grave peligro, arriesgando nuestra vida en el intento. Puede ser que toda nuestra vida nos lleve a tener que ofrecerla, en martirio, por la fe de Cristo.

Pero la mayor parte de las veces no será la petición extrema de la vida. La santidad, es decir el seguir los dictados del Señor, es una suma de pequeñas acciones. Al repasar la trayectoria de los santos, vemos que las grandes obras son sólo momentos en una vida sencilla de hacer cuanto pudieron por los demás.

¿Cuántos milagros hizo en la India la Madre Teresa de Calcuta? Nunca, que se sepa, un enfermo tocado por su pequeña mano en nombre de Dios recuperó instantáneamente la salud y se levantó del lecho gritando: "¡Milagro, estoy curado!". No, su vida fue una constante de ayudas al alcance de los recursos que Dios puso en sus manos, por los más pobres y desvalidos, por los "intocables" de la India.

Pero a Teresa de Calcuta, este mundo moderno —cristiano o no—, la calificó como "santa en vida", una santa "moderna". Esa suma de hechos diarios por los demás, se convirtió en fuente de gracia para que muchas mujeres siguieran su ejemplo como religiosas dedicadas a la caridad asistencial, y mucha gente ayudara también a esos intocables de la India y a pobres de diversas partes del mundo.

Entonces, si nos decidimos a preguntar directamente al Señor, en un afán de entrega, en una búsqueda de nuestra misión terrena muy personal, y le decimos: "¿Señor, qué quieres de mí, qué deseas que haga por ti?", siempre, de alguna manera, poniéndonos enfrente la necesidad de hacer algo por los demás y hasta por un mensaje directo, lo sabremos. ¡Abramos ojos y oídos!

Para ello, tenemos que aprender cada vez más, a "leer" la voluntad de Dios, nuestro encargo, en los avatares de la vida diaria. En algún momento, sabremos a ciencia cierta que Dios quiere algo de nosotros. ¡Nos habrá respondido! Y sólo queda entonces nuestra voluntad de cumplir lo que desea.

[tomado de http://www.conoze.com/doc.php?doc=8198]

Salvador Ignacio Reding Vidaña

Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar

viernes, 25 de septiembre de 2009

Viernes 25 de septiembre

Evangélicos incursionando en política

En los últimos años se está dando una realidad que hubiese sido impensable unas décadas atrás en nuestros países latinoamericanos. Quizás más, hubiese sido catapultado al mismo infierno aquel cristiano que asumía la osadía de incursionar en política

Para muchos evangélicos la actividad política partidaria no podía ser compatible con su fidelidad a Cristo. Gracias a Dios esta visión ha ido cambiando y cambiando para bien. Hoy es posible conocer la presencia de políticos evangélicos en casi todos los países latinoamericanos, y que no disimulan su filiación religiosa, sino que la expresan públicamente, siendo reconocidos y aceptados como tales.

Ha habido, incluso, intentos de organizarlos por medio de la formación de partidos netamente evangélicos, lo que en la mayoría de los casos no ha dado el resultado esperado. Tal es así que, por ejemplo en Argentina, los cristianos están enfilándose en las listas de los partidos históricos y/o mayoritarios, pues es allí donde tienen mayores posibilidades.

Pero, ¿qué podemos decir desde el punto de vista cristiano al respecto? ¿Es aconsejable que los cristianos se involucren en políticas partidarias? ¿Es coherente la política con la fe cristiana? ¿Qué ejemplos podemos tener que nos animen a fomentar esta inclusión? ¿Cuál es el rol que la iglesia como institución debe asumir en estas circunstancias?

Trataré de contestar estas preguntas para aclarar algunos aspectos.

¿Qué es la política? Origen de la palabra

Cualquier diccionario de la lengua española define la palabra "política" algo así como: "Arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados. Actividad de los que rigen o aspiran a regir los asuntos públicos". Su origen la encontramos en la palabra griega polis, un sustantivo que significa "ciudad", pero que en la Grecia antigua ya era entendida como el arte de gobernar y de participar en la gestión de la vida pública. Lo que implica la participación de todos los ciudadanos en las decisiones públicas de su comunidad.

¿Qué hizo que los evangélicos, en línea general, sean apolíticos?

En líneas generales, tanto en política como en otros asuntos los evangélicos han sido de aquellos que han optado por el "no te metas" y con esa actitud han permitido que las decisiones importantes de nuestros países sean tomadas por personas que no siempre tuvieron una visión cristiana de las cosas.

Destaco aquí la opinión vertida por dos importantes teólogos latinoamericanos sobre esta cuestión; ellos son René Padilla y José Miguez Bonino.

Para Padilla el apoliticismo de los evangélicos se debe a tres factores fundamentales:
a. La influencia de misioneros cuya enseñanza (tal vez más por lo que eran que por lo que decían) pasaba completamente por alto la responsabilidad social y política de los cristianos.
b. El "complejo de minoría" de los evangélicos, fraguado en un ambiente de hostilidad (y hasta de abierta persecución religiosa), un ambiente donde la cuestión de su propia sobrevivencia necesariamente ha desplazado todas las preguntas que podrían haberse hecho sobre su posible aporte a la construcción de una nueva sociedad.
c. El énfasis en una escatología futurista en las iglesias evangélicas, a la luz de la cual la misión de la iglesia se reduce a la salvación de almas, en tanto que la acción social y política queda relegada al ámbito de tareas ajenas al interés de los cristianos. [i]

Miguez Bonino sotiene que la razón radica también en que "el propósito central fue la evangelización: un llamado a la conversión a Jesucristo, a una experiencia de fe personal y conmovedora y a una vida nueva de honestidad, sobriedad y responsabilidad. Todo lo demás quedaba como subordinado a ese proyecto evangelizador al que consagraban todas sus fuerzas y recursos". [ii] Aunque luego aclara que algunas iglesias sintieron que esa evangelización también incluía un aspecto social y por ello han dejado un legado interesante de instituciones que sirvieron con este fin, pero manteniéndose al margen de la lucha política partidaria.

Preocupación por la situación social

Desde los inicios de la Iglesia cristiana la cuestión social era un tema que preocupaba a la nueva comunidad. Así lo vemos reflejado en Hechos de los Apóstoles cuando entre ellos vendían sus propiedades y lo compartían para las necesidades de los demás. Unas iglesias más, otras menos, siempre han estado atentas a la situación que en manera particular padecían sus miembros; aunque quizá, esa preocupación, no era tanto hacia los no miembros. En los inicios de la presencia protestante en América Latina podemos encontrar a las agencias misioneras preocupadas por esta realidad, lo que los llevó a organizar distintas instituciones que fueron de ayuda a la sociedad en la que planificaban evangelizar. Podemos mencionar como ejemplo la creación de escuelas, hospitales, centros de salud, cementerios, cooperativas, etc.

¿Son inconsecuentes la política y la vida cristiana?

Entendiéndose la palabra "política" como "el arte de vivir en comunidad y de gobernar los intereses de la misma", no encuentro oposición entre política y vida cristiana. Somos parte de una sociedad y en ella hemos sido puestos para ser sal y luz, según las palabras del mismo Jesús.

Es interesante notar que las comunidades cristianas siempre han estado atentas a las necesidades brindando de distintas maneras servicio social, pero lo que en muy pocas circunstancias se han involucrado es en la acción social, la que va más allá del simple servicio, pues incluye la elaboración de políticas para alcanzar cambios sustanciales.

El teólogo John Stott dice que "un genuino compromiso social cristiano abarcará ambos: servicio social y la acción social. Divorciarlos sería artificial. Existen casos en los que las necesidades no pueden aliviarse si no es mediante la acción política". [iii]

En esta línea de pensamiento podemos volver a afirmar que política y fe cristiana no son inconsecuentes. Deberíamos decir que deben ser complementos. Es la fe puesta en acción.

Vocación evangélica expresada en la política

El panorama político actual plantea un verdadero desafío a los evangélicos con vocación política. Un desafío que parte de revertir la opinión que la mayoría tiene de la política y que comparte Jacques Ellul cuando dice que "la política es la imagen contemporánea del mal absoluto. Es satánica, diabólica, el hogar mismo de lo demoníaco". [iv]

Para los cristianos evangélicos, la inclusión política debe ser una posibilidad de servicio. Un lugar desde el cual poder servir a Dios y al prójimo. Un espacio desde el cual se pueda decidir el futuro con una cosmovisión cristiana sobre todos los asuntos importantes del Estado.

El desafío no es menor. Habrá que tomar decisiones que estarán por sobre el aparato partidario, si es que se quiere mantener la fidelidad a la Palabra de Dios.

Por esta razón esta tarea no es para aficionados ni aventureros. Deberían involucrarse en ella solamente aquellos cristianos que comprenden que han sido llamados para esa actividad y habiéndose preparados correctamente para no defraudar al Señor, en primer lugar, y a quienes pusieron en ellos sus esperanzas.

Apreciación personal

Si bien veo como muy positivo que los cristianos con vocación política incursionen, se animen a formular sus convicciones desde lugares públicos para servicio a la comunidad, también veo como un verdadero peligro el que las aspiraciones políticas sean motivadas por el simple hecho de la popularidad que puede llegar a tener, por ejemplo, un pastor.

En nuestro país, está siendo muy común el que los partidos políticos que han sido vapuleados y desacreditados busquen en las iglesias evangélicas entre sus líderes a sus candidatos. Es muy tentador la oferta, y podemos llegar a pensar que por ser convocados podremos cambiar la sociedad.

Otro de los peligros que considero en los que se puede caer tiene que ver con los mismos errores cometidos por el catolicismo, pretender sacar réditos de la posición de poder (lograr terrenos, subsidios, otros tipos de ventajas).

Para Miguez Bonino los peligros tienen que ver con caer en la tentación de utilizar el poder político al servicio de la Iglesia; creer que como somos creyente, somos incorruptibles; y creer que basta con ser honestos y bien intencionados para ser buenos cristianos en la vida política.

Lamentablemente, no todos los ejemplos que tenemos de quienes ya se involucraron expresando su condición evangélica son de los mejores.

No hace mucho tiempo atrás aparecía en los titulares de los diarios y los noticiarios televisivos la noticia de un verdadero escándalo en la bancada evangélica del Brasil, por la compra sobrevaluada de ambulancias. Probablemente no han sido todos los diputados evangélicos los involucrados en este asunto, pero... cómo perjudica nuestra imagen.

Puedo mencionar casos acaecidos en la Argentina, donde candidatos evangélicos de hasta ahora intachable trayectoria empresarial y política, apoyaban propuestas de sus jefes políticos que en realidad desestabilizaban la democracia participativa. Lamentablemente no los oímos hablar en contra de esto, mientras los cristianos esperábamos algo diferente de ellos.

Conclusión

Debido al aumento porcentual de los evangélicos en Latinoamérica, los distintos partidos políticos buscan ubicar evangélicos en lugares claves para ganar votos, lo que puede provocar alucinaciones en algunos deseosos de posiciones de poder. ¡Cuidado!

Debemos gozarnos que exista hoy un escenario interesante para que los evangélicos ocupen lugares de servicio en la comunidad, haciendo las cosas para gloria de Dios.

Si Dios es un Dios de orden y perfección, debemos asumir que la actividad política deberá ser entendida de la misma manera para los cristianos. Habrá que prepararse para no dejar un mal ejemplo opacando el testimonio de Cristo.

Si bien considero que la Iglesia como tal no debería hacer política, en el sentido de apoyar a un partido o el otro, pero debería facilitar a sus miembros, con probada vocación, la posibilidad de hacerlo.

Para concluir, creo que las iglesias deberían apoyar, aconsejar, sustentar a sus miembros que, aceptando el desafío de servir, incursionan en la tarea política para bendecir a los demás. Ellos deberían encontrar en su comunidad de fe un espacio para fortalecer sus convicciones y de esta manera reflejarlas en el espacio político.

[tomado de http://www.elmensajero.com.mx/vernoticias.php?artid=4069&tipo=general&cat=55&relacion=elmensajero]

Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar

jueves, 24 de septiembre de 2009

Jueves 24 de septiembre

Compromiso socio-político del cristiano en el Documento de Aparecida

Introducción


Constatamos que existe una profunda crisis de identidad del cristiano como tal en relación a su presencia y actuación en el área socio-política. Esto se expresa, sobre todo, en el temor a manifestarse en lo que es, en lo que cree, lo que piensa… No se llega a confrontar el programa y la praxis política con la exigencias éticas de la fe.

La presencia de personas católicas, de auténtica formación religiosa, en los partidos políticos y en importantes funciones de gobierno ha sido muy común a la largo de nuestra historia. También en la actualidad podemos ver a gran número de personas con notable formación religiosa ocupando puestos de responsabilidad en el Gobierno del MAS (Movimiento Al Socialismo). Sin embargo, es una presencia tan discreta que no se la llega a sentir. Alguien los ha definido como "católicos vergonzantes".

Lo cierto es que la actuación de los católicos comprometidos en la actividad política ha sufrido profundos cambios. Años atrás existía una idea clara de la identidad católica y de su consecuente "militancia" : Eran personas y grupos organizados que querían hacer realidad los valores del Evangelio en el área de la política.

El Documento de Aparecida quiere superar esa crisis de identidad católica en nuestros políticos, impulsándoles a que, con su presencia, vayan transformando nuestra sociedad de acuerdo con los valores del Evangelio. Sin embargo, el Documento, siguiendo las orientaciones del Magisterio de la Iglesia, rechaza la idea de un partido confesional católico, como lo veremos más adelante.

I.- EN EL CORAZÓN DEL MUNDO

Una pastoral contextualizada


El Documento de Aparecida insiste en que para evangelizar la realidad hay que partir de esa misma realidad. Sólo así podrá ser transformada a la luz y el dinamismo de los valores del Reino:

"La pastoral de la Iglesia no puede prescindir del contexto histórico donde viven sus miembros. Su vida acontece en contextos socio-culturales bien concretos. Estas transformaciones representan, naturalmente, nuevos desafíos para la Iglesia en su misión de construir el Reino de Dios. (D.A. 381)

Pero no solo con buena voluntad se puede llevar el Mensaje y esperar excelentes resultados. Tienen que definirse, de antemano, los objetivos y programarse las acciones:

Debemos ser portadores de "una respuesta consciente y eficaz para atender las necesidades del mundo de hoy con indicaciones programáticas concretas, objetivos y métodos de trabajo, de formación y valoración de los agentes y la búsqueda de los medios necesarios, que permitan que el anuncio de Cristo llegue a las personas… modele las comunidades e incida profundamente, mediante el testimonio de los valores evangélicos, en la sociedad y en la cultura... (D.A. 385)

"No se trata sólo de estrategias para procurara éxitos pastorales, sino de la fidelidad en la imitación del Maestro, siempre cercano, accesible, disponible para todos, deseoso de comunicar vida en cada rincón de la tierra" (D.A.386)

Superando la mentalidad dualista

El compromiso socio-político del cristiano implica una superación de la mentalidad dualista que ha caracterizado, durante siglos, a nuestra cultura. Esa mentalidad lleva a seccionar a la persona humana y a percibir a la realidad como dividida en sí misma, con tendencias antagónicas internas: iglesia-mundo; cuerpo-alma; oración-acción; espiritualidad-compromiso; amor a Dios-amor el prójimo… etc.

Desde esa mentalidad, se ve a lo sagrado como totalmente alejado de lo profano y al el reino de la gracia separado del reino del pecado aún en el orden físico.

De ahí ha surgido ese falso espiritualismo que trata de refugiarse en el área de lo sagrado, huyendo de los compromisos y de las exigencias éticas de las realidades temporales. Avanzar por el camino de la santidad es alejarse del mundo a cual se lo ve como enemigo de Dios. En lugar de percibir esta diversidad de tensiones como algo llamado a la complementariedad, se las ve como realidades llamadas a una continua conflictividad.

El Documento de Aparecida trata de superar esa mentalidad dualista siguiendo las orientaciones del Concilio Vaticano II. En efecto, el Concilio ve a la Iglesia como fermento transformador dentro de esa misma realidad:

"La acción social por la cual la Iglesia se hace presente en la sociedad, en las personas, en las estructuras, para animar, orientar y promover la liberación integral del hombre, a la luz del Evangelio" nos dice Puebla.

El Documento de Aparecida nos habla de una liberación integral:

"Dios en Cristo no redime solamente la persona individual, sino también las relaciones sociales entre los seres humanos… El magisterio social de la Iglesia nos indica que no podemos concebir una oferta de vida en Cristo sin un dinamismo de liberación integral, de humanización, de reconciliación y de inserción social ( D.A. 373)

El proyecto de Jesús es instaurar el Reino de su Padre… se trata de un Reino de vida… oferta de vida para todos. " Por eso la doctrina, las normas, las orientaciones éticas, y toda la actividad misionera de la Iglesia debe dejar transparentar esta atractiva oferta de una vida más digna para cada hombre y cada mujer… (D.A.375)

Crisis de identidad en los políticos cristianos

Decíamos más arriba que se constata una crisis de identidad en la militancia socio-política de los cristianos. La presencia de católicos comprometidos en el campo de la política ha perdido en Bolivia visibilidad, influencia y valentía.

No obstante, a lo largo del historia ha habido una participación muy activa de líderes cristianos que han dejado su imprenta positiva en valores, costumbres, leyes y tratados. Han existido partidos de gran influencia que han llevado el rótulo de "cristianos", tanto en nivel nacional como internacional.

La presencia de numerosos jóvenes de verdadera formación humana y cristiana en los partidos políticos de Bolivia ha sido notable. Lamentablemente, durante la década de los años 70 y 80 se dio una verdadera emigración de muchos jóvenes católicos, con grandes inquietudes y con nobles ideales, hacia partidos de izquierda, encandilados , la mayoría de ellos, por el señuelo de la ideología marxista.

Su desilusión fue profunda y total. Se frustraron grandes ideales y opciones muy generosas.

Recuerdo haber escuchado a uno de ellos, decepcionado se su propia trayectoria política: ¡"La Iglesia nos dejó huérfanos en los momentos más dramáticos"!

Debemos reconocer con sinceridad que la Iglesia no supo acompañar a nuestra juventud en los momentos más cruciales de la vida político-institucional del país.

En el momento actual se da un repliegue peligroso de muchos excelentes cristianos huyendo de todo compromiso socio-político. El individualismo, el consumismo, el éxito personal, el pesimismo ante el cambio… han ido apagando los mejores ideales, sobre todo, en nuestros jóvenes. En el área de lo político predomina la decepción, la desconfianza y la crítica amarga contra los partidos.

No se ha logrado articular la dimensión de fe con el compromiso político. Permanecen, como dos polos antagónicos y totalmente distanciados. Falta llegar a una verdadera síntesis que le dé pleno sentido a la fe desde el compromiso social y que, a su vez, lo social sea vivificado y animado por esa misma fe.

La Iglesia no ha presentado en los últimos años una opción clara y eficiente que responda a ese reto en nivel nacional. El Documento de Aparecida quiere que se encuentre esa respuesta, formando cuatros políticos con un verdadero compromiso socio-político cristiano, que sean portadores de los principios y las directivas concretas de la D.S.I. (Doctrina Social de la Iglesia)

¿Hacia una pastoral socio-política….?

El Documento de Aparecida hace muchas alusiones a la Doctrina Social de la Iglesia y al compromiso transformador de los cristianos.

Debemos tener claro que cuando hablamos del compromiso socio-político del cristiano no estamos insinuando la formación de partidos confesionales, como tampoco lo hace Aparecida.

El Papa Benedicto XVI lo dijo muy claramente en el Discurso de Inauguración de esta la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano: "El respeto a una sana laicidad es esencial en la tradición cristiana auténtica. Si la Iglesia comenzara a transformarse en sujeto político, no haría más por los pobres y por la justicia, perdería su independencia y su autoridad moral, identificándose con una única vía política y con posiciones parciales opinables. La Iglesia es abogada de la justicia y de los pobres, precisamente al no identificarse con los políticos ni con los intereses de partido. Sólo siendo independiente puede enseñar los grandes valores, orientar las conciencias y ofrecer una opción de vida que va más allá el ámbito político. Formar conciencias, ser abogada de la justicia y de la verdad, educar en las virtudes individuales y políticas es la vocación fundamental de la Iglesia en este sector. Y los laicos católicos deben ser conscientes de su responsabilidad en la vida pública; deben estar presentes en la formación de los consensos necesarios y en la oposición contra las injusticias" (Benedicto XVI. Disc. en Aparecida )

El Documento de Aparecida, siguiendo las orientaciones del Concilio Vaticano II y del Magisterio Ordinario, defiende la independencia de la Iglesia en materia política y no se identifica con propuestas político-partidistas concretas. No se cree dueña de soluciones técnicas, económicas o políticas. Su misión está en anunciar los valores del Reino y tratar de que esos mismos valores estén presentes en las distintas opciones políticas.

La necesaria articulación entre la vida de fe la política

Es necesario llegar a una verdadera síntesis entre la fe y la política para lograr que haya una presencia más eficaz y honesta de personas de Iglesia en el campo socio-político.

Uno de los aspectos más importante en orden a la participación política de los cristianos es el de la ética. Si analizamos la decadencia, y aún la desaparición de gran parte de los partidos políticos, vemos que ello está directamente vinculado a la tremenda corrupción de la que han sido víctimas. Esa corrupción se ha expresado, principalmente, en enriquecimientos ilícitos, negociados, cuentas bancarias secretas, nepotismo… etc.

El Evangelio es un verdadero manantial de valores para orientar la vida de las personas y de los pueblos. El aporte de los líderes católicos, en este sentido, sería de un valor extraordinario para encauzar a los partidos por caminos de honestidad, de justicia, de equidad, de igualdad, de transparencia… etc.

Estos grandes valores son como el horizonte último de toda auténtica política. Lo demás es demagogia.

El proyecto de una sana política se constituye, para el político cristiano, en una verdadera mediación para que viva con autenticidad su propia fe como laico católico.

Una verdadera pastoral socio- política debe impulsar y tratar de actualizar todo ese caudal de valores que aporta el Evangelio de Jesús.

Esto implicaría una verdadera resurrección en situación de coma o de muerte cerebral en la que se debaten nuestros partidos tradicionales.

Sin embargo, esa presencia de los valores morales que exige el mandamiento del amor : valores de solidaridad, de equidad, de fraternidad, de igualdad, de justicia, de libertad... no estarán presentes en el campo de la política si no hay una verdadera pastoral social que forme a los cristianos en este campo, teniendo como ideario básico la D.S.I.

Todos sabemos que la fe no es un mero catálogo de verdades abstractas. Es acontecimiento, es experiencia, es vida… Hay que articular, por lo tanto, en la teoría y en práctica, la fe con la vida; la práctica de las virtudes personales con las virtudes sociales.

Hay corrientes de pensamiento dentro de algunos movimientos de la Iglesia que pretenden legitimar el a-politicismo en aras de la imparcialidad. En realidad, es una aparente imparcialidad. De hecho, es aceptar la convivencia con la corrupción, con la injusticia y la explotación.

El Documento de Aparecida está totalmente en contra de todo lo que implique privatización de la fe, ya que, en el fondo, es reducir el dinamismo de la fe al área intimista de la conciencia individual.

Era muy común en el tiempo de las dictaduras escuchar frases como esta: "La Iglesia debe dedicarse a rezar y no meterse en política".

Fue muy grande el desconcierto que suscitó en la opinión pública del país esa misma frase en labios de altos personeros del Gobierno actual.

La alta política que orienta le vida de los pueblos con grandes principios y normas de conducta compete, no solo a las principales instituciones, sino también a todos los ciudadanos. Otra cosa es la política partidista que está restringida a cierto número de miembros en el tiempo y en el espacio.

La importancia y el papel sustancial de los laicos y las laicas en la misión de toda la Iglesia en el campo de lo político es puesto muy de relieve en el Documento de Aparecida.

Es una reacción contra la mentalidad de muchos cristianos que identifican a la Iglesia solamente con lo Jerárquico, cuando, en realidad, la Jerarquía existe en función de acompañar y alimentar el conjunto del Pueblo de Dios y no a la inversa. La Jerarquía y el Ministerio Sacerdotal existen como servicio a la Comunidad.

II.- HACIA UNA AUTÉNTICA PROMOCIÓN DEL LAICADO

Un derecho y un deber que parten del Bautismo


En el Documento de Aparecida se habla muy claro en cuanto a la presencia del laicado en la misión de transformar nuestra realidad desde un opción evangélica. Llega a hablar de los laicos, no sólo como colabores eficaces en la implantación de los valores del Reino, sino que "deben participar en el discernimiento, la toma de decisiones, la planificación y la ejecución."(D.A. 385)

La Iglesia es una comunidad de iguales. Los títulos de nuestra común dignidad los expresa hermosamente San Pedro en su Primera Epístola:

"Ustedes, al contrario, son una raza elegida, un reino de sacerdotes, una nación consagrada, un pueblo adquirido para anunciar las maravillas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. Ustedes, antes no eran un pueblo, ahora son el Pueblo de Dios"(1 Pe.2, 9)

El Concilio Vaticano II fue muy explícito al insistir en que en la Iglesia no hay ( no debe haber) ninguna desigualdad:

"Por lo tanto, el pueblo de Dios por Él elegido, es uno: Un Señor, una fe, un bautismo. Es común la dignidad de los miembros; común la gracia de la filiación; común la llamada a la perfección. Una sola salvación, única la esperanza e indivisa la caridad. No hay, por consiguiente, en la Iglesia ninguna desigualdad. (LG. 32)

Este ideal de comunión fraterna se basa en que la dignidad principal del cristiano no la confiere el Sacramento del Orden Sacerdotal, sino el Sacramento del Bautismo. Él es que nos otorga la máxima dignidad de ser hijos de Dios. Sin embargo, debemos reconocer que persiste en la Iglesia una mentalidad y unas prácticas negativas de autoritarismo y verticalismo.

En el corazón de la Iglesia

La misión del laico la describió bellamente el Documento de Puebla:

Los laicos son " hombres de Iglesia en el corazón del mundo y hombres del mundo en el corazón de la Iglesia" (D.P. 786).

Lo transcribe literalmente el D.A en el n. 225. Sin embargo, ya en Documento de Santo Domingo, los Obispos se lamentaban de:

"La persistencia de cierta mentalidad clerical en numerosos agentes de pastoral, clérigos e incluso laicos. La dedicación de muchos laicos, de manera preferente, a tareas intra-eclesiales y una deficiente formación, les privan de dar respuestas eficaces a los desafíos actuales de la sociedad." (D.SD. 96)

El Concilio Vaticano II se sirvió la de la metáfora de la levadura para definir, muy apropiadamente, la misión del laico en el mundo.

Los laicos "están llamados por Dios para que, desempeñando su propia vocación y guiados por el espíritu evangélico, contribuyan a la santificación del mundo como desde adentro, a modo de fermento" (LG 31)

Esta transformación del mundo incluye, inevitablemente, el compromiso político de los cristianos, pues es la mediación más importante para cambiar las estructuras injustas y establecer un orden social justo y solidario.

La Iglesia y, en concreto el D.A., tienen un concepto positivo de lo político, por más que tantas veces los propios partidos hayan contribuido a tergiversarlo y prostituirlo .

El gran ideal de la Iglesia en el área de la política es que se respeten siempre los derechos y la dignidad de las personas y se defienda y se concretice el ideal del "bien común"

Muchas veces se ha intentado el separar a los creyentes del compromiso socio-político para preservar su fe, sin pensar que la fe del laico debe crecer y fructificar allí donde Dios quiere que esté, es decir, en la conflictividad de nuestro mundo. (S.D.,93)

El D.A es muy claro al respecto. Dice así:

"Destacamos que la formación de los laicos y laicas debe contribuir, ante todo, a una actuación como discípulos misioneros en el mundo, en la perspectiva del diálogo y de la transformación de la sociedad. Es urgente una formación específica para que puedan tener una incidencia significativa en los diferentes campos, sobre todo "en el vasto mundo de la política, de la realidad social y de la economía, como también de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los medios de comunicación y de otras realidades abiertas a la evangelización." (D.A. 300)

III.- ORIENTACIONES SOCIALES Y OPCIONES PASTORALES

Tres grandes líneas de acción


La misión social de la Iglesia, y de los cristinos en particular, es participar en la construcción de un verdadera comunidad humana.

Los procesos históricos de transformación implican opciones políticas, económica, culturales…Es misión de la Iglesia el asumir y animar todo lo positivo de esos procesos, y para ello hay que discernir los valores y anti-valores que están en juego para orientarlo todo en bien de la sociedad.

Un proceso de auténtica humanización debe avanzar en tres grandes líneas:

a) El área de la política dentro de la máxima participación ciudadana e impulsando los valores de la democracia : solidaridad, justicia social, igualdad, honestidad, fraternidad, libertad…etc
b) El área de lo económico, buscando el mayor bienestar material para toda la población, con una distribución equitativa de los ingresos, impulsando un desarrollo sostenible y otorgando a todos igualdad de oportunidades.
c) El área del desarrollo humano, con los servicios básicos, como salud y educación para toda la población, sin discriminación alguna, impulsando y haciendo realidad los valores culturales, éticos y religiosos.

Pero para tener una sociedad nueva necesitamos hombres nuevos .

Para el cristiano el modelo de hombre nuevo es Jesús de Nazareth.

La pastoral social

Nos recuerdan los Obispos que la "verdadera evangelización siempre ha ido unida a la promoción humana y a una auténtica liberación cristiana". (D.A.n.27)

La pastoral social trata de un modo más específico el hacer realidad esa auténtica promoción humana, teniendo como guía la D.S.I. ya que es la aplicación del pensamiento social de la Iglesia a los desafíos de la sociedad en que vivimos. Toda evangelización auténtica es liberadora pues tiende a transformar las relaciones y hacer que, todas ellas, sean más justas, fraternas y solidarias.

Para ello hay que llegar a encontrar la verdadera relación entre la Palabra de Dios y las situaciones concretas en que se encuentra la sociedad.

Existen dos formas de actualizar la "pastoral social": una es indirecta y otra directa.

La pastoral social indirecta trata de que el mensaje cristiano llegue a todos los ámbitos de la sociedad a través de distintas mediaciones.

La pastoral social de la Iglesia ha creado en toda América Latina una extensa red de instituciones para ofrecer distintos servicios, sobre todo en los sectores de lo asistencial, de la educación y de los medios de comunicación social.

La pastoral social indirecta" se sirve, asimismo, de publicaciones, revistas, boletines, volantes…

Vemos que la Iglesia está cada vez está más presente en los medos de comunicación, la radio, la televisión, el internet

La pastoral social directa se la ejerce, principalmente, exponiendo el Mensaje evangélico y Doctrina Social de la Iglesia en cursillos, charlas, foros, entrevistas… anunciando el Mensaje, denunciando todo lo que a él se oponga y trabajando por una auténtica transformación personal y social. En la mayoría de los casos se desarrollan al unísono la pastoral directa y la indirecta, ya ambas están llamadas a complementarse.

Un conocido político latinoamericano, dotado de una extraordinaria elocuencia "tropical," se plantea la siguiente pregunta: "¿Cuál es nuestro Norte…? El Sur, responde.

En realidad, el "norte" que debe guiar a todos aquellos cristianos que se comprometen en la transformación de nuestro mundo es el" sur", es decir, la "opción por los pobres, pues en ella está implícita la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos a todos con su pobreza". (D.A. 406)

[tomado de http://www.adital.com.br/Site/noticia.asp?lang=ES&cod=29359]

Gregorio Iriarte o.m.i., teólogo, analista social y político, Instituto de Misionología, Cochabamba. Bolivia

Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Miércoles 23 de septiembre

"Caritas in Veritate", la "Rerum Novarum" del siglo XXI

Según el cardenal Angelo Bagnasco, presidente de los obispos italianos.


ROMA, martes 22 de septiembre de 2009 (ZENIT.org).- La encíclica Caritas in Veritate supone, como en su momento la Rerum novarum y la Populorum progressio, un hito importante en la historia de la doctrina social de la Iglesia, una encíclica "providencial" ante la globalización.

Así lo afirmó este lunes el cardenal Angelo Bagnasco, arzobispo de Génova y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, durante la apertura del Consejo Permanente de los obispos.

Para el "presidente" del episcopado italiano, la encíclica de Benedicto XVI, como la Rerum novarum y la Populorum progressio, sale al paso de un nuevo fenómeno, que es, tras la caída del Muro, el de "la progresiva explosión de la interdependencia planetaria, hoy comúnmente conocido como globalización".

El gran desafío de esta encíclica es, para el cardenal Bagnasco, que Benedicto XVI "invita a todos a abandonar actitudes fatalistas, como si las dinámicas actuales fuesen producidas por fuerzas anónimas e impersonales y por estructuras independientes de la voluntad humana".

Otro de los puntos doctrinales fundamentales es el concepto de desarrollo, en la línea en que Pablo VI lo concibió, "como corazón del mensaje social cristiano".

"Es muy poderosa la idea de que el desarrollo es la vocación indómita y plenaria del hombre, que no puede no desear ser más. Y es precisamente sobre este camino que él, si quiere, encuentra a Cristo", observó el prelado.

"La verdad del desarrollo consiste en su integridad: si no es de todo el hombre y de todos los hombres, no es un verdadero desarrollo", citó el purpurado. "Estas palabras del Papa no deben reducirse a un eslogan estéril, sino que deben asumirse en todo su significado histórico y social".

"Es importante destacar cómo de esta centralidad de la persona se sigue en la encíclica la apertura a la vida, que está en el centro del verdadero desarrollo, como también la exigencia de que los Estados provean políticas que promuevan la centralidad y la integridad de la familia".

Crisis de sistema

Para el cardenal Bagnasco, esta encíclica es "providencial".

"No hay aspecto de la dinámica social que no sea considerado y, si procede, recolocado según una visión innovadora y al mismo tiempo dinámica, en una sociedad en vías de globalización", afirmó.

La encíclica "se revela como un texto providencial, que ofrece un marco sólido dentro del cual buscar respuestas a la altura de los grandes cambios que se están produciendo, en especial, por los cambios exigidos por la crisis económica y financiera que está atravesando el mundo entero", añadió.

"Para quienes piensen que esta crisis se parece a las que la han precedido, y que se podrá volver sin peligro a la exuberancia del pasado, esta encíclica le asesta un oportuno vaivén, para que no se difundan ilusiones cómodas o improponibles".

El cardenal afirma que esta "es una crisis de sistema, que ha atascado los engrasados mecanismos de una economía inadecuada a las complejidades de los desafíos actuales, y de ella no se saldrá, según el Papa, sin volver a proyectar nuestro camino, sin darnos nuevas reglas y sin encontrar nuevas formas de compromiso".

"Si continua el escándalo de un superdesarrollo disipador frente a pobrezas cada vez más desoladoras, si las distorsiones y los graves efectos de una actividad financiera mal utilizada, cuando no especulativa, siguen recayendo sobre los sectores más indefensos de la población mundial, si la corrupción y la ilegalidad no se marginen y superen, si los proteccionismos económicos y culturales, si los diversos proteccionismos económicos y culturales no son arrinconados por la cuota de egoísmo que encierran" y si "los poderes públicos no renuevan su capacidad de afrontar los problemas y si no hay una mayor participación ciudadana", esta crisis "habrá sucedido en vano, limitándose a empobrecer al mundo".

El cardenal Bagnasco felicita al Papa "en nombre de los obispos italianos" por "el don de esta encíclica, destinada a la Iglesia pero también puesta como nunca a disposición de la inteligencia del mundo".

[tomado de http://www.zenit.org/article-32577?l=spanish]

Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar

martes, 22 de septiembre de 2009

Martes 22 de septiembre

El diálogo en la Argentina actual

En la homilía del 6 de abril del 2008 traté el tema del diálogo para esclarecerlo, recomendarlo, preservarlo en su propia identidad y no usarlo corrompiendo su valioso significado, indispensable en sanas relaciones humanas, tanto más en una sociedad con mayoría cristiana. Actualmente sobre la palabra "diálogo" cae una gran sombra de sospecha. Se la ha vaciado de significado real. Es preciso devolver a la sociedad argentina una dinámica dialogal para vivir un país normal y ser Nación libre y soberana. Y es compromiso cristiano primordial favorecer las relaciones humanas hasta cumbres insospechadas de fraternidad y solidaridad ciudadana.

La primera condición requerida para que se logre el diálogo es que se realice entre personas que se respetan la una y la otra como tales. Es obvio, pero, en la práctica, no siempre se cumple suficientemente este primer e indispensable requerimiento. En consecuencia, no hablemos de diálogo si los que lo intentan no aspiran a personalizarse mutuamente. Uno y otro de los interlocutores deben aspirar a ser más y ayudarse, por medio del diálogo, para la realización de este objetivo. Quiere decir que ninguna de las partes debe ser considerada como un objeto. Y la responsabilidad de la frustración del diálogo cae sobre quien no aspira a la mutua personalización.

Una segunda condición, que se desprende de la primera enunciada, es la búsqueda de la verdad de la existencia humana propia y ajena con sinceridad de corazón. Esta actitud de búsqueda de la verdad es una actitud de apertura-escucha para ir descubriéndola en el pensamiento expuesto por la otra parte. La misma palabra diálogo, encierra esta actitud de búsqueda de la verdad escuchando al interlocutor. Palabra de origen griego compuesta de la expresión "dia" que en griego significa "a través" y la expresión "logo" que significa "palabra". Cuando alguien quiere dialogar de verdad tiene que estar convencido que no está en posesión de la verdad total. A lo sumo lleva una parte que debe completar con su interlocutor.

Por eso, se requiere una tercera condición: la transparencia de persona a persona. Exige - escribe Paulo VI- "un intercambio de pensamiento, es una invitación al ejercicio de las facultades superiores del hombre". No hay rodeos y lo que se piensa se expresa sin repliegues o subterfugios. La persona transparente muestra el fondo de su corazón como aguas límpidas dejan ver el fondo, por profundo que fuere. Una persona así es rectilínea, no busca por medios subterráneos la conquista de un objetivo también subterráneo. Con la persona recta es posible el diálogo. Con la persona doble el diálogo queda roto. Por eso, Jesús en su Evangelio nos pide en el trato de unos con otros el: Sí-Sí, el No-No y es tan severo con los hipócritas hasta el punto de llamarlos "sepulcros blanqueados", que muestran limpidez por fuera y podredumbre por dentro.

Y una cuarta condición se impone: la humildad. La persona orgullosa es la más cerrada al diálogo. El autosuficiente es radicalmente incapaz de dialogar. Encerrado en el sobrevalor de sí mismo pretende tener la verdad absoluta. El corazón orgulloso está cerrado al mismo Dios. ¿Cómo podrá abrirse a otra persona? Por eso, se piensa -a la luz de la Fe Cristiana- que el pecado de la primera pareja (pecado originante) fue pecado de orgullo que originó al "hombre roto" en su triple relación con Dios, con los demás y con la naturaleza.

En clave cristiana sabemos que Dios se metió en el mundo de los hombres (Navidad) para que la humanidad logre la Reconciliación (Pascua). Porque si se pretende una sociedad sin Dios se podrán lograr grandes progresos materiales que a su vez serán causa de divisiones, desencuentros y desigualdades. Los hombres sin Dios jamás se entienden (Torre de Babel). Pero, tampoco se entiende a Dios cuando se reza para imponer la "propia verdad", en vez de buscar la intervención de Dios para lograr la capacidad de auténtico Diálogo, único camino de la Paz social de la Nación (Salmos 44:4).

Miguel Esteban Hesayne

Homilía de monseñor Miguel Esteban Hesayne, obispo emérito de Viedma, para el 13 de septiembre de 2009
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lunes, 21 de septiembre de 2009

Lunes 21 de septiembre

La realidad socio-política interpela a la teología

Este texto es parte de un capítulo de un libro en el cual el profesor Míguez (ISEDET) está trabajando. El mismo fue presentado en el "Encuentro de Estudios Wesleyanos" realizado en julio de este año en Buenos Aires, y en las "Jornadas 'Participación Social y Política del Cristiano'" organizadas por el Centro Emmanuel y el Equipo Ecuménico de Animación Bíblica del Uruguay. El artículo fue publicado en la Revista Tiempo Latinomaericano (Córdoba, Argentina). Publicado en Lupa Protestante con permiso del autor

¿Corresponde a la teología decir una palabra sobre la realidad social, dejarse interrogar o hasta cuestionar, en el sentido más extremo de la palabra, por la política? ¿Deben las verdades eternas que constituyen el corazón de su saber como teología, como Palabra convocada desde lo divino, someterse a los requerimientos de las cuestiones temporales, prosaicas, de los vaivenes de la política? ¿Debe el creyente, a partir de su fe en el Dios eterno, dejarse enredar "en los asuntos de este mundo"? Muchos, a través de la historia han dicho que no, y en esa actitud han separado –al menos en sus mentes, si no en la realidad—lo teológico de lo social y lo político. Piensan que no es bueno que la teología, como expresión de la fe, se deje enredar en estas cuestiones, que pierda su distancia con lo temporal. Esa respuesta, que hoy subsiste en muchos cristianos, que lo dicen explícitamente o lo muestran en sus actitudes, cumpliendo los ritos religiosos pero no aventurándose más allá de ello. Aunque quienes dicen esto muchas veces hagan, en las sombras, acuerdos políticos explícitos o implícitos.

Otros, una segunda postura, aceptarán que la teología diga algo sobre el mundo en que vivimos, pero en caso de hacerlo, debe asumir una posición lo más objetiva posible, evitar los compromisos sectoriales o los apoyos partidarios. Algunos van más lejos todavía. Afirman que la teología puede elevar su voz profética, debe amonestar y advertir, incluso señalar caminos de mayor bienestar y reconciliación social, de pacificación, pero sin embanderarse políticamente. Nos dirán: debe enunciar los postulados éticos y levantar los reclamos de verdad y justicia, pero sin bajar a la arena de las luchas por el poder, sin contaminarse con los espurios juegos de los intereses en pugna. En una palabra, hay cierto lugar para dejarse cuestionar por la realidad social y sus consecuencias para la vida humana. Pero otra cosa es la política.

Profundicemos esa respuesta: la teología, como indagación en la Palabra de Dios, es ella misma interpelada en primer lugar por su fidelidad a esa Palabra. Pero parte de esa fidelidad es su pertinencia a la realidad humana a la cual esa Palabra se dirige. O dicho de otra forma, la reflexión teológica, como palabra desde la fe, debe poder ayudarnos a pensar la realidad humana en la que nos movemos, a enfrentar los dilemas que la vida nos pone por delante, a buscar caminos a través de los cuáles responder a las demandas sociales que son parte de nuestra compleja realidad. No alcanza con que nos explique (y a veces complique) las verdades religiosas o los dogmas de fe, ni que incursione en la exégesis de los textos sagrados (lo que sería la primer postura). Si bien esa también es parte de nuestra tarea como teólogos (y todos los creyentes en alguna medida lo somos, personal y colectivamente), esto será medio inútil si esa Palabra no se hace testimonio concreto en la vida, en nuestra práctica y en la forma en que participamos de la vida comunitaria, de la realidad social. Así, para quienes aceptan esta posición más amplia, es concebible preguntar a la teología sobre y desde la realidad social. Quienes se plantean estas alternativas, y se hacen cargo de los dolores y heridas que abre la inequidad, la pobreza, el sufrimiento de los débiles, y responden afirmativamente con su pensamiento y con su servicio, lo que hemos denominado una segunda postura, buscarán actuar a través de los cuerpos eclesiales, desde declaraciones y reclamos, y también, en algunas oportunidades, a partir de organizaciones de la sociedad civil, organizaciones de ayuda, las conocidas "ONG", donde puedan cumplir con su vocación evangélica de servir a los necesitados, sin que ello implique meterse directamente con las estructuras de poder, jugar en los juegos impuros de la sociedad (suciedad) política.

Pero la pregunta subsiste de una nueva forma: ¿Se puede hacer algo concreto para remediar las injusticias que condenamos, para que la palabra profética sea una palabra eficaz en la vida social, sin contaminarse con la áspera y muchas veces ambigua realidad del mundo político? Si no se actúa en los lugares donde se deciden las políticas sociales, si no se interviene allí donde se establece el poder, donde se distribuye, donde se instalan las relaciones de dominio, hegemonía, explotación, ¿se puede modificar algo de forma duradera, ir más allá del alivio pasajero, sin afectar el motor económico y de poder donde esas políticas se generan? Allí nace el problema: ¿es posible participar en la vida social, incluso como testigos de Cristo, desde un lugar neutral, inmune a los riesgos del equívoco, a los compromisos concretos con las fuerzas que efectivamente entran en la arena política, mantenerse "a la distancia"? ¿Es posible una tercera respuesta, que acepte lo político y la política en su concretidad cotidiana como un terreno de elaboración teológica?

Creo que esa es la más dura interpelación de la que debemos dar cuenta. La realidad política cuestiona a la teología en su deseo de distancia, de neutralidad, en su pretensión de poder decir o hacer algo desde un altar de pureza que la ponga más allá de los avatares y compromisos mundanos. De hecho, a sabiendas o no, las iglesias cristianas (y sus disquisiciones teológicas) siempre han jugado en ese mundo, y las más de las veces, especialmente a partir del siglo III, en refuerzo de los poderes existentes y dominantes. Su propio reclamo de neutralidad ha sido un factor componedor del poder político, al cual de esa manera legitiman como poder de dominio: Nosotros gobernamos lo espiritual, los reyes (o quienes los reemplacen) gobiernan lo temporal. Las hermenéuticas bíblicas y los dogmas conciliares se han interpretado en ese sentido. Así, sin decirlo, al dejar el terreno abierto, o a la sumo con un reclamo ético sin posibilidad de implementación práctica, la necesaria autonomía de lo político ha redundado en beneficio de los poderosos de turno, legitimados como brazos de fuerza, como depositarios del poder de violencia, e incluso, muchas veces, reclamados como guardianes también de la pureza doctrinal, sea desde la derecha evangélica neofundamentalista o por los integristas del catolicismo romano.

Pero también, aunque resulte menos simpático, ha de reconocerse que muchas veces quienes adoptan una segunda postura, la que acepta el compromiso social y se compromete en acciones de servicio y mejoramiento de las condiciones de vida de los más desposeídos, de alguna manera refuerzan los sistemas de dominio aún en contra de su voluntad. Porque haciéndose cargo de los excluidos y sufrientes, disimulando el componente perverso de un sistema que genera la injusticia y la exclusión, o denunciándolo formalmente, pero privándose de las herramientas que podrían alterarlo, que son las herramientas políticas, finalmente lo dejan vigente. Así, el núcleo económico del poder, su proyección al aparato político, sus imposiciones desde los espacios de hegemonía cultural y dominio quedan inalterados.

Para poner un ejemplo actual: la asimetría existente en los medios de difusión masiva, que hoy son factores de poder económico y político, como ha quedado demostrado muy claramente en el caso de Honduras, por solo citar el más claro y actual, no puede ser resuelta con actos de buena voluntad, con las acciones sociales de las ONG, aún aquellas que actúan en el campo de las comunicaciones, si no se da esa lucha también y fundamentalmente en el campo político, si no se transforma en acciones que puedan, desde el aparato del Estado, establecer nuevas leyes de juego, limitar el poder de las empresas de difusión hegemónica, redistribuir, junto con el poder económico, el poder cultural. Intervenir en el debate, pero no solo en el debate, sino también en la política de difusión de ideas, embanderarse a favor de una regulación más equitativa de los medios de comunicación y tomar acción directa en todas las formas que la democracia lo permite –y a veces incluso pasarse un poquito sin lastimar a los más vulnerables-- es hoy un punto clave de inserción política. Y si no, aún desde un punto de vista egoístamente eclesial, basta mirar qué curas y pastores tienen acceso a los medios de difusión, y cuales están prácticamente excluidos. No solo quieren decir qué se puede decir en política, sino también qué se puede decir en nombre del Evangelio.

Un gobierno o partido popular es el que asume la voz de los que no tienen parte, que tienen todo a reclamar. El filósofo político J. Rancière, lo expresa así: "Hay política cuando hay una parte de los que no tienen parte, una parte o un partido de los pobres". Lo popular expresa a los que han sido despojados de "su parte" en lo común, sea por razones económicas, ideológicas, del prejuicio de género o étnicas, por la conquista militar o la soberbia del dinero. El reclamo popular es aquél que es capaz de unificar esa pluralidad de voces y clamores. Es popular en tanto construcción alternativa de quienes, disminuidos o privados del acceso a lo que debería ser el bien público, usan y aprovechan sus escasos recursos para darse un sistema de representación y prácticas de reclamo, lucha y respuesta creativa (a veces también de cierto nivel de adaptación). Es esta realidad política la que interpela a la fe, la voz que se ha de escuchar junto al Evangelio.

De esa manera la realidad política interpela a la teología, no solamente preguntándole ¿con quién estás?, sino más fuertemente aún, ¿qué podés, querés, o estás dispuesto a hacer? La teología no solo debe definir su opción por los y las pobres, desvalidos, excluidos o las víctimas de la explotación y el prejuicio, del abuso y la violencia de los poderosos. También debe explorar su capacidad de actuar sobre el sistema (pongámosle el nombre que hoy tiene: capitalismo financiero tardío, capitalismo comunicacional, capitalismo de consumo, en fin, capitalismo de libre mercado) y sus configuraciones políticas. O, para ser más precisos, la teología como elaboración teórica y constructora de subjetividad, como motora de emociones y afectos, debe proveer a los creyentes el sustento y la fuerza para una militancia que no tema mezclarse con el barro de las decisiones ambiguas y los compromisos temporales que encierra la política. Porque también en ello se juega nuestra posibilidad de realmente dar respuesta efectiva a los dilemas de la vida social, al reclamo del Reinado de Dios y su justicia, aunque sea como adelantos provisorios, como señales anticipatorias de la plenitud de vida a la que nos mueve la fe.

Dicho esto, que debemos todavía profundizar, aunque en este breve espacio no podamos, es preciso ver qué más puede y debe responder la teología. La respuesta teológica no solo debe afirmar el valor de una militancia política que haga activa y eficaz la Palabra profética, de justicia, de equidad. También debe poder, para serlo realmente, considerar la verdadera dimensión de lo político. Y aquí es donde volvemos a la primera pregunta, la de la cuestión de la palabra de la eternidad frente a lo temporal. Es que la teología también tiene el deber de recordarle siempre a la política, y especialmente a los políticos, a los militantes que asumimos ese desafío, que todos sus logros y posturas, aún los mejores, son provisorios, que no pueden aspirar a eternizarse, que no pueden constituirse en sistema único, que en este dominio no son dueños de verdades intemporales.

La Palabra nos invita también a una constante revisión de nuestras posturas y opciones, a una autocrítica (confesión de pecados, en el vocabulario cristiano) que nos permita renovarnos en nuestro compromiso. No como modo de escapar de ellos, como "aliados inconfiables" que mañana se pueden dar vuelta, sino como voz que recuerda con quienes y para quienes son nuestros compromisos, frente a la tentación política del poder por el poder en sí. Tomamos opciones en el mundo de lo temporal, lo hacemos concientes de su temporalidad, nos arriesgamos al error desde la fe, y debemos hacerlo. Pero siempre, siempre hay un pero, aún en el más óptimo de los modos de gobierno, por la misma conformación de todo aparato de poder, habrá un excluido que lo interpele, una voz de pueblo que levantará un nuevo reclamo, una nueva injusticia que reparar, alguien que no tiene el acceso al poder que el sistema, o los sistemas, establecen. El militante cristiano que se mete en política sabe que ningún político, ni sistema o partido político, es el Mesías, porque el Mesías ya vino, y sigue viniendo, en la presencia y llamado que nos hace desde el más pobre, desde el excluido, desde el crucificado de la historia, que será también el resucitado que la mueve, que genera la esperanza.

La reflexión bíblica

Cuando vamos a los textos bíblicos, tenemos que tomar en cuenta la distancia temporal, de sistemas de poder y de ocasión de sus escritos.

Lo político, en las formas en que se da en la Antigüedad, aparece claramente en las páginas del AT. Algunos ejemplos:

  • La conformación de un pueblo es un hecho político (Abram). Incluso interviene en los conflictos políticos de su tiempo (cf. Gén 14)
  • La liberación de Egipto, incluyendo las "gestiones ante el Faraón", la destrucción de su ejército, y la violenta ocupación del territorio de lo que sería Israel. (libros de Éxodo y Josué)
  • Las discusiones entre Samuel y los ancianos de Israel en torno del establecimiento de la monarquía (1Sam 8 y ss).
  • Las guerras de sucesión davídica (2Sam).
  • Las intervenciones de los profetas como Amós, Primer Isaías, Miqueas, etc., durante el periodo monárquico.;
  • Los distintos proyectos de reconstrucción post-exílica (Esdras-Nehemías, Ezequel 38 ss, TritoIsaías, etc).
  • En el tiempo que llamamos "intertestamento", la gestión y monarquía Macabea (1 y 2 Macabeos).
En el Nuevo Testamento la situación es distinta. Ya no se trata de un pueblo como entidad política, sino de un llamado a descubrir nuevas dimensiones posibles en las relaciones humanas. Eso incluye las relaciones de poder. El "Reinado de Dios" se presenta como el modelo que Jesús propone para esa novedad de vida. Su dimensión pública se puede ver, fundamentalmente, en:
  • El anuncio de su vocación liberadora siguiendo el modelo de Isaías (Lc 4:16 y ss).
  • Su irrupción en Jerusalén como Hijo de David, Príncipe de Paz, y su acción en el centro del poder israelita, el templo (Lc 19:45-48).
  • El contraste con las formas del poder imperial (Lc 22:25-30 y paralelos).
  • Su confrontación con las autoridades judías y su crucifixión por parte del Imperio (Lc 23).
  • El libro de los Hechos también, aunque suaviza ciertos conflictos con las autoridades romanas, muestra la dimensión pública que tomaba la predicación del Evangelio y sus connotaciones políticas. Ejemplo de ello puede verse en los conflictos de Pablo con las autoridades de Filipo y Tesalónica (Hch 16 y 17), o también en Éfeso (Hch 19).
El clima de inminencia de la parousía del Cristo en la teología de Pablo genera una posición distinta: no es necesario pelear lo público porque esto está pronto a su extinción con la manifestación gloriosa del Señor. Sin embargo, en algunos pasajes de sus cartas se ve su discusión con el poder público. Por ejemplo, Romanos 1:17 ss; 1Co 6:1-11; 1Co 10: 19ss; 1Ts 2:1-12, etc.

Santiago marca claramente su distancia con las políticas dominantes de los ricos y magistrados del Imperio. Toda la carta tiene esa tónica, pero puede apreciarse fundamentalmente en el cap 1, 2:1-11; 4:13-5:7.

Finalmente, el libro de Apocalipsis es el que más claramente denuncia el poder político como opresivo (razón por la cual probablemente está preso). El cap 13 es clave en este sentido. El libro pone en el espacio público la situación de las víctimas frente al poder destructor.

En todos estos casos hay que tener en cuenta que "lo político" del mundo equivale a lo imperial, un espacio donde no es posible la discusión del poder según nuestra comprensión moderna del mismo. La única participación posible era la conformidad o la discusión de su legitimidad, la denuncia de su arbitrio.

[tomado de http://www.lupaprotestante.com/index.php?option=com_content&task=view&id=1930&Itemid=1]

Néstor O. Míguez

Néstor O. Míguez es Doctor en Teología (ISEDET) y posee una Diplomatura Superior en Antropología Política y Social (FLACSO)

Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar

viernes, 18 de septiembre de 2009

Viernes 18 de septiembre

Bendición franciscana

Que Dios te bendiga con la incomodidad,
Frente a las respuestas fáciles, las medias verdades, las relaciones superficiales,
Para que seas capaz de profundizar dentro de tu corazón.

Que Dios te bendiga con la ira,
Frente a la injusticia, la opresión y la explotación de la gente,
Para que puedas trabajar por la justicia, la libertad y la paz.

Que Dios te bendiga con lágrimas,
Para verterlas por aquellos que sufren dolor, rechazo, hambre y guerra,
Para que seas capaz de extender tu mano y reconfortarlos,
Y convertir su dolor en alegría.

Y que Dios te bendiga con suficiente locura,
Para creer que tú puedes hacer una diferencia en este mundo.
Para que tú puedas hacer,
Lo que otros proclaman imposible hacer.

Amén

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jueves, 17 de septiembre de 2009

Jueves 17 de septiembre

La misión integral: treinta y cinco años después

"Una cosa es haber andado más camino y otra,
haber caminado más despacio"
San Agustín


La misión Integral en América Latina es una joven madura en la plenitud de su cuarta década. De padres evangélicos y de cuna teológica conservadora, nació con el encargo de ser mediadora entre dos hermanas de la misma familia que hasta entonces habían permanecido distanciadas: la evangelización y la responsabilidad social. Así como en la narración del escritor inglés Robert Luis Stevenson, eran dos hermanas solteronas que habían decidido no dirigirse jamás la palabra y, aunque vivían en una misma casa, una línea divisoria hecha con tiza separaba sus dos dominios. Cada una se cuidaba de no violar el territorio de la otra.

En lo que corresponde a América Latina y el Caribe, a la Fraternidad Teológica Latinoamericana le cabe el gusto de haberla visto nacer en su seno y de alimentarla durante sus primeros años. René Padilla, uno de sus progenitores, dice que su nacimiento "fue el resultado de una toma de conciencia de la necesidad de volver al texto bíblico en busca de elementos que ayudaran al pueblo de Dios a cumplir su papel en la historia a la luz de su compromiso con Jesucristo y de su situación concreta".[1]

Para ser honestos con la historia de la criatura es justo reconocer que su genealogía es extensa y está conectada a una amplia lista de predecesores. Los hay allí donde la fe ha resistido a la vieja tentación del reduccionismo misionero y como respuesta ha integrado la diaconía a la evangelización, la función profética a la acción pastoral y la reforma social al avivamiento religioso. Siempre que la fe ha porfiado por ser fiel al modelo misionero proclamado por Jesús en su sinagoga de Nazareth, allí hay precedentes de lo que se conoce hoy como misión integral.

A propósito, en cuanto al nombre ha habido acuerdos para llamarla "misión Integral", aunque no faltan quienes se dirigen a ella también como "misión holística", o "diaconía integral", o "ministerio transformador", o "evangelio integral". Al respecto, la Red Miqueas, que reúne más de 260 organizaciones cristianas de compromiso social, acordó, para facilitar su comunicación, la expresión misión integral, la que definió como la proclamación del evangelio unida a su demostración. No simplemente como si la evangelización y el compromiso social tengan que llevarse a cabo juntas, sino comprendiendo las consecuencias sociales de la evangelización y las consecuencias evangelizadoras del compromiso social.

Hoy, después de cumplir más de treinta y cinco años en su versión latinoamericana, como a todos nos pasa, también a ella le ha llegado la edad de las valoraciones críticas y de las reflexiones acerca de lo que ha sido su intenso trajinar. La pertinencia de esta evaluación está más que justificada: el continente ha experimentado profundos cambios en las últimas décadas y las iglesias evangélicas ensayan nuevos y complejos rostros al iniciar este milenio. Los interlocutores de la misión no son los mismos de las décadas pasadas, ni los esquemas eclesiológicos tradicionales son suficientes para describir las realidades diversas de las iglesias en la región. La valoración se hace necesaria.

Se puede comenzar señalando que "hay buenas razones para afirmar que la idea de la misión integral está instalada en el pueblo evangélico latinoamericano".[2] Si bien es cierto que en sus primeros años generó la oposición de los sectores más conservadores, también es cierto que ahora cuenta con el beneplácito de muchos y forma parte del discurso público de las iglesias. Años atrás la pregunta era: ¿qué significa la misión integral?, y aún desconociendo la respuesta se asociaba a sus promotores con el "fantasma" de la teología de la liberación. Hoy la pregunta es otra: ¿cómo se hace la misión integral y cuál es el modelo que se debe seguir? Ante el desproporcionado crecimiento de la pobreza, los altos índices de la violencia, los efectos devastadores de la globalización y la permanencia de otros males sociales, muchas iglesias comprobaron, con no poca decepción, cuán débil había sido el efecto de su crecimiento numérico para la transformación efectiva de la sociedad. La vieja ecuación de que a mayor número de evangélicos correspondía una reducción directa de los males sociales, fue sólo una quimera. ¡La candidez evangélica reincidió a favor de una nueva frustración!

Por la vía de las decepciones, en muchos casos, se ha llegado a la consideración de marcos misionológicos más amplios y contextualizados. En otros casos ha sido por un examen honesto de las Escrituras o por un despertamiento espiritual o una toma de conciencia que orienta a las iglesias a favor de los más necesitados. Por diferentes caminos se ha llegado a reconocer que la tarea de las iglesias está más allá de las necesidades del alma desencarnada y tiene que ver también con las demás necesidades humanas y de toda la creación.

El peregrinaje de la misión integral arroja un balance positivo: en el campo de la educación teológica ha tenido una incidencia significativa, en la producción bibliográfica también. Se han abierto cientos de nuevos ministerios con proyección social dirigidas a los sectores más necesitados. La función profética, aunque escasa, no ha estado ausente. Hay avances y por eso hay razón en afirmar que está instalada.

Está instalada, es cierto, aunque no se puede alegar que en todos los casos ha sido asimilada, ni que su aplicación ha sido la más apropiada como para soñar con la trasformación humana y social que nos reclama el evangelio. En su conjunto, los evangélicos latinoamericanos, incluidas sus grandes organizaciones de servicio, aún no logramos ser una fuerza relevante que influya y propicie grandes cambios sociales. La incidencia pública es muy modesta y la función profética muy tímida.

Lo que sí es cierto es que existen más escuelas administradas por iglesias, más centros médicos alrededor de los templos, más programas de acompañamiento a personas con diferentes adicciones, y numerosos ¾quizá demasiados¾ candidatos evangélicos que aspiran a los puestos públicos. Hay que aceptar que algunas iglesias hacen todo esto y mucho más, como parte de una nueva estrategia proselitista, o con el objetivo de obtener algunas cuotas de poder económico y político. Existe el riesgo, también es cierto, que el conservadurismo evangélico se apropie del discurso de la misión integral y asuma a su manera la relación entre evangelización y acción social.

La existencia de nuevos proyectos sociales y la improvisada participación política, por sí solas, no son pruebas fehacientes de que se han alcanzado todas las aspiraciones de la misión integral. Sus pretensiones, por lo menos las representadas por la Fraternidad Teológica Latinoamericana, los CLADE[3] o la Red Miqueas, siempre han estado más allá del activismo ingenuo o del asistencialismo interesado.

De modo que, así, entre frustraciones y esperanzas la misión integral sigue su paso. Le resta mucho de vida. Sus años no han sido muchos y está en la plenitud de su energía. Ella no es, o no quisiéramos que fuera, una moda pasajera ni una muchacha de fiesta breve. Su presencia es un dato propio del nuevo mapa evangélico de la región. Se trata, entonces, de valorar sus logros, dejar ver sus peligros y reforzar sus posibilidades en aras de iglesias trasformadas que sirvan como fermento de transformación y cambio. Con ese ánimo se presentan a continuación algunas observaciones.

La primera hace referencia al aspecto teológico de la misión integral. Hace falta profundizar la base bíblica y el fundamento filosófico del compromiso social evangélico. Muchas de las acciones sociales emprendidas por las iglesias carecen de solidez teológica. Les sobra entusiasmo, pero les falta marco conceptual. ¡Y este no es un mero adorno! Esa base es la que determina el curso que toman las acciones, orienta el impacto que se desea producir, alienta la espiritualidad de los participantes y da sentido a la misión. Sin teología, el quehacer misionero queda expuesto a rumbos inciertos. La participación política evangélica de los últimos años, por citar solo un ejemplo, da suficientes pruebas de ello.

Hay varios temas teológicos incipientes o inconclusos en el protestantismo popular evangélico, entre ellos: el Reino de Dios y su relación con la misiónología; el señorío de Jesús y su relación con la escatología; la doctrina de la Creación y su relación con la sotereología; la naturaleza alternativa de la comunidad de creyentes y su relación con la diaconía. Temas de más trajinados por la academia teológica, pero ausentes de los programas educativos locales. Se trata, entonces, por una parte, de propiciar nuevos escenarios para la reflexión teológica comunitaria, de raigambre popular y con metodologías que faciliten la reflexión sobre la acción. Por otra parte, buscar mediaciones pedagógicas para que las comunidades de fe accedan a la producción teológica que brota de los centros de la academia evangélica e interactúen dinámicamente con ella. Hoy, como siempre, la teología debe ser vista, no como un lujo propio de intelectuales, sino como el quehacer urgente, cotidiano y necesario de todo el pueblo de Dios.

La segunda observación tiene que ver con el aspecto administrativo de la misión integral. Por lo general el liderazgo evangélico no se caracteriza por el apropiado uso de las herramientas gerenciales para su labor ministerial. Hay casos en los que éstas son despreciadas, ya sea porque se consideran innecesarias, o porque se teme convertir la fe en una empresa (temor de por sí válido). Cuando se trata de organizar proyectos se apela a la improvisación y se actúa con demasiado desorden. Esto sucede aún en instituciones grandes con proyección internacional. Esta realidad se observa a lo largo y ancho del continente latinoamericano donde hay iglesias e instituciones administradas al azar de las ocurrencias del momento.

Pero la misión integral, si se espera que sea efectiva y que produzca cambios duraderos en la vida de las comunidades, debe ser rigurosa y profesional en asuntos tan delicados como la ejecución de los presupuestos, la elaboración de los planes estratégicos, la coordinación del recurso humano, la presentación de los informes, la implementación de sistemas de fiscalización y auditorias, en fin, en todo lo que gira alrededor de la gestión de proyectos de servicio.

Los avances en este aspecto están unidos, primero a la capacidad de las iglesias para valorar el recurso profesional de los miembros de la comunidad eclesial y no seguir insistiendo en responsabilizar exclusivamente a los pastores y teólogos de todas las instancias directivas de cuanto proyecto existe; y, segundo, al desarrollo de las capacidades administrativas en el liderazgo. En este último, juegan un papel muy valioso las instituciones de educación teológica y la colaboración de las organizaciones cristianas con experiencia en este campo. Esta profesionalización es una urgencia.

Hay otros aspectos, además del teológico y del administrativo que, en esta ocasión, bastará con enunciarlos: el profético, por ejemplo, que consciente de la dinámica sistémica de la sociedad apunta hacia cambios estructurales más profundos. La misión integral, en este caso, necesita reforzar sus acciones políticas, afinar su crítica contracultural y examinar el resultado de sus proyectos en el marco más amplio de lo que acontece en su sociedad y en el mundo. La misión integral de las iglesias no puede quedarse al margen de la realidad socioeconómica de América Latina y El Caribe. Las diversas temáticas que surgen alrededor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, del Plan Puebla-Panamá, MERCOSUR, del Área de Libre Comercio de las Américas, por ejemplo, exigen una respuesta solidaria de las iglesias como promotoras de justicia y animadoras de la globalización "de la vida plena".[4]

Otro aspecto es el ecuménico, en su más amplio sentido. Ante el alarmante fraccionamiento de las iglesias y el declive de las grandes denominaciones que servían como núcleos de la vida eclesial organizada, se hace necesario construir nuevos modelos de unidad orientados a la diaconía social. De otra manera, las iglesias corren el riesgo ¾costoso por cierto¾ de multiplicar pequeños proyectos sin obtener profundos impactos, por el solo placer de sentirse protagonistas aislados del cambio social. No sobra agregar que el sentido de lo ecuménico incluye también la disposición para el diálogo interreligioso y la colaboración con la sociedad civil y con otros actores del acontecer social, religioso y político.

En último lugar, aunque no el menos importante, es la espiritualidad. La misión integral ha suscitado una espiritualidad inscrita en el seguimiento de Jesús y proyectada en acciones concretas de amor al prójimo. Espiritualidad no ha faltado. Sin embargo, ha escaseado el acercamiento formal de su significado y de sus implicaciones para la vida y misión de la Iglesia. Falta ahondar sus bases bíblicas, el marco teológico y las orientaciones pastorales. Es necesario profundizar la espiritualidad "como marco dentro del cual las acciones cobren sentido", para usar una expresión de Leonardo Boff.

La espiritualidad, en general, es una asignatura pendiente para los evangélicos del continente, a quienes se nos transmitió la vida en el Espíritu como sinónimo de intimidad individual con Dios y como cultivo de una vida piadosa, pero sin mucha o ninguna conexión con los compromisos a favor de la paz, la justicia y la solidaridad.

Hasta aquí las observaciones. A esta joven madura en la plenitud de su cuarta década mucho le debemos los evangélicos latinoamericanos. Nos dio equilibrio, maduró nuestra fe y nos invitó a salir de las iglesias y encontrarnos con Cristo en el rostro de los necesitados. Nos corresponde mantenerle su vigor y reavivarle su ánimo. Nos urge pedir, como en la oración franciscana, que conserve su locura sin que le importe el paso de los años: "Que Dios la bendiga con suficiente locura, para que sigamos creyendo que podemos hacer una diferencia en este mundo, para que podamos hacer lo que otros proclaman que es imposible".

[tomado de http://www.cenpromex.org.mx/revista_ftl/ftl/textos/harold_segura.htm#_ftn2]

Harold Segura C.

Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar