jueves, 8 de octubre de 2009

Jueves 8 de octubre

El mensaje político de Jesús

Se ha cumplido el tiempo.
El reino de Dios está cerca
(Marcos 1:15)



Estoy convencido de que por muy personal que sea la aplicación del mensaje de Jesús, de ningún modo fue de uso privado., Estoy convencido de que tiene todo que ver con asuntos públicos en general y con la política en particular, lo cual incluye temas como planeación estratégica y ayuda económica, capacitación del individuo y libertad para elegir, relaciones internacionales y guerra. El hecho es que Jesús llamó su mensaje buenas nuevas, un término público de por sí que aludía a los anuncios políticos de los emperadores romanos. Cada vez que ellos obtenían una victoria militar importante, enviaban mensajeros a anunciar la buena nueva., César Augusto, por ejemplo, quien rigió el imperio desde 27 A.C. hasta 14 A.D., articuló su buena nueva en esta inscripción hallada en Mira de Licia: "Divino Augusto César, hijo de dios, emperador de cielo y tierra, el benefactor y salvador del mundo entero, os ha traído paz".

Estoy convencido que de salir hoy mismo en el periódico, las buenas nuevas de Jesús no serían relegadas a un párrafo en la sección de religión (por supuesto, no hay duda que causarían gran revuelo allí). La noticia generaría interrogantes de primera plana en cada sección, desde la internacional (¿cuál es el sendero a la paz mundial y cómo actuamos hacia las naciones necesitadas?) hasta la nacional y local (¿cómo tratamos a los niños, a los pobres, a las minorías, a los no privilegiados y a los más pequeños? ¿Cómo tratamos a nuestros enemigos?), también en la sección de vida social (¿amamos a nuestros vecinos y organizamos fiestas para que la gente se relacione mejor?), en la sección de alimentos (¿reflejan nuestras dietas respeto hacia el planeta de Dios y hacia los pobres? ¿Hemos invitado a cenar a alguno de ellos últimamente?), en las de entretenimiento y deportes (¿qué propósito cumplen nuestras diversiones y qué valores promovemos en los deportes?), y hasta en la sección de negocios (¿estamos sirviendo al amo equivocado? ¿Al dinero antes que a Dios?).

Como parte de mi crianza religiosa, no me enseñaron las dimensiones públicas y políticas del mensaje de Jesús, únicamente las dimensiones personales y privadas. Sí, Jesús me ama y quiere que sea bueno con mi hermanito y obediente a mis padres. Pero la idea de Jesús según la cual Dios ama la nación de mis enemigos, y que por ende nuestra política exterior debería reflejar ese amor, es una idea que nunca se me cruzó por la mente. No obstante, empecé a sospechar que me estaba perdiendo de algo. Creo que en ese mismo instante empecé a percibir un leve aroma del mensaje secreto de Jesús.

¿Cómo cambió mi manera de pensar para ver las dimensiones públicas y políticas del mensaje de Jesús? Mi primera respuesta sería que vino por medio de leer la Biblia, pero esa respuesta no bastaría porque durante años había leído la Biblia como millones de personas lo hacen, ajenas por completo a esas dimensiones públicas y políticas del mensaje. ¿Por qué no pude ver por tanto tiempo lo que empecé a ver en un momento dado?

En retrospectiva, diría que mi manera de leer la Biblia con todas sus presuposiciones y el enfoque particular aplicado, lo que llamaríamos mi "marco interpretativo", me ayudaba a ver algunas cosas al mismo tiempo que me cegaba o distanciaba de otras. ¿Qué fue entonces lo que cambió mi marco interpretativo? Ese cambio vino por dos medios principales. En primer lugar, he tenido el enorme placer de hablar sobre la Biblia con muchas personas que nunca la habían leído antes, y sus preguntas honestas me forzaron a cuestionar algunas de mis presuposiciones nunca antes examinadas.

En segundo lugar, he tenido el gran privilegio de leer y conocer a teólogos e historiadores que me instruyeron sobre el contexto histórico y político de la Biblia, algo que nunca había tenido presente. Tras aprender parte de la información básica sobre el contexto histórico y político de Jesús, al asimilar ese nuevo punto de vista, empezó a dibujarse y adquirir forma un nuevo cuadro. Es por esa razón que quiero dar inicio a nuestro recorrido por el mensaje de Jesús situándonos en el panorama político y social dentro del cual nació Jesús y en el cual vivió, habló y lanzó su revolución espiritual.

Para empezar, Jesús fue judío. No, Jesús no fue cristiano. El cristianismo como religión en sí no existió hasta muchos años tras la muerte de Jesús. El pueblo judío había estado bajo ocupación y opresión extranjera varios siglos. Desde 586 A.C., varios imperios uno tras otro (asirio, babilónico, medo y persa, griego y romano) habían ejercido dominio sobre ellos. Es probable que los judíos sintieran hacia sus ocupantes lo que hoy sienten los palestinos hacia los israelíes. Querían ser libres y vivir en su propia tierra sin interferencia, ocupación ni dominio forastero. En particular, a los judíos les parecía muy mal, terriblemente mal, que las naciones paganas rigieran sobre el pueblo que creía en el único Dios vivo y verdadero. ¿Por qué tendría que gobernar un pueblo atestado de religiones erróneas y falsas sobre aquellos que tenían la religión correcta y verdadera? Ese interrogante se agudizó todavía más cuando emperadores romanos como el "Divino Augusto César" se proclamaron a sí mismos como dioses a fin de fusionar lo que hoy llamaríamos iglesia y estado en una aleación maciza y espeluznante. "¿Cómo podemos seguir siendo ciudadanos callados y cumplidores cuando nuestro gobierno se diviniza a sí mismo?". Esta sería la inquietud constante de ellos.

Las preguntas de este tipo generaron respuestas diversas. Un grupo conocido como los zelotes dijo: "La razón de que vivamos oprimidos es que somos pusilánimes y cobardes. Si tuviéramos valor para sublevarnos y empezar una rebelión, Dios nos daría la victoria. Si emprendemos acción y degollamos un par de pescuezos romanos, si tenemos la fe y las agallas para lanzar una revolución violenta, Dios nos dará el poder como se lo dio al pequeño David, para derrotar a ese Goliat que es Roma, y entonces seríamos libres".

Otro grupo apoyaba al gobernador Herodes que era un títere de los romanos. Se llamaban herodianos y también contaban con el respaldo partidista de los saduceos. Ellos pensaban que la postura de los zelotes era ingenua y equivocada. "No tienen ni idea de cuán poderoso es el imperio romano. Rebelarse es puro suicidio. La resistencia es inútil, van a terminar aplastados. No, deberíamos sacarle el mejor provecho a nuestra situación, cooperar y participar en el juego. Es la única manera segura y sensata de vivir".

Otro grupo, los esenios, pensaban que tanto a zelotes como herodianos les faltaba iluminación. Decían: "La única manera de agradar a Dios es salir de los corruptos sistemas religiosos y políticos del mundo y crear una sociedad alternativa afuera en el desierto". Ellos establecieron varias comunas del desierto donde procuraron mantener la fe aislándose de la cultura prevaleciente, la cual consideraban patógena e irremediable.

Un cuarto grupo, los fariseos, tenían diagnóstico y receta diferentes: "El Señor nos enviaría al Mesías para librarnos si fuéramos más puros. Con tal que obedezcamos las enseñanzas de la Biblia, Dios nos va a libertar. Hay demasiado pecado y falta más piedad entre nosotros. Si hubiera más gente justa como nosotros y menos pecadores en la población, es decir, menos prostitutas, borrachos y cómplices de los romanos, entonces Dios pondría fin al dominio romano. ¡Es por culpa de esos pecadores pertinaces que seguimos bajo el talón de la bota romana! Pureza y rigor religioso, ¡esa es la solución!".

De forma muy parecida a como los partidos políticos de la actualidad riñen por el poder, estos grupos altercaban, actuaban y contrarrestaban sus acciones entre sí. Todo el tiempo se formaban y disolvían alianzas y los ánimos se acaloraban y calmaban a cada momento. Los zelotes practicaban una especie de terrorismo y los herodianos deploraban sus acciones al mismo tiempo que juraban lealtad a Roma. Los fariseos reprendían a zelotes y herodianos por igual mientras la emprendían contra beodos y prostitutas con su retórica de fuego y azufre. Los esenios vivían aislados de todo en el desierto y elaboraban escritos rebuscados para expresar su desdén, quizás deseando secretamente que Dios los destruyera a todos.

La pregunta que todos se hacían era: "¿Qué debemos hacer en cuanto al desbarajuste político y social en que vivimos? ¿Cuál es el camino correcto a seguir? ¿Cómo podemos ser liberados del imperio del César y el dominio de Roma?". Creo que usted estará de acuerdo: Se trata de preguntas públicas y políticas. Este es el telón de fondo en que el hijo de un carpintero, llamado Jesús, dio inicio a su labor de predicación itinerante.

Imagine una calle bulliciosa llena de gente. Un joven ha congregado una muchedumbre en una esquina del mercado local y alguien grita: "¿Cuál es tu plan? ¿Cuál es tu mensaje?". A lo cual él responde: "Cambien su manera de pensar. El reino de Dios está al alcance de todos. ¡Crean esta buena noticia! ¡El imperio de Dios está ahora mismo al alcance de todos!". ¿El reino de Dios? ¿El imperio de Dios? ¿A qué podría referirse Jesús con estas expresiones? Una cosa es cierta: No era lo que muchos, quizás la mayoría, piensan que quiso decir.

Él no quiso decir "cuando lleguen al cielo a la hora de morir". Tal vez el significado podría ser todavía más claro si lo parafraseamos así: "Todos ustedes viven preocupados por el imperio opresivo del César y el reino oprimido de Israel. Se están perdiendo lo más esencial: El reino de Dios ya está aquí, ¡disponible para todos ahora mismo! Esta es la realidad que más importa. Crean esta buena noticia y ¡síganme los buenos!".

Si usted fuera un judío del primer siglo, le resultaría obvio que Jesús no hizo aparición en un vacío histórico ni debate con académicos y eruditos en un seminario teológico (aunque a sus doce años sí pasó un par de días haciendo algo similar en el templo de Jerusalén). Ahora Jesús predica en las calles, en los campos y a la vista de todos, porque su agenda es un mensaje público y oportuno para el momento. Suponga que usted está entre la multitud y piensa: "Este tipo tiene que ser un zelote, porque se requiere mucho coraje para hablar en público de esa manera". Imagine a un soldado romano que aparece en escena y dispersa a la multitud con un grito airado mientras sacude su lanza.

Jesús no exacerba a la multitud para que degüelle al ocupante infiel, sino que cumple la orden en silencio como el resto de los presentes. Decepcionado, usted baja la mirada porque había esperado oír más de lo que el carpintero de Galilea iba a decir. Unos días después se entera de que él le está hablando a una gran multitud en una ladera fuera del pueblo. Se apresura para oírlo hablar.

"¿Quieren saber quiénes serán bienaventurados? No los poderosos con su montón de dinero y armas. No, más bien los pobres serán bienaventurados. No aquellos que pueden gritar más fuerte y salirse con las suyas. No, los mansos serán bienaventurados. No los que matan a sus enemigos, sino los que son perseguidos por hacer lo correcto. No los que nada arriesgan, sino los que se pronuncian a favor de la justicia. No los astutos ni los vivarachos, sino los puros de corazón. No los que se dedican a la guerra, sino los que se dedican a la paz".

Ahora usted dice para sus adentros: "Bueno, suena como un zelote en ciertos aspectos, pero no puede ser porque ellos solo se dedican a buscar el poder por medios violentos, no con paz ni mansedumbre. Tampoco puede ser un esenio porque al menos se toma la molestia de venir a predicarnos al resto de nosotros. Según ellos todos los demás son una causa perdida, por eso se han ido a vivir en sus comunas religiosas elitistas en el desierto. Es evidente que no pertenece a los herodianos porque ellos nunca usarían expresiones insurgentes como `reino de Dios', y tampoco hablarían acerca de pronunciarse en contra de la injusticia. Según ellos, Dios quiere que honremos al emperador y nos quedemos callados en nuestro sitio. No sé bien a qué grupo pertenece. De pronto es uno de los fariseos".

Sin embargo, unos minutos más tarde Jesús dice: "Ustedes deben ser más justos y buenos que los fariseos. Ellos lavan su vajilla por fuera pero no les preocupa lo interior. Los fariseos no entrarán al reino de Dios. Si ustedes quieren entrar, deben superar a los fariseos en su búsqueda del bien. ¡Hasta las prostitutas van a entrar al reino de Dios antes que los fariseos!". Al oír estas palabras usted queda pasmado. ¿Cómo podría cualquier persona ser más justa y cumplidora que un fariseo? Ellos siguen las reglas con escrúpulo sin par, ¿cómo es posible que alguien se atreva a criticar a los fariseos? Después de todo, son famosos por responder severamente a los que no estén de acuerdo con ellos. Tal vez Jesús representa algún tipo de movimiento nuevo que pretende reemplazar el fariseísmo, quizás esté tratando de ser más fariseo que los mismos fariseos.

Al poco tiempo, usted ve a Jesús en una fiesta nocturna a la que han asistido prostitutas, borrachos, colaboradores de los romanos (recolectores de impuestos) y otra gente de mala fama, precisamente todos aquellos que según los fariseos son la causa de todos los problemas de los judíos. Esto no tiene sentido, piensa usted, y como si fuera poco, parece que le gusta la buena comida y el vino. Jesús dice que los estándares de los fariseos son demasiado bajos, ¿por qué ahora se degrada a sí mismo al asociarse con gente tan despreciable? ¿Por qué en lugar de ir a fiestas no se comporta más como un asceta?

Usted tiene cada vez más curiosidad. Jesús le parece un manojo ambulante de contradicciones y lo único que quiere es averiguar bien quién es y qué representa. Cada vez que puede sale a oír lo que dice, y cuando no puede oírle en persona pide a otros oyentes que le den un resumen de su mensaje. Llega un momento en que es claro: Este hombre no es un revolucionario más, nos está llamando a un nuevo tipo de revolución. Usted nunca antes ha oído algo similar, y se siente tan intrigado como incómodo.

Revisemos lo que le está pasando por la mente: Jesús está de acuerdo con los zelotes violentos y con los fariseos súper-píos (en contra de los herodianos que mantenían el estatus quo) en que el estado actual de cosas es erróneo y no debería considerarse una situación aceptable. Está de acuerdo con los fariseos y los herodianos (en contra de los zelotes) en que la solución no es ejercer violencia contra los romanos. Por otro lado, está en fuerte desacuerdo con los fariseos porque no considera que las prostitutas, los borrachos y demás pecadores sean el chivo expiatorio de nuestros problemas, más bien nos llama a amarlos y aceptarlos como hijos amados de Dios. En gran parte su mensaje frustra por falta de claridad: Este hijo de carpintero proveniente de Galilea reta a todos los movimientos políticos en existencia a que se reevalúen radicalmente y nos invita a todos a atrevernos a imaginar y tomar en serio su alternativa revolucionaria.

¿En qué consiste su alternativa? En ver, buscar, recibir y acceder a una nueva realidad política, social y espiritual que él llama el reino (o imperio) de Dios, o el reino (o imperio) de los cielos. Este reino pone en duda la supremacía del imperio de César centrado en Roma, porque en el reino de Dios la autoridad última no es César sino el Creador del universo. Además, la identidad o ciudadanía de cada persona no radica en Roma sino en un reino espiritual, en la presencia de Dios.

Como partícipe de este reino, uno no va a degollar pescuezos romanos como los zelotes. Más bien, si un soldado romano me da una cachetada, yo le ofreceré la otra mejilla en una especie de acción recíproca trascendente que le dice "no" a la violencia. Si un soldado me obliga a llevar su carga un kilómetro, lo llevaré dos como expresión de la buena voluntad de mi propio libre albedrío. Es elegir una opción superior a la sumisión pasiva y a la retaliación activa. Si uno forma parte de este reino, no maldecirá ni condenará a los pecadores notorios y alevosos al infierno, sino que entablará diálogo amable y bondadoso con ellos, negándose a juzgarlos e incluso invitándoles a nuestras fiestas y reuniones para tratarles como a buenos vecinos, sin temer ser contaminados por su influencia, sino más bien con la esperanza de poder ejercer una influencia restauradora y ennoblecedora sobre ellos. Si uno es miembro activo de este reino, no va a ser patriótico y cumplidor a ciegas como los herodianos y sus aliados, los saduceos. Más bien, estará dispuesto a confrontar la injusticia así le cueste a uno la vida. No va a acomodarse plácidamente en el estatus quo, más bien procurará cambiar el estado actual de cosas para abrir paso a la manera en que podría y debería ser cada situación.

Si usted forma parte de este reino, empezará a vivir de una manera que algunos calificarán de necia e ingenua. (¿Dar la otra mejilla? ¿Caminar el segundo kilómetro? ¿Derrotar la violencia con perdón, sacrificio y amor? ¡Qué ridículo¡ ¡Viva en la realidad) Por otro lado, habrá quienes puedan ver en su forma de vida la esperanza valiente e indómita que podría sanar y transformar al mundo…

[extraído del Capítulo 2 de El Mensaje Secreto de Jesús, de Brian Mc Laren - tomado de http://brianmclaren.wordpress.com/2008/05/19/brian-mclaren-el-mensaje-secreto-de-jesus/

Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar

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