Homenaje a Don Jaime de Nevares
Hoy venimos a recordar a un hombre de Dios que, sin ninguna duda, es uno de los insignes ejemplos de defensa de los Derechos Humanos de nuestro pueblo. Se trata de un obispo que nació en un barrio acomodado de la Capital Federal pero que ha dejado su profunda huella en el corazón de los humildes de la Patagonia.
Allí, en tierra neuquina, monseñor Jaime Francisco de Nevares se convirtió en Don Jaime, el obispo que usaba el poncho arriba de la sotana, que tuteaba por igual a los feligreses y a la divinidad y hablaba sin mediaciones con el "Tata Dios", como le decía para sentirlo mano a mano.
Bajo su tutela, la Iglesia en Neuquén tuvo -como Don Jaime decía- "un oído en el pueblo y otro en el evangelio". Las puertas de la catedral neuquina siempre estuvieron bien abiertas para atender cada problema de la comunidad y bien cerradas a los requerimientos de la dictadura de turno.
Así es que, durante la huelga de obreros de El Chocón -durante la dictadura del general Juan Carlos Onganía- se negó a subir al palco oficial durante los actos hasta que fueran atendidos los reclamos de los trabajadores.
Pero, como obispo, no se ocupó solamente de los asalariados. También fue un pionero en involucrarse en la problemática aborigen local. Es así que fue uno de los primeros en ver que, en el norte de la provincia, los aborígenes y los criollos pobres estaban muy mal, y su lucha también pasó por defender sus derechos.
Don Jaime fue un hombre de una sensibilidad especial, un sacerdote que trascendió los límites del Evangelio y con eso marcó a toda la sociedad. Esta vocación de servicio lo llevó a ir más allá de todos los límites.
Por eso no extraña que, durante la última dictadura militar, don Jaime fuera el escudo protector que tuvieron los organismos de derechos humanos en la zona, porque los militares tenían órdenes de no tocar al obispo.
También debemos recordar que en su obispado dio refugio a los chilenos escapados del régimen de Augusto Pinochet.
Algo importante que tenía Don Jaime -como le gustaba que lo llamaran- era la coherencia entre el decir y el hacer. Era un hombre de profundas convicciones en la resistencia desde la fe, desde el compromiso social, desde la defensa de los Derechos Humanos.
El religioso tomaba posición siempre. "Dios no es neutral", argumentaba. "No se puede servir a dos señores".
Don Jaime fue un hombre muy preocupado por la realidad que vivía la sociedad, y no sólo desde la perspectiva religiosa. El no sentía como ajena ninguna necesidad humana. Esa solidaridad, esa mirada comunitaria, parecen muy raras hoy en día. Por eso ha sido reconocido en todos los sectores de la sociedad.
Desde su investidura no buscó siervos para la Iglesia, sino que puso ésta al servicio de la gente. Es decir, para él la Iglesia no era una institución de beneficencia sino que debía poner sus bienes a disposición de la comunidad. Así lo entendió Don Jaime al crear el Club del Soldado. Los conscriptos que salían de franco los fines de semana muchas veces no tenían dónde quedarse, y a veces él llegaba el domingo a dar misa y se encontraba con alguno durmiendo en la puerta de la iglesia. Entonces decidió crear en la casa parroquial un lugar en el que esos chicos pudiesen pasar el fin de semana. Hasta poco antes de su muerte seguían visitándolo hombres que habían hecho la conscripción en Neuquén y habían pasado por el Club del Soldado, para saludarlo y agradecerle.
En democracia y mientras la salud lo acompañó, estuvo en cada marcha, toma, olla popular y huelga. La incumbencia religiosa era tan amplia como la pobreza y la injusticia fueran, a tal punto que no permitió que las obras de la catedral de Neuquén se terminaran mientras existiera hambre en los barrios.
De Nevares contestaba una por una y a mano las cartas que recibía -muchas de ellas escritas con dificultad- en las que se reflejaba el dolor de los mapuches y tanta gente con gravísimos problemas que se dirigía a él con esperanza.
Figura definitiva en la conformación de la memoria colectiva neuquina, De Nevares perdió hace trece años la batalla contra el cáncer. Sacerdote, luchador por los derechos humanos, voz de los que no la tenían, consejero, amigo y tanto más, se fue para quedarse para siempre.
"Estoy pidiendo pista". Ni siquiera en su lecho de muerte perdió su célebre sentido del humor. El 19 de mayo de 1995 dejaba este mundo el obispo Jaime de Nevares, "el monse". O, como él prefería, simplemente "Don Jaime".
Y es por ser un verdadero ejemplo que, como representante del pueblo neuquino, hace pocos días he presentado un proyecto de resolución instituyendo el "Premio `Jaime de Nevares' de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación", a ser entregado cada año por la Comisión de Derechos Humanos y Garantías.
Porque estamos convencidos que merecen ser premiados, bajo su ilustre nombre, todas las iniciativas del pueblo argentino tendientes a poner en vigencia los derechos humanos consagrados en nuestra Constitución Nacional. Esos mismos derechos por los que Don Jaime entregó su vida.
Sólo queremos escuchar la voz del pueblo, y premiar aquellas propuestas que tiendan a la implementació
Hace trece años que Don Jaime se fue. Pero vive para siempre en el corazón del pueblo argentino.
Éste es el motivo de este sentido homenaje.
[tomado de http://www.labandur
Oscar Massei
Oscar Massei es actualmente el Presidente del Tribunal Superior de Justicia de Neuquén.
Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar
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