viernes, 31 de julio de 2009

Viernes 31 de julio

La política tiene corazón cuando nace del corazón de Dios

El Dios que se revela en la Biblia ama al mundo entero y se preocupa profundamente por el bien integral de toda su creación. La política, en el mejor sentido de la palabra, está en lo más profundo del corazón de Dios. Ahí en el corazón de Dios podemos encontrar orientaciones para nuestras decisiones políticas hoy.

I. La política según el corazón de Dios es política en pro de la Vida (la de todos)
El proyecto de José en Egipto (Gn 50:20)
Dt 30:15; Sal 16:11 "la senda de la vida"; 72:14 Dios considera valiosa la vida de los humanos
Vida y muerte en el evangelio de Juan; Juan 10:10 he venido para que tengan vida en abundancia
Apocalipsis: caballo negro: muerte por hambre; caballo rojo: guerra; Ap 17:6; 18:24; 16:6-7 (sangre)
árbol de vida, espíritu de vida, libro de vida, río de vida, agua de la vida

II. La política según el corazón de Dios es política en pro de la igualdad
El año sabático (Dt 15:1-11) y año de jubileo (Lev 25) y leyes socio-económicas
Se practicaba cuando Israel era obediente; cuando no, sabían que estaban desobedeciendo (Jer 34)
El Pentecostés: Hch 2 y 4 (Sin Jubileo, no hay Pentecostés)
El proyecto final de la misión de Pablo (II Cor 8:13)
Apoc: Todos seremos reyes y sacerdotes; Riqueza prostituida por la ramera, ahora compartida entre todos

III. La política según el corazón de Dios es política en pro de la justicia
Bíblicamente, la justicia no es neutral sino defiende al débil y pobre
Conocer a Dios es practicar la justicia (Jer 22:16; cf. 9:23-24)
Buscad el reino de Dios y su justicia (Mt 6:33; cf 6:10 hágase tu voluntad en la tierra)
1 Jn 2:29, 3:7-10,16-17: "el que hace justicia es nacido de Dios" (2:29 e inverso 3:10)
La nueva creación será un espacio para la justicia (2 P 3:13)

IV. La política según el corazón de Dios es política en pro de la libertad
"He conocido las angustias de mi pueblo y he descendido para librarlos" (Ex. 3:7-8; cf. 2:24-25; 3:9)
Jesús vino a darnos libertad (Luc 4:18; Jn 8:32,36)
El ministerio de Pablo fue una lucha por la libertad (Gal 5:1-13)
La nueva creación será un espacio para la libertad (Rom 8:21)

V. La política según el corazón de Dios es política en pro de la verdad
No es cristiano dejarse engañar por la propaganda
Isa 5:20 Ay de los que llaman a lo malo bueno y a lo bueno malo, que tienen las tinieblas por luz
y la luz por tinieblas
Jn 14:6 Yo soy la verdad y la vida; Jn 8:32 Conocerá la verdad y la verdad los hará libres
(sin verdad, no hay libertad)
Apoc 16:13-16: los sapos satánicos de la propaganda belicista (Armagedón)
El juicio final será la hora de la verdad

VI. La política según el corazón de Dios es servicio del Reino (Mat 6:33)
El Reino de Dios fue el primer mensaje de Jesús (según los evangelios sinópticos)
El mensaje bíblico es de salvación personal pero no sólo eso sino el nuevo orden del Reino
El mensaje del Reino debe orientar todas nuestras decisiones políticas

VII. La política según el corazón de Dios nos llama a tener una presencia profética en medio de la historia
Los profetas no sabían callarse
Desde el Pentecostés, toda la iglesia está llamada a ser profética

[apuntes de una charla dada por el autor el 29 de julio de 2009 en la Sociedad Bíblica de Costa Rica]

Juan Stam

El Dr. Juan Stam es teólogo, profesor, escritor y miembro de la Fraternidad Teológica Latinoamericana. Vive en Costa Rica (www.juanstam.com)

Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar

jueves, 30 de julio de 2009

Jueves 30 de julio

Obstáculos en el testimonio integral

Desde la perspectiva de la enseñanza del Nuevo Testamento, hay una sola manera de ser fieles al Evangelio en medio de la sociedad que no rodea, y es estar en el mundo sin ser del mundo. Para que esto sea posible, sin embargo, tenemos que superar varios obstáculos—obstáculos que podríamos agrupar en dos categorías: los que nos impiden estar en el mundo y los que nos impiden cumplir el requisito de no ser del mundo.

¿Qué nos impide estar en el mundo?

Entre las muchas razones que se podrían mencionar, destaco las siguientes:

* Un concepto errado de lo espiritual y la espiritualidad
Se concibe "lo espiritual" como algo separado de "lo secular" en vez de concebirlo como algo que se expresa a través de la totalidad de la realidad. Se piensa en la espiritualidad en términos de "separación del mundo" en vez de pensar en ella en términos del servicio al Dios de amor y justicia, en el poder del Espíritu, en medio de los conflictos que plantea la vida en el mundo.

* Un concepto errado del Reino de Dios
Se entiende el Reino de Dios como un reino que Dios establecerá en el futuro en vez de concebirlo como el poder de Dios que se manifestó como un reino de paz y justicia en la persona y obra de Jesucristo, que sigue actuando en la historia humana por la acción del Espíritu Santo, y que llegará su culminación cuando Cristo vuelva. Desde esta perspectiva, no se ve a la iglesia como una avanzada, un agente, una "comunidad del Rey" convocada a dar testimonio, en palabra y en acción, del amor y la justicia de Dios en medio de los reino de este mundo, sino como un grupo religioso afectado por una suerte de "parálisis escatológica". En la teología luterana de "los dos reinos" se concibe al Estado en términos de contención del pecado humano. Queda muy poco espacio para la participación de los cristianos en la vida política en función de una sociedad más justa. Se reserva la justicia de Dios para el acto mediante el cual Dios justifica al pecador, pero no se ve su importancia fundamental en el ámbito de las relaciones humanas.

* Un concepto errado de la obra de Jesucristo
Se reduce la obra de Jesucristo para hacer posible la reconciliación del ser humano con Dios en vez de entenderla como el medio provisto por Dios para la transformación de toda la persona para que deje de vivir para sí y viva para colaborar con Dios en su propósito de formar una nueva humanidad que refleje su amor y su justicia.

* Un concepto errado de la naturaleza de la salvación en Cristo Jesús
Se concibe la salvación en Cristo como la experiencia subjetiva de la "salvación del alma" en vez de concebirla como la salvación de la persona como un ser psíquico, espiritual y corporal, llamado a vivir en armonía con Dios, con el prójimo y con la creación.

* Un concepto errado de la iglesia
Se ve a la iglesia como la comunidad de los santos llamados a separarse literalmente del mundo en vez de verla como una comunidad llamada ser "sal de la tierra" y "luz del mundo".

* Un concepto errado de la misión de la iglesia
Se entiende la misión cristiana exclusivamente en términos de la comunicación verbal del evangelio para "salvar almas" y "plantar iglesias" en vez de entenderla en términos de la comunicación del evangelio por medio de todo lo que la iglesia es, hace y dice, incluyendo su acción en pro de la justicia, con miras a cumplir el propósito de Dios de redimir la totalidad de su creación..

¿Qué nos impide estar en el mundo sin ser del mundo?


Destaco tres obstáculos que nos impiden demostrar que no nos conformamos al mundo como sistema organizado del mal:

* Los poderes de las tinieblas
Desde la perspectiva del Nuevo Testamento, el mal es una realidad que nos trasciende y se opone al cumplimiento del propósito de Dios en la vida humana. Según el apóstol Pablo, "nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerza espirituales malignas en las regiones celestiales" (Ef 6:12). Frente a esta realidad, la exhortación es a fortalecerse con "el gran poder del Señor" y a ponerse "toda la armadura de Dios", que incluye el cinturón de la verdad, la coraza de justicia, el calzado de la disposición a proclamar el evangelio de la paz, el escudo de la fe, el casco de la salvación y la espada del Espíritu (vv. 10, 13-17).

* El condicionamiento del "mundo" en un sentido negativo
En el momento actual "este mundo" es la sociedad de consumo, que absolutiza valores que se oponen a la voluntad de Dios, tales como el individualismo, el materialismo, el hedonismo. Son valores con los cuales la sociedad de consumo nos bombardea continuamente por medio de los medios de comunicación masiva. Donde priman esos valores, no hay lugar para los valores del Reino de Dios, tales como el amor y la justicia, la paz y la equidad. La iglesia debiera ser una suerte de termostato espiritual de la sociedad civil, no meramente un termómetro que registra la temperatura de la misma.

* Nuestras propias inclinaciones pecaminosas
Desde la perspectiva bíblica, nacemos con la inclinación a la búsqueda de aquello que nos produce satisfacción personal aunque eso requiera recurrir a medios que se oponen a la voluntad de Dios, dañan a nuestro prójimo, alteran la creación de Dios y al fin resultan nocivos para nosotros mismos. Esa inclinación nos impide comprometernos con la lucha por la justicia.

[extraído de "La iglesia de Cristo frente al desafío de la realidad socioeconómica actual" , Lupa Protestante]

C. René Padilla

El Dr. C. René Padilla es teólogo y presidente emérito de la Fundación Kairós (www.kairos.org.ar)

Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar

miércoles, 29 de julio de 2009

Miércoles 29 de julio

Una jornada para la paz posible

Sentarse para "hablar" de la paz posible, podría parecer tiempo perdido o lujo de intelectuales. Para algunos porque "con hablar no se gana nada". Para otros porque la guerra es inevitable, como lo fue siempre. Sin embargo, el hablar apasionada y razonadamente permite fundar y crear una visión de una sociedad y de un mundo en paz, lo cual es un paso necesario para promover una acción pacificadora. Ciertamente, no basta una visión para que haya una misión, pero si no hay una visión clara nuestra acción resultará, en el mejor de los casos, desordenada, confusa y contradictoria. O aun peor, si nuestra visión, desde el vamos, da por sentada la inevitabilidad de la guerra y consecuentemente de su necesidad, nunca podrá la paz ser una realidad. Dicho brevemente: si partimos del sueño de una paz posible, puede ser que nunca llegue a ser; pero si partimos de la afirmación de que la paz es imposible, es seguro que nunca llegará a ser.

Estos pensamientos estuvieron presentes en el encuentro sobre una paz posible, donde nos reunimos creyentes judíos, y cristianos católicos y evangélicos. Allí no faltaron los sueños, ni las búsquedas razonadas. Los sueños y las búsquedas de una paz posible son la afirmación de que la paz es posible. Por esta razón, ocuparon un lugar importante en nuestro encuentro los relatos y testimonios de experiencias en las que paz se hizo posible, cuando para muchos era inimaginable. Relatos y testimonios de experiencias de reconciliación y paz para las personas, en las comunidades y entre las naciones. Sin duda, revivimos acontecimientos de paz precarios, fragmentarios y provisorios, con los cuales no podemos afirmar con certeza absoluta el reinado de la paz. Sin embargo, son suficientes para refutar la afirmación absoluta de que la paz es imposible y por lo tanto inevitable lo que hace necesaria la violencia. Para probar la posibilidad universal de la paz deberíamos tener acceso a todas las experiencias, pero para refutar la afirmación absoluta de la imposibilidad de la paz basta para refutarla aun un solo caso en que se hizo posible… y son muchos más que un solo caso.

En este encuentro no entendimos la paz como sinónimo de la individualista "vida tranquila", más bien entendimos que no puede haber verdadera paz sino hay paz para todas las personas. Las presentaciones, reacciones y debates de nuestro encuentro giraron en torno a la fe y esperanza bíblica de la "shalom" de Dios. Paz que no es sólo la ausencia de guerra, sino la armonía de todos los seres y todas las cosas, de acuerdo con el propósito creador de Dios: la correcta relación de las personas con Dios, de cada persona consigo misma y con las demás personas, y de todas ellas con el mundo creado. La paz es ante todo una relación personal con Dios, que nos permite vivir en armonía con su voluntad y estar en paz con nuestro propio ser. Es ésta una armonía interior que nos prepara para vivir en paz con las demás personas, para una vida en comunión de la humanidad toda. Esta comunión en paz de los seres humanos es la condición necesaria para que toda la creación sea redimida para cumplir el propósito creador. La redención de la naturaleza presupone la redención de la humanidad. El ser humano no es salvo "del" mundo, sino que es salvo "con" el mundo; pues él es también, o es al menos, naturaleza; pero es responsable por ella. En la imagen bíblica el ser humano es puesto sobre la creación para cuidarla y cultivarla. Contrariamente a esto, la "hipótesis de guerra" convierte la tierra en un espacio de conquista donde el propósito humano es el dominio. La tierra, en la mentalidad del antiguo Israel, como en la concepción primigenia de los pueblos originarios, es concebida como fuente de la vida, y no como un espacio geopolítico para ser dominado. La posesión de la tierra y sus riquezas está en la raíz de todas las guerras.

La correcta relación con Dios demanda nuestra obediencia a su propósito liberador y reconciliador, de misericordia, justicia y paz. Por esta razón, la paz no se presenta sólo en oposición a la guerra formal; sino principalmente a la injusticia, a la marginación, a la inequidad, al trato inmisericorde, y a cuantas guerras solapadas hacen violencia a las personas, a la humanidad toda y a la naturaleza. Nuestro encuentro, por esta razón, fue un llamado a la acción, a imaginar un mundo nuevo para construir un mundo nuevo. Así, el hablar de la paz posible no puede quedar en meras "palabras", sino orientar y definir la "praxis" humana, junto a la "Palabra creadora". La bienaventuranza de Jesús, en Mateo 5.9, se refiere no a los "pacíficos" o "pacifistas", sino a los "pacificadores", esto es literalmente "hacedores de paz". En su comentario del Sermón del Monte, mi padre acentúa esto y lo ilustra con una analogía del panadero: "panificador" es quien "hace" el pan, "panista" quien simplemente lo "come". "Pacificadores" son, no los que quieren "vivir en paz", sino quienes arriesgan su tranquilidad, y aun sus vidas, para ser "constructores de la paz", "instrumentos de reconciliación".

[tomado de Valores religiosos]

Emilio N. Monti

El pastor Emilio N. Monti pertenece a la Iglesia Evangélica Metodista Argentina y participó de las "Jornadas ¿qué paz es posible? - Aportes desde el diálogo interreligioso ", llevadas a cabo por el Instituto Superior Interreligioso (ISER) los días 30 de junio y 1 de julio en el Instituto Universitario ISEDET.

Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar

martes, 28 de julio de 2009

Martes 28 de julio

Amar es el deber esencial de un creyente

Considerando que, tal como lo manifestó Jesús, el Amor es la Plenitud de la Ley y que se trata de una acción voluntaria de las personas (de ahí que sea un Mandamiento: Amar a DIOS y al prójimo), que debemos practicar los creyentes en cualquier actividad (familiar, laboral, estudiantil, gremial, política, religiosa,...), transcribo a continuación pensamientos cuya reflexión nos ayuda a cumplir ese deber.

En esencia, todos los seres humanos son idénticos. Somos todos parte de Uno; somos Uno. Siendo así, no debería importar a quién amamos. El amor debe ser esencialmente un acto de la voluntad, de decisión, ... (Erich FROMM, en "El arte de amar").

El amor es dar sin esperar nada a cambio, y el dar no es quitarse algo o privarse de cosas, sino que es compartir lo mejor de sí mismo o lo más precioso del ser, con otra u otras personas.
(Erich FROMM, en "El arte de amar")

El amor sólo comienza a desarrollarse cuando amamos a quienes no necesitamos para nuestros fines personales. (Erich FROMM, en "El arte de amar")

Amar a un ser es esperar en él para siempre (Gabriel MARCEL).

Amar a alguien es otorgarle crédito. Es esperar de él algo completamente distinto de lo que ya le hemos encontrado (Louis EVELY).

El amor entraña necesariamente una dimensión de futuro (Louis EVELY).

El amor es la fe que uno cifra en el otro (Louis EVELY).

En el otro, siempre existe mucho más que lo que ya hemos descubierto en él (Louis EVELY).

Hay que tener cuidado porque el amor y la fe pueden perderse con rapidez y de un modo inconsciente (Louis EVELY).

Amar significa comprometerse sin garantías, entregarse totalmente con la esperanza de producir amor en la persona amada. El amor es un acto de fe, y quien tenga poca fe también tiene poco amor.
(Erich FROMM, en "El arte de amar")

Para cambiar a la persona hay que amarla. Nuestra influencia llega sólo hasta donde llega nuestro amor. (Johann Heinrich PESTALOZZI, 1746-1827, pedagogo suizo)

Donde hay humildad, hay caridad. La humildad es el cimiento del amor. La humildad es una actitud básica. Está en la raíz de toda la vida cristiana. (San AGUSTIN).

¿Para qué nació Jesús?: ¿Para enseñarnos una doctrina?, ¿Para qué adhiramos a una ideología?, ¿Qué les dice a los hombres de éste tiempo una doctrina o una ideología?. Jesús nace para invitarnos a seguirlo en un camino de salvación. Esto quiere decir: nos invita a vivir según su estilo, a cumplir sus mandamientos, a obrar como él obra y en definitiva, a amar como él ama. (Jorge CASARETTO, Obispo de San Isidro, Navidad 1992).

La regla áurea de la conducta es la tolerancia mutua, en razón de que nunca pensaremos todos de la misma manera y siempre veremos la Verdad fragmentariamente y desde distintas perspectivas. La conciencia no es una misma cosa para todos. Si bien es una excelente guía para la conducta individual, la imposición de esa conducta a los demás es una insoportable intromisión en la libertad de conciencia de cada uno. (GANDHI).

Me esfuerzo por ver a DIOS a través del servicio prestado a la humanidad pues sé que DIOS no está en el cielo, ni aquí abajo, sino en cada uno. Si un hombre llega al corazón de su propia religión, también ha llegado al corazón de las otras. Las religiones son distintos caminos que convergen en el mismo punto. ¿Qué importa que tomemos distintos caminos siempre que lleguemos a la misma meta?. En realidad, hay tantas religiones como individuos. (GANDHI).

Pero yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian. Bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman. Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra; al que te quite el manto, no le niegues la túnica. Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames. Hagan por los demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes. Si aman a aquellos que los aman, ¿qué mérito tienen? Porque hasta los pecadores aman a aquellos que los aman. Si hacen el bien a aquellos que se lo hacen a ustedes, ¿qué mérito tienen? Eso lo hacen también los pecadores. Y si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir de ellos lo mismo. Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, porque EL es bueno con los desagradecidos y los malos. Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes". (Evangelio según San Lucas 6,27-38).

Miguel Angel BUSTOS

Miguel Ángel Bustos es abuelo, ingeniero, Inspector de Seguridad Nuclear, miembro de la Mesa Interreligiosa del Conurbano Norte de la Coalición Cívica y afiliado al ARI (bustosma@yahoo.com)

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lunes, 27 de julio de 2009

Lunes 27 de julio

Individualismo y fuga

Si tenemos que caracterizar nuestra época y distinguirla de otras anteriores, seguramente vamos a encontrar que individualismo y fuga son dos rasgos que van a aparecer casi en cualquier lista seria. Pareciera que desde el Renacimiento hasta hoy el ser humano, despojado de sus dioses y exaltado sin oposición, queda como una necesidad o un corolario también condenado a su aislamiento. Las comunidades se deshacen por la potencia de una filosofía de vida que hace que el individuo reclame satisfacción y delire omnipotencia, y cada vez soporte menos a sus congéneres. La debilidad, la pobreza, el fracaso y la enfermedad no tienen lugar dentro de esa filosofía. Pero la omnipotencia no se corresponde con nuestra verdadera condición humana, y la vida se vuelve imposible de sostener. La fuga, el escapismo, aparece entonces casi irresistible. Mística o química, esa fuga caracteriza nuestros días. Lo insoportable debe cesar por un rato para dar un respiro al agobiado ser humano que no alcanza sus sueños ni tolera sus dolores.

La acción política puede enmarcarse como balanceadora de esta imagen. Podemos decir que también tiene ese rasgo de inconformidad, y busca entonces transformar la realidad en lugar de proponer la fuga, y por su misma naturaleza considera a los individuos dentro de los grupos. Es necesariamente solidaria.

La consideración total del ser humano, con sus grandezas y sus debilidades y vilezas, hacen que el individuo no sea devorado por la maquinaria del proyecto, ni que el proyecto sea imposible porque los individuos se volvieron imposibles de aglutinar tras un propósito que valga la pena. La política esencial tiene una mirada desafiante de la realidad, a la que le va imponiendo utopías que la realidad resiste. Pero la historia de las conquistas sociales es una exhibición de la poderosa capacidad del hombre para la acción común. Cuando se enfrenta la dificultad en lugar de fugarse de ella, y cuando se coordinan esfuerzos en lugar de aislarse, entonces –siempre a un costo enorme– podemos conquistar mejores modos de vida, más justos y dignos de ser vividos.

Hablar de política desde el lugar de la utopía solidaria, es el único que puede cambiar las actitudes de espanto que se siembran con relación a este tema. Casi todo lo que nos hacen oír respecto a la política es lo sucia y corrupta que es. Tal vez logren así desanimar para siempre a los que pueden llenarla del imprescindible idealismo que la sustenta, y perpetúen en el poder a los peores. Si ese es el caso, se hace necesaria una rebelión interior que, ni ingenua ni maligna, sirva para callar a los voceros de la desesperanza para animarnos a invertir en política nuestras ideas, nuestros esfuerzos y nuestro buen nombre y fama.

Julio C. López

Julio C. López es presidente de la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas (FAIE) y pastor de la Iglesia Presbiteriana San Andrés del barrio de Belgrano, Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

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viernes, 24 de julio de 2009

Viernes 24 de julio

Fe y política: ¿Políticos cristianos?

"Quien tiene un por qué para vivir resiste cualquier cómo" así reza una máxima nietzscheana que traigo a colación respecto al tema de la fe y la política... Desde este contexto considero que es pertinente la cuestión que plantea el "por qué" del político ¿Qué es lo que hace que un político llegue a serlo y ocupe cargos públicos en la gestión de la sociedad? ¿qué convicciones pueden mover a una persona en este terreno? ¿Puede tener algo que ver la fe y el ser cristiano con respecto al ejercicio de la política?

LA CONVICCIÓN
Todos actuamos dirigidos por un "por qué", por unas convicciones, aunque sean más o menos conscientes. En política nos preocupa que la razón sea ocupada por conveniencias personales (profesionalización) o inercias ideológicas no maduradas ni elaboradas por el sujeto; no entiendo que a veces se juzgue a un político por la familia a la que pertenece, ni si quiera por momentos de iniciación de su vida que pudieron estar en otros ámbitos y ondas... Todo político tendrá que elaborar y dar cuenta de su propio credo. Nos hacemos políticos en el ejercicio de la política y no en los previos. Pero en este sentido, y volviendo al punto de partida que tomé, considero que una persona puede llegar al ámbito de la política, y al ejercicio de cargos públicos en la misma por convicciones de fe, en concreto por ser cristiano; aunque esto claramente, y a la vista está, no quiere decir que los cristianos que están implicados directamente en política - ya sea en las izquierdas o en las derechas - lo estén por ser cristianos. Dato que por cierto debería extrañarnos mucho a todos los creyentes. ¿Pero qué podemos decir de la relación entre el ser cristiano y el ser político?

EL POLÍTICO CRISTIANO
... Por una parte, en comunión con los demás políticos con sus propias convicciones, habrá de ser un hombre de gestión y de acción que tenga desarrolladas las habilidades necesarias para el cargo y el puesto que ocupe, con una buena formación, teniendo como criterio fundamental el servicio a la sociedad y el bien común y no aceptando nunca aquello para lo que no se encuentre realmente preparado, ni buscando un protagonismo que le ponga a él por encima de su servicio; amén de saber trabajar en común y corresponsablemente.

Por otra, será algo específico en él su motivación de fondo y las claves con las que quiere ejercer su modo político. En su fuero interno le estará motivando la construcción del Reino de Dios, esa fraternidad utópica y esperanzada que nos mueve continuamente desde nuestra fe en la resurrección y que baila a gusto con el nuevo slogan de que "otro mundo es posible"; la utopía le empujará a claves inexcusables como la opción por lo público y lo común; la predilección por los pobres y los más débiles de la sociedad; saber relativizar el aparataje de la política y la burocracia, incluso la ideología de partido, ante la dignidad de las personas y la vida, el criterio de la igualdad y la justicia, y la imparcialidad para promover el derecho y la participación activa y ciudadana, que integre a las personas de un modo vivo y corresponsable en la gestión de la sociedad y de lo público, al margen de sus creencias, ideologías y pertenencias políticas; por ello no hará de la designación de los cargos de gestión y de técnicos lugar de apropiación ideológica y partidista; sabrá aceptar e integrar fecundamente el fracaso cuando este venga por haber sido coherente y fiel con los valores fundamentales que proclama; nunca estará dispuesto a perder su libertad radical, ni su espíritu de diálogo y de encuentro común en la búsqueda de la verdad y del bien hacer; habrá de ejercer la denuncia profética con la ternura de los que buscan el bien común y de los débiles y no la destrucción ni el vencimiento de nadie.

Ni que decir tiene que mantenerse en la brecha con este talante es inviable si el político cristiano no tiene raíces profundas, si no las alimenta en su silencio y soledad, y si no se ve acompañado por una comunidad que le mira como hermano y le apoya sabiendo que él está llevando adelante una labor que es muy necesaria desde el Reino que queremos, pero que es bien dura si se quiere ejercer con verdad, por lo que necesita de la comunidad que ayude a ir leyendo en creyente los signos de vida, de muerte, de fracaso y de éxito, de pasión, conflicto y resurrección. Por todo esto me siento agradecido a todos los que movidos por su fe se adentran en la gestión política de nuestra sociedad extremeña y que trabajan por ser coherentes y fieles con sus principios fundantes. Estos cristianos nos interpelan para acompañar a personas creyentes -ahora especialmente jóvenes universitarios en mi quehacer pastoral- en la dimensión socio-política de su fe, y reclaman, con todo derecho, en la propia iglesia espacios que les ayuden a mantenerse desde una lectura creyente y comunitaria de su quehacer.

[tomado de http://www.adital.com.br/site/noticia.asp?lang=ES&cod=38876]

Por José Moreno Losada, sacerdote capellán en la UEx y consiliario de Acción Católica (jmorenol@unex.es), Badajoz, Espanha

Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar

jueves, 23 de julio de 2009

Jueves 23 de julio

La utopía

… Hemos dicho utopía, y acerca de este término valen algunas precisiones. La palabra utopía, digámoslo con honestidad, no goza de buena reputación; se la relaciona con el pensamiento ingenuo, con los ideales inalcanzables o con quimeras de incautos. Juan José Tamayo, teólogo español a quien mucho debemos por la recuperación del sentido bíblico del término, dice al respecto:

La utopía ha sufrido un proceso de deterioro, que se refleja en la propia definición de algunos diccionarios, que acentúan su ingenuidad, su carácter irreal, quimérico, fantasmagórico. Tales derivaciones nada tienen que ver con el sentido que se le da en el pensamiento y en la literatura utópica. Lo que se ha impuesto en el lenguaje ordinario, en la vida social, es una caricatura. Así, a las personas utópicas se les considera carentes de sentido de la realidad, de estar en las nubes, de moverse por impulsos primarios, de actuar sentimentalmente, y no de manera racional. No es que se las califique de malas, pero sí de ajenas a la realidad.

Cuando se califica a una persona de utópica, lo que se quiere decir es que la tal no tiene los pies en la tierra y no sabe distinguir entre sus anhelos y su realidad.

En su sentido positivo, el término utopía se emplea como proyecto o ideal de un mundo diferente, donde brille la justicia, la paz y el pleno bienestar. Utopía es el horizonte de esperanza donde se desea llegar . . . y se llegará. En tanto el anhelo de un mañana diferente como la crítica del presente defectuoso…

Fe utópica que mira al futuro

Nuestra fe, nos dice la teología, es utópica en el sentido de estar fundamentada en la esperanza, de ser alimentada por la promesa y de proyectarse hacia delante, contra el anhelo de encontrar la sorpresa de otro mundo, el mundo prometido por Dios. La fe cristiana traiciona su sentido cuando se ancla en el pasado y deja de soñar en el futuro de Dios. El mañana esperado es el que tiene la fuerza de transformar el presente. Por eso la mirada es hacia el frente, como lo indica Isaías cuando dice: "Olviden las cosas de antaño; ya no vivan en el pasado. ¡Voy a hacer algo nuevo! Ya está sucediendo, ¿no se dan cuenta? Estoy abriendo un camino en el desierto" (Isaías 43:18-19). Esta mirada prospectiva es uno de los tres grandes distintivos de la fe judeo-cristiana, como lo señala con acierto Tamayo en una de sus últimas obras:

… la gran aportación de la religión judeo-cristiana a la humanidad puede resumirse en estas tres ideas: la existencia como historia frente a la existencia como eterno retorno de lo mismo, la esperanza como principio de vida, y la utopía como motor de la historia.

La historia, entonces, avanza hacia los propósitos eternos del Creador y culminará en el punto anunciado. ¡No queda la menor duda! La palabra final no es el mundo presente colmado de injusticias. No. Es el cielo nuevo y la tierra nueva anunciada por el profeta:

Presten atención que estoy por crear un cielo nuevo y una tierra nueva. No volverán a mencionarse las cosas pasadas, ni se traerán a la memoria. Alégrense más bien y regocíjense por siempre, por lo que estoy a punto de crear: una Jerusalén feliz, un pueblo lleno de alegría (Isaías 65:17-18)…

En respuesta a esta utopía, la fe y la teología se ponen a la orden de Dios para trabajar con solicitud en la erradicación de la injusticia y de los tantos males que niegan una y otra vez el plan generoso de Dios para la humanidad y la creación toda. Como lo afirma Moltmann:

Los que confían en Dios saben que Dios los espera, que Dios pone su confianza en ellos, que están invitados al futuro de Dios, y que por lo tanto tienen en sus manos la invitación más maravillosa de sus vidas.

Es una invitación que llena la existencia de esperanza, pero también de demandas y de costosos sacrificios…

[tomado de Harold Segura C., Más allá de la utopía, Kairos ediciones, capítulo 1, pp. 23-26]

Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar

miércoles, 22 de julio de 2009

Miércoles 22 de julio

Los cristianos y la política

1) La fe cristiana extiende su influencia a todas las áreas de la vida, también a las actividades políticas. Éstas, en la medida en que son acciones humanas, tienen que estar reguladas y justificadas por unos criterios morales. Cuanto se pueda hacer en política, tiene una dimensión moral, arraigada en la naturaleza misma de las cosas y regida por la ley suprema del respeto a la dignidad y a los derechos de las personas. La vida política de un país no puede fundarse únicamente en el consenso de los diferentes grupos, sin ninguna referencia moral superior y objetiva. Un pueblo sin convicciones morales absolutas es un barco a la deriva.


2) Cualquier actividad política, concebida desde una visión cristiana de la vida, ha de entenderse y realizarse como un servicio efectivo a la comunidad, con el fin de proteger y favorecer el bien común de todos los ciudadanos. La búsqueda sincera del bien común es la indispensable justificación de cualquier institución o iniciativa política. Este bien común consiste en la promoción y garantía de las condiciones necesarias para que los ciudadanos puedan desarrollar su vida y disfrutar de los bienes comunes en las mejores condiciones posibles. En cualquier situación, las instituciones políticas deben garantizar a todos los ciudadanos el derecho a la vida y a la educación, a la sanidad, al trabajo y a la vivienda; la libertad de expresión, la capacidad de iniciativa y responsabilidad en el proyecto y realización de su propia vida.

3) La fidelidad a las exigencias de la moral social cristiana suscita unas características y obligaciones comunes en la acción política de los católicos, independientemente de las preferencias políticas que tengan o de los partidos en que militen. En el momento presente, las principales exigencias éticas para el voto y la actividad política de los católicos son: la defensa de la vida humana desde el momento de su concepción hasta la muerte natural; la defensa y protección de la familia en todas sus implicaciones económicas, sociales, culturales y morales, sin equipararla a otras formas de vida posibles; la defensa de los menores y de los más débiles o necesitados, como pueden ser los inmigrantes, los sin trabajo, las mujeres amenazadas, los enfermos crónicos y terminales; la defensa de la libertad, de la convivencia y de la paz contra todas las agresiones, discriminaciones y amenazas; la protección de la libertad religiosa; la promoción de la justicia y la solidaridad entre los pueblos, las religiones y las diferentes culturas; el respeto y la defensa de las enseñanzas morales de la ley natural y de la fe cristiana en la inspiración de las relaciones y actividades sociales en los diferentes órdenes de la vida. Los católicos tenemos derecho a promover una política que esté de acuerdo con nuestras convicciones antropológicas, sociales y morales, siempre por métodos democráticos y de acuerdo con las exigencias del bien común y de las libertades civiles. Negarnos este derecho sería tanto como querer instaurar una política restrictiva y discriminatoria. Los políticos católicos tienen obligación de favorecer sincera y eficazmente estos objetivos. Dejar de hacerlo voluntariamente sería una grave omisión. Criticarlos por hacerlo sería intolerancia y discriminación.

4) A partir de unas convicciones morales comunes, los católicos tienen verdadera libertad para actuar en política según su mejor saber y entender y bajo su estricta responsabilidad personal. En estos asuntos, aun respetando las mismas normas morales, hay situaciones diversas y no pocos elementos opinables que dan lugar a opiniones distintas y a proyectos diferentes, todos legítimos, aunque no todos tengan el mismo valor. No conviene confundir la libertad y diferencia de opiniones y proyectos con el relativismo o indiferentismo moral. En el orden moral, como en el técnico y profesional, no todo es igual. Hay unas referencias objetivas y comunes, y las diversas iniciativas valen más o menos según respondan mejor o peor a los valores morales comúnmente reconocidos como garantía del bien personal y social. La idea de que la democracia necesita desarrollarse en un clima laicista y moralmente relativista no tiene un fundamento intelectualmente serio y esconde graves peligros prácticos. La política y los políticos tienen que sentirse guiados y regidos por unas referencias morales objetivas, superiores a ellos y respetadas por todos. Lo contrario abre el camino a la arbitrariedad y al autoritarismo civil, cultural y moral.

5) Estos criterios no valen sólo para los dirigentes políticos, sino que iluminan también la intervención de los ciudadanos en la vida política y en la gestión de los asuntos comunes mediante el ejercicio del voto y su intervención en la opinión pública. Los votantes tienen que apoyar con su voto a quienes mejor garanticen los diferentes elementos del bien común, en sus dimensiones materiales, culturales, morales y religiosas, según su propia importancia y las urgencias de cada lugar y de cada momento. Al votar, cada uno podemos defender nuestros derechos y buscar nuestros legítimos intereses, pero teniendo también en cuenta el bien de los demás y de todo el conjunto de la sociedad. El respeto a la verdad, la voluntad sincera de favorecer el bien general, la defensa decidida de la libertad, la justicia y la convivencia, en el marco del Estado de derecho, valen más que las agrias polémicas. Cuando la política se enreda en discusiones partidistas, dejando en segundo lugar las verdaderas necesidades de los ciudadanos, entramos en un proceso de deterioro que desprestigia las instituciones políticas y empobrece la vida de la comunidad social.

6) La Iglesia tiene la obligación y el derecho de instruir y animar a los cristianos para que ejerzan sus derechos y actúen en los diferentes momentos y niveles de la vida política en conformidad con las exigencias sociales y morales de la fe cristiana, sin perjuicio de la libertad y del legítimo pluralismo de los cristianos en materia política, en colaboración con los demás ciudadanos y sin instrumentar en ningún momento las instituciones o realidades eclesiales y cristianas a favor de sus ideas o intereses políticos. A la vista de estas consideraciones, cada uno tiene que ver qué ideas, qué líderes y qué instituciones políticas se acercan más y atienden mejor al bien común de todos los ciudadanos según la moral social de la Iglesia católica. Hay valores de orden moral que afectan al bien de las personas, de las familias y de los diferentes sectores de la vida social, cultural y económica, en donde los católicos tenemos que hacernos escuchar sin miedos ni titubeos, como puede hacer cualquier otro grupo. Y todo ello, no para provecho propio sino para el bien integral de nuestra sociedad. Estos mismos valores tienen que aparecer en la gestión de todos los políticos cristianos. En definitiva, la fe y la moral cristianas tienen que ser operantes en todas las esferas de la vida, también en las opiniones y actuaciones políticas.

Mons. Fernando Sebastián - CARTAS DESDE LA FE Diario de Navarra 3.06.03
Resumen de Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política de la Congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano

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martes, 21 de julio de 2009

Martes 21 de julio

Evangelizar el mundo de la política

Cuando se afirma que la Iglesia ha de intervenir en la Política hay que aclarar qué se entiende por los dos términos: Iglesia y Política.

La Iglesia es el Pueblo de Dios-Comunidad de creyentes en Jesús, Muerto y Resucitado. Un pueblo instituido con diversos ministerios ordenados para el bien del todo el Cuerpo. Así se distinguen en la Iglesia global: obispos, presbíteros, diáconos- religiosas/os y fundamentalmente el laicado. Iguales en dignidad con diversidad de servicios con un mismo objetivo: instaurar el Reino de Dios, anunciado por Jesús.

El término Política tiene una doble acepción: a) como sustantivo: se refiere a la necesaria organización de la convivencia humana en una determinada sociedad; surge de la misma naturaleza humana; el hombre es un ser en relación; el hombre es un "animal político", definía Aristóteles. b) como adjetivo, se aplica a las estructuras que se viene dando la sociedad para el quehacer político: partidos políticos o movimientos políticos. En el marco de esta aclaración se ha comprender que la Iglesia debe "meterse en política". Así enseñan los Obispos latinoamericanos en Puebla:

"En efecto, la necesidad de la presencia de la Iglesia en lo político proviene de lo más íntimo de la fe cristiana: del señorío de Cristo que se extiende a toda la vida" (516). Porque "La Iglesia, prosigue Puebla, contribuye así a promover los valores que deben inspirar la política, interpretando en cada nación las aspiraciones de sus pueblos, especialmente los anhelos de aquellos que una sociedad tienda a marginar. Lo hace mediante su testimonio, su enseñanza, su multiforme acción pastoral" (522)

Y recientemente, en Aparecida, el magisterio episcopal reafirma la formación política:

"También es tarea de la Iglesia ayudar con la predicación, la catequesis, la denuncia, y el testimonio del amor y de justicia, para que se despierten en la sociedad las fuerzas espirituales necesarias y se desarrollen los valores sociales. Sólo así las estructuras serán realmente más justas, podrán ser eficaces y sostenerse en el tiempo. Sin valores no hay futuro, y no habrá estructuras salvadoras, ya que en ellas siempre subyace la fragilidad humana" (Nº 386)

Y tanto en Puebla como en Aparecida se distinguen los roles de los miembros de la Iglesia, como ya lo había aclarado el Concilio Vaticano II (GS 43) y Paulo VI (EN 70) "la política partidista es el campo propio de los laicos" (DP 524) "Los Pastores, por el contrario, puesto que deben preocuparse de la unidad, se despojarán de toda ideología político-partidista que pueda condicionar sus criterios y actitudes. Tendrán así, libertad para evangelizar lo político como Cristo, desde un Evangelio sin partidismos ni ideologizaciones"… (DP 526)

En concreto, si la Iglesia, a través de los diversos roles de sus miembros, no evangelizara el mundo de la política cometería un grave pecado de omisión al no cumplir el mandato de Jesús exigiendo a sus discípulas/os ser sal-levadura-luz en la sociedad humana. Con estas comparaciones tan sencillas como significativas, el evangelista Mateo (5,13) expresa el mandato de Jesús relacionado con el compromiso social político de la Iglesia, cuantas veces anuncia el Reino de Dios, e insta a que se lo busque como prioridad existencial del que quiera ser su discípulo. (Lc.12,31)

Entonces en la misma Fe Cristiana encontramos la raíz profunda de un irrenunciable compromiso social-político de la Iglesia en sus diversas vertientes de roles de sus miembros, los bautizados. Dicho de otra manera, es el compromiso que surge de la doble ciudadanía del discípulo/a de Jesús al decir de S. Pablo (Fil.3,20) Ciudadanía terrenal y ciudadanía celestial que no se oponen. Por el contrario, la ciudadanía celestial redobla el compromiso de la ciudadanía terrenal En el caso nuestro, el ciudadano argentino bautizado, lo ha sido en el proyecto de Jesús para que como discípulo suyo anuncie el Reino y lo vaya construyendo a través de su propia historia. Al bautizado se le brinda la energía pascual para construir el más allá (Vida eterna) desde el más acá, liberando a la historia del pecado-personal-social-político. Por eso, Pío XI y Pío XII han identificado a la Política como posible cumbre del Amor a Dios.

Homilía de monseñor Miguel Esteban Hesayne, obispo emérito de Viedma para el 5 de agosto de 2007. Tomado de AICA On Line.

Mons. Miguel Esteban Hesayne, obispo emérito de Viedma (mehm@speedy.com.ar)

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lunes, 20 de julio de 2009

Lunes 20 de julio

El "Shalom" bíblico y la paz del Imperio

El concepto bíblico de paz, especialmente la noción hebrea de "Shalom" no es nada sencilla, no es de esos conceptos simples, directos, monovalentes. Encierra, en su recorrido semántico otras nociones e imágenes que son condiciones y prerrequisitos para la paz, que hacen de la paz una abigarrada y compleja proyección. Una prueba de ello es que, con alguna excepción, la palabra Shalom no está, como en los conceptos griegos y latinos, acompañada de otras virtudes, sino que las contiene en sí misma.

Es que por experiencia, el pueblo bíblico sabía que la paz no era algo sencillo de alcanzar, y de hecho tuvo muy pocos momentos en que pudiera sentirse en paz. Su origen está rodeado de conflictos, y muchas veces, cuando estos conflictos no eran con otros pueblos, lo eran internos, entre sus distintas tribus, en su composición social, o como se lo indican sus profetas, en su propia fidelidad a su Dios. Por eso el ideal de paz sólo es alcanzable cuando se dan ciertas condiciones de respeto y dignidad, de sinceridad en las relaciones humanas, de justicia, de plenitud, de fidelidad. Las imágenes de paz que vemos en la poética hebrea están vinculadas con esta percepción, donde la paz y la justicia se besan, donde el ser humano puede reencontrarse con su entorno vital natural y así brindar el culto a Dios. En la posterior lectura del judaísmo post-exílico la ley y la pureza ocupan un lugar central en torno del cual reconstruir la identidad, pero se vuelven, a la vez, puntos de conflicto y ruptura. El cumplimiento de los rituales cultuales o la mera justicia de la ley no producen la ansiada paz, como bien lo vieron los profetas.

En el Nuevo Testamento la paz se personifica en el Cristo. Esto es posible porque el cristianismo naciente ve en Jesús el inicio de un tiempo mesiánico donde la paz sería posible a partir de una nueva forma de relación humana, que es llamada por el maestro de Galilea como "el Reinado de Dios". Esta imagen recupera el concepto israelita de paz, el "shalom" divino, pero lo enriquece a través de una visión más elaborada de nuestra responsabilidad de vida hacia los demás, más allá de las fronteras de la propia raza o pueblo, como lo muestra su predicación programática del Sermón del Monte y de sus parábolas. Es en la relación del amor misericordioso que reemplaza a la idea de sacrificio, es lo gratuito del perdón divino, que cura al débil, que alimenta al hambriento, que consuela al dolido, lo que lleva a las multitudes a proclamarlo "Príncipe de Paz". Aunque ese príncipe de paz será luego ejecutado por el príncipe de los sacerdotes aliado al representante del príncipe imperial.

Interpretando el sentido del mesianismo de Jesús, Pablo saca nuevas consecuencias, que se reflejan en la afirmación que se enuncia en la carta a los Efesios: "él es nuestra paz". La paz se elabora, paradójicamente, derribando los muros que separan a los pueblos, no construyéndolos, eliminando las discriminaciones, dejando de lado los prejuicios de la sangre y la tierra, reconociendo al prójimo a través de las barreras culturales, sociales o de género, fundamentando un universalismo que no es imposición sino a la vez respeto por la diversidad y la identidad. De esa manera se afirma una paz que trae vida, que se proclama como un tiempo nuevo, que se anuncia como una nueva creación reconciliada entre sí y con su creador.

Otro texto neotestamentario, el autor del cuarto evangelio, nos trae palabras de Jesús que marcarán justamente este contraste entre la paz mesiánica y la "paz del mundo". "Mi paz les doy, mi paz les dejo, no como el mundo la da, yo les doy", anuncia Jesús en su discurso de despedida. Estas palabras han sido interpretadas, a mi parecer insuficientemente, como un contraste entre una paz interior, subjetiva, más cercana a la ataraxia griega que al shalom bíblico. Sin embargo, cuando vemos el contexto en que son dichas estas palabras, la expresión "paz del mundo" tienen un referente concreto: los lemas del Imperio Romano, con su proclamada pax augusta y su ara pacis que prometía al mundo la pax romana.

Este ideal romano de paz, que fue después copiado por los imperios que le sucedieron hasta el día de hoy, se refleja en el dictum: vis pacem, para bellum (si quieres paz, prepara la guerra). Esto es leído desde el lado de los vencidos, según un apologista del mismo imperio romano, Tácito, en la expresión del derrotado jefe bretón Cálgaco, quien afirma que los romanos "donde hacen un desierto, lo llaman paz". La idea de que la paz se impone desde la superioridad bélica, o anticipándose mediante una guerra "preventiva", exasperando la represión y pensando que una fuerza disuasiva puede reemplazar el diálogo, la búsqueda de justicia y equidad, ha sido una falacia largamente repetida, que nunca ha servido para traer paz sino para anticipar el próximo conflicto. Pero la soberbia de los imperios y de sus aliados y protegidos les impide ver, en su inmediatismo pragmático, las consecuencias deshumanizadoras de estas posturas.

Es esto lo que Jesús pone en contraste: su paz no se basa en la posibilidad de expresar superioridad, una capacidad de imponer, su habilidad en el manejo de las armas, o un desarrollo de la técnica bélica: se propone como abundancia de vida para todos, como una equidad amorosa, como libertad compartida. No es solo una virtud individual, sino un modo de entender el sentido y meta de la vida humana. El saludo con que el resucitado se presenta a los suyos, según este mismo evangelio, es justamente un "shalom", un anuncio de paz que se completa en tres actos: la certeza de la vida como don de Dios a ser anunciada a todos los pueblos, la presencia de un Espíritu que revive la creación, y la posibilidad del perdón que renueva las relaciones humanas.

¿Es posible la paz? Desde la comprensión bíblica la paz será imposible si se siguen recorriendo los caminos que hoy se imponen políticamente. Los imperios nunca han proyectado la paz, porque la paz imperial es la vida disminuida, el letargo de la justicia, y, por ello, el anuncio de la próxima contienda. Juicios amañados y sentencias de exclusión, los caminos de las penas de muerte y las soluciones finales no hacen la paz. Desconocer al extranjero e ignorarlo, desconocer los derechos del otro en tanto ser humano y reducirlo a "mera vida biológica", incluso a vida dispensable, a vida desperdiciada, deshumaniza tanto al que lo sufre como al que lo impone. La paz no se logra con exclusiones y murallas, con reivindicaciones confrontativas, con amenazas y venganza indiscriminada. La paz no será posible si solo se basa en la fuerza y no en la justicia, si prolonga el acto discriminatorio y no el respeto al otro, si se la confía al campo de concentración y a la tortura, y no al respeto por la plena dignidad del otro, si se la impone desde la opulencia avara y no desde la gracia que comparte. La acumulación de riqueza y la desmesura del poder no atraen la paz, sino al delito, la violencia y el rencor.

El "shalom" bíblico indica un camino de paz. Es, como el concepto mismo, un camino complejo, que va a contrapelo de las naturalizaciones que nos ha impuesto la cultura de milenios imperiales. Es una voz que "clama en el desierto", pero donde es posible reconocer en ella al Dios de la creación, al que hermana a los pueblos, al que proyecta en la vida comunitaria el amor que experimenta en la propia vida reconciliada.

[tomado de "Jornadas ¿qué paz es posible? - Aportes desde el diálogo interreligioso "]

Néstor O. Míguez

Néstor O. Míguez es Doctor en Teología (ISEDET) y posee una Diplomatura Superior en Antropología Política y Social (FLACSO)

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viernes, 17 de julio de 2009

Viernes 17 de julio

Derechos humanos

…El principio de la "responsabilidad de proteger" fue considerado por el antiguo ius gentium como el fundamento de toda actuación de los gobernadores hacia los gobernados: en tiempos en que se estaba desarrollando el concepto de Estados nacionales soberanos, el fraile dominico Francisco de Vitoria, calificado con razón como precursor de la idea de las Naciones Unidas, describió dicha responsabilidad como un aspecto de la razón natural compartida por todas las Naciones, y como el resultado de un orden internacional cuya tarea era regular las relaciones entre los pueblos. Hoy como entonces, este principio ha de hacer referencia a la idea de la persona como imagen del Creador, al deseo de una absoluta y esencial libertad. Como sabemos, la fundación de las Naciones Unidas coincidió con la profunda conmoción experimentada por la humanidad cuando se abandonó la referencia al sentido de la trascendencia y de la razón natural y, en consecuencia, se violaron gravemente la libertad y la dignidad del hombre. Cuando eso ocurre, los fundamentos objetivos de los valores que inspiran y gobiernan el orden internacional se ven amenazados, y minados en su base los principios inderogables e inviolables formulados y consolidados por las Naciones Unidas. Cuando se está ante nuevos e insistentes desafíos, es un error retroceder hacia un planteamiento pragmático, limitado a determinar "un terreno común", minimalista en los contenidos y débil en su efectividad.

La referencia a la dignidad humana, que es el fundamento y el objetivo de la responsabilidad de proteger, nos lleva al tema sobre el cual hemos sido invitados a centrarnos este año, en el que se cumple el 60° aniversario de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre. El documento fue el resultado de una convergencia de tradiciones religiosas y culturales, todas ellas motivadas por el deseo común de poner a la persona humana en el corazón de las instituciones, leyes y actuaciones de la sociedad, y de considerar a la persona humana esencial para el mundo de la cultura, de la religión y de la ciencia. Los derechos humanos son presentados cada vez más como el lenguaje común y el sustrato ético de las relaciones internacionales. Al mismo tiempo, la universalidad, la indivisibilidad y la interdependencia de los derechos humanos sirven como garantía para la salvaguardia de la dignidad humana. Sin embargo, es evidente que los derechos reconocidos y enunciados en la Declaración se aplican a cada uno en virtud del origen común de la persona, la cual sigue siendo el punto más alto del designio creador de Dios para el mundo y la historia. Estos derechos se basan en la ley natural inscrita en el corazón del hombre y presente en las diferentes culturas y civilizaciones. Arrancar los derechos humanos de este contexto significaría restringir su ámbito y ceder a una concepción relativista, según la cual el sentido y la interpretación de los derechos podrían variar, negando su universalidad en nombre de los diferentes contextos culturales, políticos, sociales e incluso religiosos. Así pues, no se debe permitir que esta vasta variedad de puntos de vista oscurezca no sólo el hecho de que los derechos son universales, sino que también lo es la persona humana, sujeto de estos derechos.

La vida de la comunidad, tanto en el ámbito interior como en el internacional, muestra claramente cómo el respeto de los derechos y las garantías que se derivan de ellos son las medidas del bien común que sirven para valorar la relación entre justicia e injusticia, desarrollo y pobreza, seguridad y conflicto. La promoción de los derechos humanos sigue siendo la estrategia más eficaz para extirpar las desigualdades entre países y grupos sociales, así como para aumentar la seguridad. Es cierto que las víctimas de la opresión y la desesperación, cuya dignidad humana se ve impunemente violada, pueden ceder fácilmente al impulso de la violencia y convertirse ellas mismas en transgresoras de la paz. Sin embargo, el bien común que los derechos humanos permiten conseguir no puede lograrse simplemente con la aplicación de procedimientos correctos ni tampoco a través de un simple equilibrio entre derechos contrapuestos. La Declaración Universal tiene el mérito de haber permitido confluir en un núcleo fundamental de valores y, por lo tanto, de derechos, a diferentes culturas, expresiones jurídicas y modelos institucionales. No obstante, hoy es preciso redoblar los esfuerzos ante las presiones para reinterpretar los fundamentos de la Declaración y comprometer con ello su íntima unidad, facilitando así su alejamiento de la protección de la dignidad humana para satisfacer meros intereses, con frecuencia particulares. La Declaración fue adoptada como un "ideal común" (preámbulo) y no puede ser aplicada por partes separadas, según tendencias u opciones selectivas que corren simplemente el riesgo de contradecir la unidad de la persona humana y por tanto la indivisibilidad de los derechos humanos.

La experiencia nos enseña que a menudo la legalidad prevalece sobre la justicia cuando la insistencia sobre los derechos humanos los hace aparecer como resultado exclusivo de medidas legislativas o decisiones normativas tomadas por las diversas agencias de los que están en el poder. Cuando se presentan simplemente en términos de legalidad, los derechos corren el riesgo de convertirse en proposiciones frágiles, separadas de la dimensión ética y racional, que es su fundamento y su fin. Por el contrario, la Declaración Universal ha reforzado la convicción de que el respeto de los derechos humanos está enraizado principalmente en la justicia que no cambia, sobre la cual se basa también la fuerza vinculante de las proclamaciones internacionales. Este aspecto se ve frecuentemente desatendido cuando se intenta privar a los derechos de su verdadera función en nombre de una mísera perspectiva utilitarista. Puesto que los derechos y los consiguientes deberes provienen naturalmente de la interacción humana, es fácil olvidar que son el fruto de un sentido común de la justicia, basado principalmente sobre la solidaridad entre los miembros de la sociedad y, por tanto, válidos para todos los tiempos y todos los pueblos. Esta intuición fue expresada ya muy pronto, en el siglo V, por Agustín de Hipona, uno de los maestros de nuestra herencia intelectual. Decía que la máxima no hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti "en modo alguno puede variar, por mucha que sea la diversidad de las naciones" (De doctrina christiana, III, 14). Por tanto, los derechos humanos han de ser respetados como expresión de justicia, y no simplemente porque pueden hacerse respetar mediante la voluntad de los legisladores.

…Así, el discernimiento muestra cómo el confiar de manera exclusiva a cada Estado, con sus leyes e instituciones, la responsabilidad última de conjugar las aspiraciones de personas, comunidades y pueblos enteros puede tener a veces consecuencias que excluyen la posibilidad de un orden social respetuoso de la dignidad y los derechos de la persona. Por otra parte, una visión de la vida enraizada firmemente en la dimensión religiosa puede ayudar a conseguir dichos fines, puesto que el reconocimiento del valor trascendente de todo hombre y toda mujer favorece la conversión del corazón, que lleva al compromiso de resistir a la violencia, al terrorismo y a la guerra, y de promover la justicia y la paz. Además, esto proporciona el contexto apropiado para ese diálogo interreligioso que las Naciones Unidas están llamadas a apoyar, del mismo modo que apoyan el diálogo en otros campos de la actividad humana. El diálogo debería ser reconocido como el medio a través del cual los diversos sectores de la sociedad pueden articular su propio punto de vista y construir el consenso sobre la verdad en relación a los valores u objetivos particulares. Pertenece a la naturaleza de las religiones, libremente practicadas, el que puedan entablar autónomamente un diálogo de pensamiento y de vida. Si también a este nivel la esfera religiosa se mantiene separada de la acción política, se producirán grandes beneficios para las personas y las comunidades. Por otra parte, las Naciones Unidas pueden contar con los resultados del diálogo entre las religiones y beneficiarse de la disponibilidad de los creyentes para poner sus propias experiencias al servicio del bien común. Su cometido es proponer una visión de la fe, no en términos de intolerancia, discriminación y conflicto, sino de total respeto de la verdad, la coexistencia, los derechos y la reconciliación.

Obviamente, los derechos humanos deben incluir el derecho a la libertad religiosa, entendido como expresión de una dimensión que es al mismo tiempo individual y comunitaria, una visión que manifiesta la unidad de la persona, aun distinguiendo claramente entre la dimensión de ciudadano y la de creyente. La actividad de las Naciones Unidas en los años recientes ha asegurado que el debate público ofrezca espacio a puntos de vista inspirados en una visión religiosa en todas sus dimensiones, incluyendo la de rito, culto, educación, difusión de informaciones, así como la libertad de profesar o elegir una religión. Es inconcebible, por tanto, que los creyentes tengan que suprimir una parte de sí mismos –su fe– para ser ciudadanos activos. Nunca debería ser necesario renegar de Dios para poder gozar de los propios derechos. Los derechos asociados con la religión necesitan protección sobre todo si se los considera en conflicto con la ideología secular predominante o con posiciones de una mayoría religiosa de naturaleza exclusiva. No se puede limitar la plena garantía de la libertad religiosa al libre ejercicio del culto, sino que se ha de tener en la debida consideración la dimensión pública de la religión y, por tanto, la posibilidad de que los creyentes contribuyan la construcción del orden social. A decir verdad, ya lo están haciendo, por ejemplo, a través de su implicación influyente y generosa en una amplia red de iniciativas, que van desde las universidades a las instituciones científicas, escuelas, centros de atención médica y a organizaciones caritativas al servicio de los más pobres y marginados. El rechazo a reconocer la contribución a la sociedad que está enraizada en la dimensión religiosa y en la búsqueda del Absoluto –expresión por su propia naturaleza de la comunión entre personas– privilegiaría efectivamente un planteamiento individualista y fragmentaría la unidad de la persona…

[Discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 18 de abril de 2008]

Papa Benedicto XVI

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jueves, 16 de julio de 2009

Jueves 16 de julio

Espiritualidad para políticos

Extraído originalmente de una homilía que Cardenal Van Thuan dio en Milán, durante la misa de conmemoración del aniversario de la muerte del antiguo primer ministro Amaintore Fanfani.

Él quería que su "espiritualidad política", la parte más difícilmente comprensible de su espiritualidad, se convirtiera en parte del núcleo de su mensaje.

Bienaventurado el dirigente político que entiende su papel en el mundo.

Bienaventurado el dirigente político que ejemplifica personalmente la credibilidad.

Bienaventurado el dirigente político que trabaja por el bien común y no por intereses personales.

Bienaventurado el dirigente político que es sincero consigo mismo, con su fe y con sus promesas electorales.

Bienaventurado el dirigente político que trabaja por la unidad y hace de Jesús el fulcro de su defensa.

Bienaventurado el dirigente político que trabaja por el cambio radical, se niega llamar bueno lo que es malo y utiliza el Evangelio como guía.

Bienaventurado el dirigente político que escucha al pueblo antes, durante y después de la elecciones y que siempre escucha a Dios en la oración.

Bienaventurado el dirigente político que no tiene miedo de la verdad ni de los medios de comunicación, porque en el momento del juicio responderá sólo ante Dios, no ante los medios de comunicación.


"Thuan creía que cuando Dios está presente en decisiones políticas y cuando la voluntad de Dios sostiene a los esfuerzos políticos de una nación, el resultado son grandes beneficios para esa nación y sus ciudadanos" (Andre Nguyen Van Chau, amigo de toda la vida y biógrafo de Cardenal Van Thuan).

[tomado de http://www.materunitatis.org/politicos01.html]

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miércoles, 15 de julio de 2009

Miércoles 15 de julio

Las CNPT de la religión

Recuerdo muy poco de las clases de ciencia de la escuela secundaria. Sudé memorizando fórmulas y multipliqué números enormes para casi nada. De lo poco que quedó me acuerdo que, para determinadas formulas químicas y ejercicios teóricos de física, necesitábamos de la sigla CNPT, o "Condiciones Normales de Presión y Temperatura". Significaba que aquella proposición científica sólo funcionaba en CNPT o, en otras palabras, en condiciones ideales.

Descubrí, de forma temprana, que las condiciones óptimas sólo existen verdaderamente a manera de tesis. Las CNPT funcionan en el laboratorio, en ambientes controlados o idealizados por el científico y solamente para comprobar una hipótesis ya que cualquier alteración, por mínima que sea, altera el resultado del experimento.

Vivir es arriesgado. Peligros e imprevistos, angustia y dolor, injusticia y sufrimiento, merodean la existencia. Sería fantástico vivir en un mundo en "condiciones normales de presión y temperatura". Por eso, buscamos varitas mágicas, lámparas de Aladino, ideales políticos, abracadabras, plegarias. Soñamos en crear un mundo que funcione con la precisión de un reloj suizo.

Siempre deseamos viajar en cielos azules. Seducidos por un mar sereno intentamos recrear el universo. Creemos que existe la posibilidad de eliminar los riesgos. Oramos pidiendo la protección divina para ser guardados de las amenazas de la vida. Imaginamos que si así lo pedimos, sin tener pecado alguno, jamás seremos sorprendidos por accidentes. Esperamos que Dios nos libre de neumáticos desinflados, motociclistas incautos y de hoyos en el asfalto.

Tontamente esperamos el día en que el mundo esté bajo absoluto control. Sucede que ese día nunca llegó, y nosotros acabamos dominados por la culpa. "¿Qué hice yo para que mi hijo se muriera?" me preguntó recientemente un pastor. "¿Por qué las cosas nunca me salen bien?", es el correo electrónico más repetido en mi bandeja de entrada.

Cristo no engañó a sus discípulos y nunca les doró la píldora, porque su mensaje no era religioso. Él nunca prometió que sometería la vida de las personas a las CNPT. Por el contrario, dijo que los enviaba como ovejas en medio de lobos, que las tempestades azotan la casa de aquellos que escuchan y guardan su palabra, y que el mundo de sus seguidores estaría lleno de aflicciones. Ya que él vivió sin protección, sin corazas, sin defensa angelical… ¿por qué sus siervos tendrían que reclamar algún tipo de armadura celestial?

Me atrevo a redefinir lo que es fe. Fe no significa capacidad para anticiparse a las contingencias de la vida. Fe es el valor de creer que los valores, principios y verdades propuestas por Jesús de Nazaret son suficientes para enfrentar la vida con todo lo que ella nos traiga, de bueno y de malo.

La religión tiene que ver con la seguridad, con la posibilidad de hace encajar al mundo en la lógica de causa-efecto. Los cultos, las penitencias, las oraciones, tienen el objetivo de hacer engranar las circunstancias y dar a los fieles la sensación de vivir bajo las CNPT. ¡Qué engaño! Hasta que el espejismo desaparece. Con las enfermedades, los accidentes, los imprevistos, la propia muerte, llega la decepción. Y la peor desilusión es la religiosa. Los decepcionados con Dios experimentan el infierno. (Jesús advirtió que los prosélitos religiosos son condenados a un doble infierno).

El amor no anticipa el orden. Quien ama sabe que el desorden será posible. Dios no desea que sus hijos vivan con la ilusión de que serán escudados. Para que eso sucediera, él necesitaría amordaza la historia, el día a día y hasta el porvenir. Un mundo indoloro sería un mundo sin libertad. Y sin libertad no existe el amor… y sucede que Dios es amor.

Por lo tanto, la promesa divina no nos resguarda del mundo. Sin alucinaciones, Dios nos acompaña en la deliciosa y peligrosa aventura de vivir.

Soli Deo Gloria.

[artículo tomado de El blog de Ricardo Gondim]

Ricardo Gondim

Ricardo es pastor de la Iglesia Betesda en San Pablo, Brasil.

Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar___

martes, 14 de julio de 2009

Martes 14 de julio

Ricos y pobres según Jesús

La dimensión social-política causa escozor espiritual y hasta cierta irritación a no pocos católicos argentinos. Cuando escuchan alguna homilía proyectada a lo social-político, suelen tildar al obispo o al sacerdote de temporalista o de estar animado por alguna ideología…No los juzgo en sus intenciones. Pero sí, entiendo que no han sido formados en una mentalidad evangélica y desconocen la Doctrina Social de la Iglesia. Sobre todo sus raíces en la predicación de los Santos Padres. En esta homilía y en la próxima me ha parecido oportuno espigar algunas homilías de los primeros siglos sobre el tema de los pobres y los ricos, la propiedad privada y el consumo de los bienes…Para que en la Iglesia Católica reine la mentalidad evangélica sobre el tema ricos y pobres.

En la homilía sobre la parábola del rico insensato Lc. 12, San Basilio (330-379) se dirige al rico "has sido hecho simple servidor de Dios, administrador de los que son siervos de Dios igual que tú… Piensa que lo que tienes entre manos es cosa ajena… y que de todo se te pedirá cuenta. El pan que tú retienes es del hambriento, los vestidos que guardas en tus arcas son del desnudo. El calzado que se pudre en tu casa es del que está descalzo y en resumen: estás ofendiendo a todos cuantos puedes socorrer".

"Qué responderás al juez, tú que revistes las paredes y dejas desnudo al hombre". "No has sido misericordioso, tampoco alcanzarás misericordia. No has abierto tus puertas, luego se te cerrarán las del reino de los cielos. No has dado un pedazo de pan, luego tampoco a ti se te dará la vida eterna".

"En primer lugar hay que responder que si los bienes particulares fueran de suyo malos, no habrían sido creados por Dios". Toda creatura de Dios es buena y ninguna debe ser rechazada <1> Y, en segundo lugar, el mandamiento del Señor que no dice que hayamos de rechazar los bienes y huir de ellos como si fueran males, sino que los administremos. El que se condena no se condena en absoluto porque tuviera, sino porque sintió torcidamente de lo que tenía, o no lo usó bien. De modo que una actitud sana y desapasionada respecto de los bienes de la tierra y una sana administración de ellos conforme al mandato del Señor, es ayuda grande para muchas cosas necesarias.

Por otra parte San Juan Crisóstomo (344-407) describiendo la dignidad cristiana del pobre afirma: "No les digo que entreguen todo. No. Disfruta de lo tuyo pero, una vez hayas cubierto tu propia necesidad, has algo necesario con lo inútil y superfluo y distribúyelo entre los que se mueren de hambre y tiritan de frío. Mándalo por medio de ellos a tu verdadera patria: ellos serán tu mejor correo, para que cuando regreses allí, lo encuentres todo preparado. Todo lo que pongas en manos de los pobres lo depositas en un granero seguro que es la mano misma de Dios".

"El compartir radica en la naturaleza misma del cristiano. Lo suficiente se define por la necesidad de aquellas cosas sin las que no es posible vivir. Nada pretende quitarte el sustento necesario; pero estoy hablando de sustento no de deleites; estoy hablando de vestirse no del lujo en el vestir. O por mejor decir, si miramos las cosas hasta el fondo, el mayor placer está en la sobriedad. Lo que hace al hombre rico no es el mucho tener, sino el no necesitar de mucho".

"No nos contentemos con traer dinero a la Iglesia, sino miremos si procede de un justo trabajo".

"No hablo así porque la riqueza sea un pecado. El pecado está en usar mal de ella no repartiéndola entre los pobres. Dios no ha hecho nada malo. Todo es bueno y muy bueno. También las riquezas a condición de que no dominen a quienes la poseen y remedien la pobreza... no es verdadera riqueza la que no destierra la pobreza sino que la aumenta".

"Lo que hace al hombre rico no es el mucho tener, sino el no necesitar de mucho".

Homilía de monseñor Miguel Esteban Hesayne, obispo emérito de Viedma para el 21 de junio de 2009. Tomado de AICA On Line.

Mons. Miguel Esteban Hesayne, obispo emérito de Viedma (mehm@speedy.com.ar)

Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar

lunes, 13 de julio de 2009

Lunes 13 de julio

Personas que dejan estelas imborrables

Ayer perdimos a Tochi. Cómo vamos a extrañar a esa mujer singular, que a sus 72 años decidió involucrarse como nunca en la cosa pública, en los problemas y desafíos de la sociedad, en cuanta asamblea y reunión convocada en San Isidro. Tuve la dicha de conocerla el último año de su vida –ya tenía 78– cuando constituimos la Mesa Interreligiosa del Conurbano Norte de la Coalición Cívica. Ella, desde su independencia política y claridad intelectual, fue uno de los motores más poderosos, constantemente alentándonos, motivándonos, alertándonos. Al tanto de todo, preocupada por lo que pasaba, dispuesta a luchar hasta el final por una sociedad más justa y menos corrupta.

En la misa de la Catedral de San Isidro, su parroquia, el sacerdote dio en un pantallazo uno de los mayores ejemplos de la vida de Tochi Dussaut. Dijo que había sido madre, ama de casa, hasta que falleció su esposo, cuando ella tenía unos 60 años de edad. Pero en esta nueva etapa apareció una nueva versión de esta admirable persona. Se dedicó a estudiar, a leer, a investigar y, sobre todo, a participar en ambientes donde no había participado antes.

Tuvimos el privilegio de que fuera la invitada de nuestro primer programa radial "De espectadores a actores", el 7 de febrero de este año , tocando el tema "La participación que supera cualquier límite". Con mucha nostalgia volví a escuchar ese programa hoy y rescato algunas frases de nuestra querida Tochi, en diálogo con Andrés Eidelson y conmigo.

"En ningún momento me cuestioné que esto [la participación política] estaba disociado con la fe. Al contrario, mi vocación cristiana, entendí enseguida, que incluía mi participación ciudadana y, sobre todo, la defensa del bien común"… "Desde el Concilio Vaticano II se nos invita a participar en política"… "La palabra es comprometerse, participar con compromiso… este es un momento que urge, que nuestro país nos necesita"… "Una cosa es el que sigue los ritos y otra cosa el que vive la fe"… "Si en este momento vivo con el entusiasmo que vivo estos años es porque comprendo que Dios me ha dado una misión, y es lo que me mantiene viva, despierta y a pesar de los achaques de los años"… "Me interesa muchísimo escuchar los pensamientos de la gente joven". "La crítica no es negativa, hay que entender lo que significa criticar. Criticar es aplicar los criterios que uno tiene… y para eso los valores religiosos que encontramos en el Evangelio nos ayudan muchísimo a encontrar cuáles son los caminos que nos pueden llevar al bien, a la felicidad, a la justicia, a darle sentido a la vida". [¿Cómo manejás la crítica interna, de los que no entienden tu camino?] "Al principio lo vivía con cierta intolerancia… ¿Cómo puede ser que no se den cuenta? … Y después aprendí a darme cuenta que cada uno lo ve desde su lugar, hay culturas también…" "Uno tiene que tratar de meterse dentro del otro y de su mirada". "¿Qué me puedo quejar de que los demás no vean la cosa como debe ser si yo nunca impulsé nada?… nunca había tenido contacto con nuestros representantes, los concejales".


Cuando nos preguntamos cuál es el corazón de la política, o cómo podemos modificar la esencia de la práctica política, sin duda una de las claves es contar con personas como Tochi Dussaut, que pasaron por nuestra vida dejando estelas imborrables.

¡Hasta la vista, Tochi!

[ver también "Un pequeño homenaje para una gran mujer", el programa del 7 de febrero de 2009(donde fue la invitada) y el programa del 18 de julio de 2009 de "De espectadores a actores", donde se le hizo un homenaje en la primera parte]

Alejandro Field es miembro de la Mesa Interreligiosa del Conurbano Norte de la Coalición Cívica y uno de los conductores del programa radial "De espectadores a actores ".

Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar

viernes, 10 de julio de 2009

Viernes 10 de julio

Al César lo que es del César

El Evangelio de este domingo termina con una de aquellas frases lapidarias de Jesús que han dejado una marca profunda en la historia y en el lenguaje humano: "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". No más: o César o Dios, sino: uno y otro, cada uno en su lugar. Es el comienzo de la separación entre religión y política, hasta entonces inseparables en todos los pueblos y regímenes. Los hebreos estaban acostumbrados a concebir el futuro reino de Dios instaurado por el Mesías como una "teocracia", es decir, como un gobierno dirigido por Dios en toda la tierra a través de su pueblo. Ahora en cambio, la palabra de Cristo revela un reino de Dios que "está" en el mundo pero que no "es" de este mundo, que camina en una longitud de onda distinta y que, por ello, coexiste con cualquier otro régimen, sea de tipo sacro o "laico".

Se revelan así dos tipos cualitativamente diversos de soberanía de Dios en el mundo: la "soberanía espiritual" que constituye el reino de Dios y que ejerce directamente en Cristo, y la "soberanía temporal" o política, que Dios ejerce indirectamente, confiandola a la libre elección de las personas y al juego de las causas segundas.

César y Dios, sin embargo, no están al mismo nivel, porque también César depende de Dios y debe rendirle cuentas. "Dad a César lo que es de César" significa, por tanto: "Dad a César lo que 'Dios mismo quiere' que le sea dado a César". Dios es el soberano de todos, César incluido. No estamos divididos entre dos pertenencias, no estamos obligados a servir "a dos señores". El cristiano es libre de obedecer al Estado, pero también de resistir al Estado cuando éste se pone contra Dios y su ley. En este caso, no vale invocar el principio del orden recibido de los superiores, como suelen hacer ante los tribunales los responsables de crímenes de guerra. Antes que a los hombres, hay que obedecer a Dios y a la propia conciencia. Ya no se puede dar a César el alma que es de Dios.

El primero en sacar conclusiones prácticas de esta enseñanza de Cristo fue san Pablo. Escribió: "Sométanse todos a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios, y las que existen, por Dios han sido constituidas. De modo que, quien se opone a la autoridad, se rebela contra el orden divino.. Por eso precisamente pagáis los impuestos, porque son funcionarios de Dios, ocupados asiduamente en ese oficio" (Romanos 13, 1 ss.). Pagar lealmente los impuestos para un cristiano (también para toda persona honrada) es un deber de justicia y por tanto un deber de conciencia. Garantizando el orden, el comercio y todos los demás servicios, el Estado da al ciudadano algo por lo que tiene derecho a una contrapartida, precisamente para poder seguir dando estos servicios.

La evasión fiscal, cuando alcanza ciertas proporciones -nos recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica- es un pecado mortal, similar al de cualquier robo grave. Es un robo hecho no al "Estado", o sea, a nadie, sino a la comunidad, es decir, a todos. Esto supone naturalmente que también el Estado sea justo y equitativo cuando impone las tasas.

La colaboración de los cristianos en la construcción de una sociedad justa y pacífica no se agota con pagar los impuestos; debe extenderse también a la promoción de valores comunes, como la familia, la defensa de la vida, la solidaridad con los más pobres, la paz. Hay también otro ámbito en el que los cristianos deberían dar una contribución más grande a la política. No tiene tanto que ver con los contenidos como con los métodos, el estilo. Es necesario desempozoñar el clima de lucha permanente, procurar mayor respeto, compostura y dignidad en las relaciones entre partidos. Respeto al prójimo, moderación, capacidad de autocrítica: son rasgos que un discípulo de Cristo debe llevar a todas las cosas, también a la política. Es indigno de un cristiano abandonarse a insultos, sarcasmo, rebajarse a riñas con los adversarios. Si, como decía Jesús, quien dice al hermano "estúpido" ya es reo de la Gehenna, ¿qué será de muchos políticos?

[Traducción del italiano por Inma Álvarez]

Homilía XXIX Domingo, 19-10-2008 - Pasajes bíblicos: Isaías, 45, 1.4-6; 1ª Tesalonicenses 1, 1-5b; Mateo 22, 15-21

[tomado de http://www.cantalamessa.org/es/omelieView.php?id=402]

Raniero Cantalamessa

P. Raniero Cantalamessa, Franciscano Capuchino, fue nombrado en 1980 Predicador de la Casa Pontificia. En fuerza de esto oficio en todos estos años ha predicado cada semana en Cuaresma y en Adviento a la presencia del Papa de los Cardenales y Obispos de la Curia Romana y de los Superiores de las ordenes religiosas.

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jueves, 9 de julio de 2009

Jueves 9 de julio

Tiempo de salir de Egipto

Pesaj, la pascua judía, es la celebración de la salida de Egipto, la liberación de nuestra esclavitud,narrada en el Éxodo. Al llegar el Pesaj, cada generación debe verse a sí misma saliendo de la opresión del Egipto del pasado, sino también del presente. Hay una tierra de Egipto de la que salimos en esa noche histórica y cada año, en esta noche simbólica de celebración festiva. El Pesaj es saltear el mal de las plagas y acceder, en nuestra conciencia del ser, a la ciencia de hacer el bien en una tierra prometida, para vivir en libertad, igualdad y fraternidad. Constituimos una sociedad que se propone la traducción existencial de la promesa de la tierra al proyecto de ser libres. Se trata, en términos contemporáneos, de dejar de ser esclavos de las circunstancias para ser libres como ciudadanos. Para salir de Egipto y llegar a Israel como tierra prometida, nuestro pueblo, tal como narra la Biblia hebrea, debió detenerse en el monte Sinaí, donde recibió la ley. Esta ley, nuestra Torá, nos instituyó y constituyó. Dejamos de ser un grupo de tribus, los hijos de Israel, para constituirnos en pueblo. Este pacto milenario se renueva de generación en generación para ser libres, no sólo por haber salido de Egipto y liberarnos de su tiránico faraón, sino también por encaminarnos a la tierra prometida. Un camino que se realiza como hijos del pacto, es decir, libres como humanos, expresión de la dignidad con la que Dios nos creó.

Sin ley no hay libertad, sino anárquico caos que hace repetir la sumisión y la opresión de un Egipto a otro, entregándonos a un nuevo faraón. Como esclavos salidos de Egipto, recibimos la ley para acceder a la tierra que se prometía. La ley, y no sólo la salida de Egipto, nos hizo libres. Sólo con el compromiso de ser libres para tomar y cumplir la ley fue posible llegar a la promesa, que ya no era sólo del cielo, sino también en la tierra. Pretender ser auténticamente libres para llegar a la promesa sin cumplir con la ley es, irremediablemente, quedarse en Egipto para siempre. El Pesaj es la celebración de la libertad en el pacto de la ley.

Salir de Egipto en la Argentina será, entonces, liberarnos de los faraones que nos oprimen. Así como las matzot , el pan ázimo, el pan de la pobreza, es símbolo de esta festividad, de la misma forma, los argentinos somos testigos del hambre de muchos en una tierra próspera como lo era el Egipto de entonces. La redistribución de su riqueza era libertad y dignidad. La acumulación en las arcas de los faraones era esclavitud y miseria. Cuando la tierra es bendita en recursos y pobre en equidad habla de la verdadera miseria: la de los hombres que la administran.

La equidad ya no se logra por la omnipresencia de un soberano, sino por la redención que trae la ley. Salir de Egipto en la Argentina ya no es sólo retener la riqueza de la tierra, sino repartirla en la equidad de la ley, que es institución y constitución de todos los argentinos como libres y soberanos en el ejercicio cívico de no hacerse esclavos de quienes elegimos, sino de trabajar junto a nuestros representantes en el marco de las instituciones de una República que sigue siendo tan posible como prometida. Es la ley la que nos libera de Egipto. Y en esta capacidad de hacernos libres en Estado de Derecho y por ejercicio de una conciencia cívica existencial se propone una ética que ya no se decreta como de necesidad y urgencia, sino como esencia estructural de la Constitución. Para así hacer valer la libertad de todos, aun de los que no pensando igual no temen presentarse ante el soberano del poder para recordarle también hoy, como lo hicimos ayer ante el faraón, que hay un Dios que no es él. Que existe una ley que está sobre todos y que nos da derechos, pero también nos impone asumir obligaciones como ciudadanos, ya no tributos como esclavos. Una ley que es la garantía para que no haya que esperar las plagas que abran sus corazones para que pasen de la dureza al amor, del monólogo al diálogo y del resentimiento a la conciliación. Para que se pase de tener razón a compartir razones para el encuentro de todos los corazones.

El Pesaj nos recuerda que dar la libertad no es atributo de quien gobierna, sino de la ley, que articula las partes. Una ley que comparte una tierra y disipa la violencia en una unidad de lo diverso. El Pesaj en nuestros días nos asegura como derecho que vivir en la Argentina como República será redimir a la Nación del condominio al que reducimos a nuestro territorio, lo que con dolor nos hace volver una y otra vez a un Egipto del que definitivamente debemos salir.

[artículo publicado en La Nación el 22 de abril de 2008]

Sergio Bergman

Sergio Bergman es Rabino del Templo de la calle Libertad, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Presidente de la Fundación Argentina Ciudadana, Director Ejecutivo de R.A.I.C.E.S., Red de Acciones e Iniciativas Comunitarias por la Empresa Social, y lidera la Red Comunitaria de Fundación Judaica.

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