lunes, 20 de julio de 2009

Lunes 20 de julio

El "Shalom" bíblico y la paz del Imperio

El concepto bíblico de paz, especialmente la noción hebrea de "Shalom" no es nada sencilla, no es de esos conceptos simples, directos, monovalentes. Encierra, en su recorrido semántico otras nociones e imágenes que son condiciones y prerrequisitos para la paz, que hacen de la paz una abigarrada y compleja proyección. Una prueba de ello es que, con alguna excepción, la palabra Shalom no está, como en los conceptos griegos y latinos, acompañada de otras virtudes, sino que las contiene en sí misma.

Es que por experiencia, el pueblo bíblico sabía que la paz no era algo sencillo de alcanzar, y de hecho tuvo muy pocos momentos en que pudiera sentirse en paz. Su origen está rodeado de conflictos, y muchas veces, cuando estos conflictos no eran con otros pueblos, lo eran internos, entre sus distintas tribus, en su composición social, o como se lo indican sus profetas, en su propia fidelidad a su Dios. Por eso el ideal de paz sólo es alcanzable cuando se dan ciertas condiciones de respeto y dignidad, de sinceridad en las relaciones humanas, de justicia, de plenitud, de fidelidad. Las imágenes de paz que vemos en la poética hebrea están vinculadas con esta percepción, donde la paz y la justicia se besan, donde el ser humano puede reencontrarse con su entorno vital natural y así brindar el culto a Dios. En la posterior lectura del judaísmo post-exílico la ley y la pureza ocupan un lugar central en torno del cual reconstruir la identidad, pero se vuelven, a la vez, puntos de conflicto y ruptura. El cumplimiento de los rituales cultuales o la mera justicia de la ley no producen la ansiada paz, como bien lo vieron los profetas.

En el Nuevo Testamento la paz se personifica en el Cristo. Esto es posible porque el cristianismo naciente ve en Jesús el inicio de un tiempo mesiánico donde la paz sería posible a partir de una nueva forma de relación humana, que es llamada por el maestro de Galilea como "el Reinado de Dios". Esta imagen recupera el concepto israelita de paz, el "shalom" divino, pero lo enriquece a través de una visión más elaborada de nuestra responsabilidad de vida hacia los demás, más allá de las fronteras de la propia raza o pueblo, como lo muestra su predicación programática del Sermón del Monte y de sus parábolas. Es en la relación del amor misericordioso que reemplaza a la idea de sacrificio, es lo gratuito del perdón divino, que cura al débil, que alimenta al hambriento, que consuela al dolido, lo que lleva a las multitudes a proclamarlo "Príncipe de Paz". Aunque ese príncipe de paz será luego ejecutado por el príncipe de los sacerdotes aliado al representante del príncipe imperial.

Interpretando el sentido del mesianismo de Jesús, Pablo saca nuevas consecuencias, que se reflejan en la afirmación que se enuncia en la carta a los Efesios: "él es nuestra paz". La paz se elabora, paradójicamente, derribando los muros que separan a los pueblos, no construyéndolos, eliminando las discriminaciones, dejando de lado los prejuicios de la sangre y la tierra, reconociendo al prójimo a través de las barreras culturales, sociales o de género, fundamentando un universalismo que no es imposición sino a la vez respeto por la diversidad y la identidad. De esa manera se afirma una paz que trae vida, que se proclama como un tiempo nuevo, que se anuncia como una nueva creación reconciliada entre sí y con su creador.

Otro texto neotestamentario, el autor del cuarto evangelio, nos trae palabras de Jesús que marcarán justamente este contraste entre la paz mesiánica y la "paz del mundo". "Mi paz les doy, mi paz les dejo, no como el mundo la da, yo les doy", anuncia Jesús en su discurso de despedida. Estas palabras han sido interpretadas, a mi parecer insuficientemente, como un contraste entre una paz interior, subjetiva, más cercana a la ataraxia griega que al shalom bíblico. Sin embargo, cuando vemos el contexto en que son dichas estas palabras, la expresión "paz del mundo" tienen un referente concreto: los lemas del Imperio Romano, con su proclamada pax augusta y su ara pacis que prometía al mundo la pax romana.

Este ideal romano de paz, que fue después copiado por los imperios que le sucedieron hasta el día de hoy, se refleja en el dictum: vis pacem, para bellum (si quieres paz, prepara la guerra). Esto es leído desde el lado de los vencidos, según un apologista del mismo imperio romano, Tácito, en la expresión del derrotado jefe bretón Cálgaco, quien afirma que los romanos "donde hacen un desierto, lo llaman paz". La idea de que la paz se impone desde la superioridad bélica, o anticipándose mediante una guerra "preventiva", exasperando la represión y pensando que una fuerza disuasiva puede reemplazar el diálogo, la búsqueda de justicia y equidad, ha sido una falacia largamente repetida, que nunca ha servido para traer paz sino para anticipar el próximo conflicto. Pero la soberbia de los imperios y de sus aliados y protegidos les impide ver, en su inmediatismo pragmático, las consecuencias deshumanizadoras de estas posturas.

Es esto lo que Jesús pone en contraste: su paz no se basa en la posibilidad de expresar superioridad, una capacidad de imponer, su habilidad en el manejo de las armas, o un desarrollo de la técnica bélica: se propone como abundancia de vida para todos, como una equidad amorosa, como libertad compartida. No es solo una virtud individual, sino un modo de entender el sentido y meta de la vida humana. El saludo con que el resucitado se presenta a los suyos, según este mismo evangelio, es justamente un "shalom", un anuncio de paz que se completa en tres actos: la certeza de la vida como don de Dios a ser anunciada a todos los pueblos, la presencia de un Espíritu que revive la creación, y la posibilidad del perdón que renueva las relaciones humanas.

¿Es posible la paz? Desde la comprensión bíblica la paz será imposible si se siguen recorriendo los caminos que hoy se imponen políticamente. Los imperios nunca han proyectado la paz, porque la paz imperial es la vida disminuida, el letargo de la justicia, y, por ello, el anuncio de la próxima contienda. Juicios amañados y sentencias de exclusión, los caminos de las penas de muerte y las soluciones finales no hacen la paz. Desconocer al extranjero e ignorarlo, desconocer los derechos del otro en tanto ser humano y reducirlo a "mera vida biológica", incluso a vida dispensable, a vida desperdiciada, deshumaniza tanto al que lo sufre como al que lo impone. La paz no se logra con exclusiones y murallas, con reivindicaciones confrontativas, con amenazas y venganza indiscriminada. La paz no será posible si solo se basa en la fuerza y no en la justicia, si prolonga el acto discriminatorio y no el respeto al otro, si se la confía al campo de concentración y a la tortura, y no al respeto por la plena dignidad del otro, si se la impone desde la opulencia avara y no desde la gracia que comparte. La acumulación de riqueza y la desmesura del poder no atraen la paz, sino al delito, la violencia y el rencor.

El "shalom" bíblico indica un camino de paz. Es, como el concepto mismo, un camino complejo, que va a contrapelo de las naturalizaciones que nos ha impuesto la cultura de milenios imperiales. Es una voz que "clama en el desierto", pero donde es posible reconocer en ella al Dios de la creación, al que hermana a los pueblos, al que proyecta en la vida comunitaria el amor que experimenta en la propia vida reconciliada.

[tomado de "Jornadas ¿qué paz es posible? - Aportes desde el diálogo interreligioso "]

Néstor O. Míguez

Néstor O. Míguez es Doctor en Teología (ISEDET) y posee una Diplomatura Superior en Antropología Política y Social (FLACSO)

Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo

1 comentario:

  1. Esta reflexión está muy buena, es de alto vuelo. Yo comparto lo que aquí se ha escrito. Los invito a visitar nuestro blog: http://concris.blogspot.com
    Que Dios los bendiga
    Pastor Esteban Blanco

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