Las CNPT de la religión
Recuerdo muy poco de las clases de ciencia de la escuela secundaria. Sudé memorizando fórmulas y multipliqué números enormes para casi nada. De lo poco que quedó me acuerdo que, para determinadas formulas químicas y ejercicios teóricos de física, necesitábamos de la sigla CNPT, o "Condiciones Normales de Presión y Temperatura"
Descubrí, de forma temprana, que las condiciones óptimas sólo existen verdaderamente a manera de tesis. Las CNPT funcionan en el laboratorio, en ambientes controlados o idealizados por el científico y solamente para comprobar una hipótesis ya que cualquier alteración, por mínima que sea, altera el resultado del experimento.
Vivir es arriesgado. Peligros e imprevistos, angustia y dolor, injusticia y sufrimiento, merodean la existencia. Sería fantástico vivir en un mundo en "condiciones normales de presión y temperatura"
Siempre deseamos viajar en cielos azules. Seducidos por un mar sereno intentamos recrear el universo. Creemos que existe la posibilidad de eliminar los riesgos. Oramos pidiendo la protección divina para ser guardados de las amenazas de la vida. Imaginamos que si así lo pedimos, sin tener pecado alguno, jamás seremos sorprendidos por accidentes. Esperamos que Dios nos libre de neumáticos desinflados, motociclistas incautos y de hoyos en el asfalto.
Tontamente esperamos el día en que el mundo esté bajo absoluto control. Sucede que ese día nunca llegó, y nosotros acabamos dominados por la culpa. "¿Qué hice yo para que mi hijo se muriera?" me preguntó recientemente un pastor. "¿Por qué las cosas nunca me salen bien?", es el correo electrónico más repetido en mi bandeja de entrada.
Cristo no engañó a sus discípulos y nunca les doró la píldora, porque su mensaje no era religioso. Él nunca prometió que sometería la vida de las personas a las CNPT. Por el contrario, dijo que los enviaba como ovejas en medio de lobos, que las tempestades azotan la casa de aquellos que escuchan y guardan su palabra, y que el mundo de sus seguidores estaría lleno de aflicciones. Ya que él vivió sin protección, sin corazas, sin defensa angelical… ¿por qué sus siervos tendrían que reclamar algún tipo de armadura celestial?
Me atrevo a redefinir lo que es fe. Fe no significa capacidad para anticiparse a las contingencias de la vida. Fe es el valor de creer que los valores, principios y verdades propuestas por Jesús de Nazaret son suficientes para enfrentar la vida con todo lo que ella nos traiga, de bueno y de malo.
La religión tiene que ver con la seguridad, con la posibilidad de hace encajar al mundo en la lógica de causa-efecto. Los cultos, las penitencias, las oraciones, tienen el objetivo de hacer engranar las circunstancias y dar a los fieles la sensación de vivir bajo las CNPT. ¡Qué engaño! Hasta que el espejismo desaparece. Con las enfermedades, los accidentes, los imprevistos, la propia muerte, llega la decepción. Y la peor desilusión es la religiosa. Los decepcionados con Dios experimentan el infierno. (Jesús advirtió que los prosélitos religiosos son condenados a un doble infierno).
El amor no anticipa el orden. Quien ama sabe que el desorden será posible. Dios no desea que sus hijos vivan con la ilusión de que serán escudados. Para que eso sucediera, él necesitaría amordaza la historia, el día a día y hasta el porvenir. Un mundo indoloro sería un mundo sin libertad. Y sin libertad no existe el amor… y sucede que Dios es amor.
Por lo tanto, la promesa divina no nos resguarda del mundo. Sin alucinaciones, Dios nos acompaña en la deliciosa y peligrosa aventura de vivir.
Soli Deo Gloria.
[artículo tomado de El blog de Ricardo Gondim]
Ricardo Gondim
Ricardo es pastor de la Iglesia Betesda en San Pablo, Brasil.
Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con
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