martes, 22 de septiembre de 2009

Martes 22 de septiembre

El diálogo en la Argentina actual

En la homilía del 6 de abril del 2008 traté el tema del diálogo para esclarecerlo, recomendarlo, preservarlo en su propia identidad y no usarlo corrompiendo su valioso significado, indispensable en sanas relaciones humanas, tanto más en una sociedad con mayoría cristiana. Actualmente sobre la palabra "diálogo" cae una gran sombra de sospecha. Se la ha vaciado de significado real. Es preciso devolver a la sociedad argentina una dinámica dialogal para vivir un país normal y ser Nación libre y soberana. Y es compromiso cristiano primordial favorecer las relaciones humanas hasta cumbres insospechadas de fraternidad y solidaridad ciudadana.

La primera condición requerida para que se logre el diálogo es que se realice entre personas que se respetan la una y la otra como tales. Es obvio, pero, en la práctica, no siempre se cumple suficientemente este primer e indispensable requerimiento. En consecuencia, no hablemos de diálogo si los que lo intentan no aspiran a personalizarse mutuamente. Uno y otro de los interlocutores deben aspirar a ser más y ayudarse, por medio del diálogo, para la realización de este objetivo. Quiere decir que ninguna de las partes debe ser considerada como un objeto. Y la responsabilidad de la frustración del diálogo cae sobre quien no aspira a la mutua personalización.

Una segunda condición, que se desprende de la primera enunciada, es la búsqueda de la verdad de la existencia humana propia y ajena con sinceridad de corazón. Esta actitud de búsqueda de la verdad es una actitud de apertura-escucha para ir descubriéndola en el pensamiento expuesto por la otra parte. La misma palabra diálogo, encierra esta actitud de búsqueda de la verdad escuchando al interlocutor. Palabra de origen griego compuesta de la expresión "dia" que en griego significa "a través" y la expresión "logo" que significa "palabra". Cuando alguien quiere dialogar de verdad tiene que estar convencido que no está en posesión de la verdad total. A lo sumo lleva una parte que debe completar con su interlocutor.

Por eso, se requiere una tercera condición: la transparencia de persona a persona. Exige - escribe Paulo VI- "un intercambio de pensamiento, es una invitación al ejercicio de las facultades superiores del hombre". No hay rodeos y lo que se piensa se expresa sin repliegues o subterfugios. La persona transparente muestra el fondo de su corazón como aguas límpidas dejan ver el fondo, por profundo que fuere. Una persona así es rectilínea, no busca por medios subterráneos la conquista de un objetivo también subterráneo. Con la persona recta es posible el diálogo. Con la persona doble el diálogo queda roto. Por eso, Jesús en su Evangelio nos pide en el trato de unos con otros el: Sí-Sí, el No-No y es tan severo con los hipócritas hasta el punto de llamarlos "sepulcros blanqueados", que muestran limpidez por fuera y podredumbre por dentro.

Y una cuarta condición se impone: la humildad. La persona orgullosa es la más cerrada al diálogo. El autosuficiente es radicalmente incapaz de dialogar. Encerrado en el sobrevalor de sí mismo pretende tener la verdad absoluta. El corazón orgulloso está cerrado al mismo Dios. ¿Cómo podrá abrirse a otra persona? Por eso, se piensa -a la luz de la Fe Cristiana- que el pecado de la primera pareja (pecado originante) fue pecado de orgullo que originó al "hombre roto" en su triple relación con Dios, con los demás y con la naturaleza.

En clave cristiana sabemos que Dios se metió en el mundo de los hombres (Navidad) para que la humanidad logre la Reconciliación (Pascua). Porque si se pretende una sociedad sin Dios se podrán lograr grandes progresos materiales que a su vez serán causa de divisiones, desencuentros y desigualdades. Los hombres sin Dios jamás se entienden (Torre de Babel). Pero, tampoco se entiende a Dios cuando se reza para imponer la "propia verdad", en vez de buscar la intervención de Dios para lograr la capacidad de auténtico Diálogo, único camino de la Paz social de la Nación (Salmos 44:4).

Miguel Esteban Hesayne

Homilía de monseñor Miguel Esteban Hesayne, obispo emérito de Viedma, para el 13 de septiembre de 2009
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Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar

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