lunes, 22 de junio de 2009

Lunes 22 de junio

Un espacio para construir una nueva nación

Durante mucho tiempo pareció que la fe y la política fueran antagónicas, que no fueran compatibles. Desde la secularización del poder (es decir la autonomía del poder político del poder religioso) hubo una tremenda separación entre ambas, generando un desencanto de la una por la otra. Esto generó un profundo desinterés por las situaciones vividas tanto de uno como del otro lado.

Sabemos, porque la historia lo demuestra, que el estado debe hacer su trabajo y la iglesia debe hacer el suyo, pero ¿quien dijo que deben ser opuestos? Parece que no pudiéramos mantener el equilibrio entre ambas relaciones.

Sabemos por la Palabra de Dios que la fe debería ser un factor de influencia en la sociedad. El Señor Jesús expresó que debemos ser sal y luz en la tierra. ¿Qué significará esto? Sin más ni menos, en una cuestión radicalmente de esencia y función. La fe es influencia y debe ser usada para influenciar.

Como creyentes, nuestra responsabilidad es ser un factor de cambio en medio de la sociedad en la que vivimos y en todos los ámbitos que la componen. Es decir, comienza en lo personal, sigue en lo familiar, lo social, lo económico, lo laboral o empresarial, lo profesional, lo artístico, lo cultural y, por qué no en lo político. Allí es donde se toman decisiones trascendentes de la organización y funcionamiento de una sociedad.

La política, en su definición más sencilla, es "el ejercicio del poder". En la actualidad, podemos entender este término como la actividad de quienes procuran obtener el poder, retenerlo o ejercitarlo con vistas a un fin. Debe tenerse presente que esta actividad es de carácter instrumental; desde una perspectiva moral, la política debe ser vista como una de las actividades más nobles del ser humano, ya que implica una labor de servicio hacia los demás, viéndolos como la generalidad o pueblo.

Es llamativo que por muchísimos años tal vez no vimos la necesidad o no comprendimos la importancia de ser influencia también en el ámbito político. Pensamos que tal vez nuestra responsabilidad era meramente orar por las autoridades gubernamentales, predicarles la fe y brindar asistencia en el trabajo social con los más necesitados, y nada más. Es verdad, se puede influenciar de forma externa, pero tal vez este tipo de influencia es un poco débil, poco penetrante y fugaz.

En este tiempo Dios está despertando una nueva generación de jóvenes, hombres y mujeres que se animan a una influencia mucho más profunda e intensa, y es la que sólo se puede dar de forma interna, metido dentro, siendo parte vital dentro de los fragmentos de la organización y estratificació
n de una sociedad. Claro que este tipo de influencia requiere perseverancia, compromiso, audacia y, sobre todo, una tenaz vocación cimentada en los valores de la fe.

Necesitamos comenzar a actuar y a trabajar en la construcción de un camino que nos lleve a concientizarnos de la necesidad y responsabilidad que tenemos como cristianos de influir en todos los ámbitos de nuestra sociedad; entre ellos, la política. En primera instancia, intentando detener la tendencia declinante que pone a la política en un constante camino descendente y luego, en una segunda instancia, edificando alternativas para la participación y conducción política desde los ámbitos de la fe. Este es el tiempo para comenzar con la construcción de una nueva Argentina.

Todas las fuerzas deben direccionarse a proporcionar propuestas para la formación de nuevas generaciones que aspiren a asumir el desafío de una transformació
n en la vida política de nuestra nación. No es tarea fácil, pero es totalmente posible.

Es necesario comprender que el secreto del éxito en materia política está en formar hombres y mujeres que tengan en un alto valor a la moral y a la ética como forma de vida. Es tiempo de asumir que, como personas que creemos en Dios y que tenemos un fuerte compromiso en materia social, también deberíamos velar por una acertada y más eficaz conducción política.

Con esta visión bien clara y pensando en la comisión dada por el Señor, es que hemos necesitamos trabajar juntos con el fin de convocar a todos los jóvenes, hombres y mujeres de virtud que se sienten movidos por un fuerte sentir de patriotismo y un fuerte compromiso social a sumarse a tomar un lugar protagónico en los asuntos de nivel de gestión y conducción política.

Si usted que lee estas líneas es una de estas personas que muchas veces ha sentido que es necesario un cambio, y que aguardaba la oportunidad para comenzar a trabajar en este desafío de transformació
n a nivel político, hoy es el tiempo, ésta es la oportunidad para comenzar a ser parte de la construcción una nueva Argentina.

Alejandro Quiroga

Alejandro Quiroga es pastor de la Iglesia Catedral de la Fe e integra la Mesa Interreligiosa Nacional de la Coalición Cívica.

Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar

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