La política como misión de libertad
Todos/as hemos sido creados por Dios a su imagen y semejanza y por tanto destinados a la vida eterna en el cielo. Desde nuestro cristianismo, vemos al hombre/mujer como el centro de nuestro accionar y, por otra parte, la gran obra de Dios. En este sentido, cuando decimos que buscamos el Bien Común, estamos también actuando como políticos.
Somos "misioneros" porque nuestra misión es aportar al mundo nuestra visión del Hombre como sujeto de la creación. Si no tenemos siempre presente al Hombre, principal creación de Dios, no podemos decir que estamos en sintonía con Dios ni que estamos cumpliendo sus deseos. Los cristianos del siglo XXI no podemos llamarnos como tales si no aceptamos esta concepción. A partir de considerar al Hombre como el centro de la creación, podemos empezar a pensar en el Bien Común, en el Bien de todos los hombres.
Lo primero en la búsqueda de ese Bien Común es desarrollar a ese Hombre. Darle personalidad. Darle libertad. El Hombre en el plan de Dios es libre, esa palabra tan usada pero tan poco comprendida. Probablemente el ser libre es la condición necesaria para todo hombre y mujer. Pero, entonces, debemos preguntarnos: ¿Cómo hacemos al hombre libre?
Nuestra misión como cristianos es hacer que todos los hombres y mujeres sean libres. Pero ser libres implica que tengamos las cualidades para poderlo ser. Dios nos dio esas potencialidades al crearnos, pero necesitamos desarrollarlas, hacer que salgan a la luz. La contracara es la persona que tiene poder, dinero, que lo tiene todo pero que al mismo tiempo está subordinada a estas cosas y que entonces tampoco es libre. Pero eso es otro cantar.
Este también debe ser la misión de la política. Creo que aquí la religión y la política concuerdan: el Bien Común. Los caminos de cómo llegamos a esto son varios. La política nos tendrá que presentar las distintas alternativas
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