Fe y política: ¿quién debe nutrir a quién?
La relación entre la política y la religión –para ser más exactos, la relación entre los seres humanos que hacen política y los seres humanos que hacen religión– es el pulso que marcó el ritmo de la historia del ser humano desde que éste se organizó en su vida diaria y casi al mismo tiempo invocó a un protector y/o creador.
La tensión entre las necesidades de establecer prioridades éticas, morales, discursivas, materiales, de territorio y aquellas de origen espiritual generó una cantidad de conflictos tan grande que cuesta encontrar enfrentamientos desvinculados de estos temas.
Como hombres de fe que nos consideramos, y haciendo base en las Escrituras, nos parece oportuno desempolvar el olvidado libro de Levítico del Antiguo Testamento y afirmarnos en él, recordando que el mismo no caducó, que no fue declarado "out" por Jesús, y que además Él se encargó de aclarar que no venía a abolir la Ley, sino más bien a cumplirla. Hecha esta aclaración, encontramos el siguiente texto que nos parece revelador de cuál debe ser la relación entre las personas de fe y las personas de la política, en este caso, en su papel de gobernantes:
Si el que peca inadvertidamente es uno de los gobernantes, e incurre en algo que los mandamientos del Señor su Dios prohíben, será culpable. Cuando se le haga saber que ha cometido un pecado, llevará como ofrenda un macho cabrío sin defecto, pondrá la mano sobre la cabeza del macho cabrío, y lo degollará en presencia del Señor, en el mismo lugar donde se degüellan los animales para el holocausto. Es un sacrificio expiatorio. Entonces el sacerdote tomará con el dedo un poco de la sangre del sacrificio expiatorio y la untará en los cuernos del altar del holocausto, después de lo cual derramará al pie del altar del holocausto el resto de la sangre. Toda la grasa del animal la quemará en el altar, tal como se hace con el sacrificio de comunión. Así el sacerdote hará expiación por el pecado del gobernante, y su pecado le será perdonado (Levítico 4:22-26, énfasis agregado).
En este texto encontramos, a nuestro entender y hasta que nos demuestren otra cara de la verdad, algunas claves:
1. Son los gobernantes quienes deben acercarse a los sacerdotes, recurrir a ellos en busca de ayuda.
2. Las frases del versículo 23, "inadvertidamente" y "cuando se le haga saber", parecen indicar que no se espera que el gobernante se entere por sí mismo de sus errores. En otros párrafos del mismo libro se muestran varios casos de equivocaciones auto denunciadas.
3. Es el trabajo del sacerdote el que guía hacia el perdón del error.
Nos resulta interesante, aceptando este modelo como un interesante paradigma para resolver la relación entre políticos y religiosos, compararlo con el que se observa a la distancia en la Argentina de hoy.
Sobre el punto 1 podemos afirmar,con algo de vergüenza e indignación, que el movimiento que propone la Biblia se observa en general a la inversa. Debemos aclarar que para describir este paisaje no tomamos una única fotografía y que, en la suma de todas las que tenemos ante nuestros ojos, comentamos un promedio de ellas. Al mismo tiempo reconocemos que tienen mayor impacto aquellas que provienen de movimientos religiosos y políticos más masivos, y que creemos que por esa masividad tienen mayor impacto en nuestra realidad.
Este movimiento contrario al que propone el texto se observa en forma muy marcada y tiene algunos detalles a tener en cuenta.
- En un partido del conurbano bonaerense, en su legislatura, han instalado una mesa atendida por pastores y/o sus representantes. En muchos casos, miembros de sus comunidades de fe, casualmente, tienen ayudas sociales especiales. Otros partidos, a partir de este modelo exitoso a la hora de los votos, imitaron la medida.
- Un Jefe de Gobierno fue paseado por distintas iglesias en las semanas anteriores a la elección que lo depositó en su cargo y se generó un boca a boca que aseguraba que tal funcionario se había convertido a determinada religión y con esto arrastró una interesante cantidad de votos.
Evitamos otros comentarios, otros datos llamativos, porque a pesar de lo que no nos gusta a nosotros están predicando a Cristo (parafraseando a Pablo), pero nos parece muy importante diferenciar los VALORES DEL REINO por sobre los valores de cualquier país. Nos parece que lo que las personas de fe deben transmitir a la política son valores universales tendientes a la paz universal, el fin del hambre en todo el planeta, la justicia en cada rincón de cada país. Nos parece importante darle a esta tarea unas gotas de eternidad (parafraseando a un amigo) y universalidad; desde allí seguramente serán útiles a la Argentina, por ser útiles a lo general.
No es nuestra intención criticar estas decisiones pastorales, pero sí decimos que en ellas vemos a los sacerdotes acudiendo a los políticos o generando espacios en los que buscan abiertamente el voto de las personas de fe, con un argumento fatal: "Vótenme, porque soy de la religión de ustedes". Este mensaje subliminal no sólo es contrario al espíritu de la Biblia, sino que además es condenable desde el sentido común. Las personas deben ser votadas por su capacidad de trabajo, su honestidad, su ocupación por los desposeídos, sus estudios; en definitiva, por sus frutos visibles. Invitar a que alguien nos vote por ser de determinada religión supone afirmar que los miembros de esa fe son mejores, simplemente por pertenecer a ella. Y con esto solo, por lo menos a nosotros, nos quita las ganas de votarlos.
Por otro lado, el respaldo a políticas de gobierno desde los púlpitos, genera una inclinación al voto de aquellos que creen en lo que dicen sus líderes.
Creemos firmemente que las personas de fe deben intervenir en política; que sus valores religiosos pueden y deben transformar la triste realidad de las coimas, los subsidios fraguados, el asistencialismo, el clientelismo, "el chori y la Coca". Pero nos inclinamos a un modelo en el que esa persona de fe haga su carrera política sin chapear de qué religión es, como aval de que es bueno o será mejor que otro. Anhelamos personas de fe que caminen a la par de aquellos que no creen o no confiesan o no congregan, para que unos a otros se den lo bueno que tienen y se ayuden a descartar lo malo.
Tenemos fe que la cultura que viene del cielo se haga carne en este tiempo y no queremos observar más cómo aquellos que tenemos responsabilidades frente a la sociedad, en nuestra condición de sacerdotes, compramos a precio vil las costumbres más ateas y de alguna manera, filtramos esa filosofía hacia los cielos.
Andrés Eidelson
Andrés Eidelson es estudiante de teología en el Instituto Teológico FIET y miembro de la Iglesia Presbiteriana San Andrés en el barrio de Belgrano, Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Fue uno de los creadores y conductor durante las primeras siete ediciones del programa "De espectadores a actores" .
Nota: Esta reflexión es un aporte al diálogo entre la fe y la política y no implica ninguna relación del autor con la Coalición Cívica. Para suscribirse al servicio gratuito de reflexiones diarias sobre la política desde la fe, envíe un mensaje en blanco a: elcorazondelapolitica-subscribe@gruposyahoo.com.ar
los políticos usan cualquier estrategia para ganar sus votos, es espantoso que metan religión para llegar a su cometido. se que la bondad, el amor y la inteligencia de una persona no tiene que ver con la religión, sino tiene que ver con tener un alma pura y transparente y pensar en la necesidad del otro y después en la de él.
ResponderEliminargracias. ana maluf